Los Disturbios de Agosto 1929
Yehuda Krell
El 16 de agosto de 1929 dieron inicio una serie de violentos disturbios y actos de terrorismo árabe contra la comunidad judía en Israel, fue el corolario de una prolongada disputa entre musulmanes y judíos por el acceso al Muro de los Lamentos, con un elevado saldo de muertos, heridos y daños materiales.
Los motivos de los disturbios fueron múltiples y de diversa envergadura, en esos días la comunidad árabe vivía una severa franctura social interna fruto de una feroz rivalidad por el liderazgo árabe entre las familias Nashashivi, que había ganado unas elecciones en el municipio en Jerusalén, y la familia Husseini que perdió su prestigio y, para recuperarlo, recurrió a la incitación antisionista llamando a miles de musulmanes a los lugares santos a una lucha contra los judíos.
En esa misma época, mientras la sociedad árabe estaba fracturada, el yshuv judío se recuperaba de una seria crisis económica gracias al desarrollo de la obra pública y la absorción de trabajadores en diversas empresas, acentuando en la calle árabe los sentimientos de frustración que crecían ante una renovada aliá y asentamiento judío.
Este sentimiento fue canalizado por uno de sus más importantes líderes, el Muftí de Jerusalén Hajj Amin el Husseini, quien inició una intensa oposición antijudía, plagada de acciones y tumultos. El muftí formó un movimiento de jóvenes árabes paramilitares ‘Estudiantes Árabes de Jerusalén’ que instigaban a la violencia en las ciudades donde árabes y judíos convivían, sugún su punto de vista, en una ‘peligrosa proximidad’.
Desde un tiempo la violencia religiosa se había espiralado, un año antes en Jerusalén, en vísperas de Yom Kipur (Día del Perdón), cientos de judíos se reunieron para rezar ante el Muro de los Lamentos y establecieron un separador entre mujeres y hombres, (mejitzá). La ‘Comisión Suprema Árabe’ protestó airadamente por el hecho, aduciendo que ese espacio también es sagrado para el islam, y los judíos no podían modificar el status quo del lugar. Los argumentos esgrimidos por la autoridad árabe fue que los judíos pretendían apropiarse de esos lugares y reconstruir el Sagrado Templo que fue incendiado por los romanos.
La violencia se agravó a partir de mayo de 1929, cuando Consejo Supremo Musulmán renovó los edificios del Monte del Templo y abrió un pasaje adyacente al Muro Occidental obstaculizando el acceso de los judíos al lugar. Así, las fricciones y los incidentes violentos entre musulmanes y judíos comenzaron a ocurrir con regularidad, al interferir los musulmanes con los rezos de los judíos en el área del Muro.
En agosto de 1929, Mufti al-Husseini declaró en un sermón: ‘Cualquiera que mate a un judío tiene garantizado un lugar en el otro mundo’. En respuesta a estas provocaciones, en Tishá B’Av, el 15 de agosto de 1929, los jóvenes de Betar realizaron una gran marcha hacia el Muro Occidental para defender el derecho de los judíos. Se pronunciaron discursos ante el Muro Occidental, se izó la bandera nacional y el público cantó el ‘Hatikva’, mientras gritaban: ‘El Muro Occidental es nuestro muro’
Al día siguiente, 16 de agosto, los musulmanes celebraron el cumpleaños del profeta Mahoma en la plaza de la mezquita de Al-Aqsa y salieron en respuesta a la manifestación judía. En distintos barrios los choques se multiplicaron, desde el jueves 22 de agosto muchos aldeanos árabes armados comenzaron a llegar al complejo del Monte del Templo antes de las oraciones del viernes. Al día siguiente, a partir de la madrugada, miles de aldeanos árabes de la zona acudieron en masa a Jerusalén para participar en la oración en el Monte del Templo, muchos de ellos iban fuertemente armados. Cerca del mediodía se escucharon los primeros disparos y varios cientos de árabes comenzaron a atacar a los transeúntes judíos.
Las turbas árabes atacaron los barrios judíos de Jerusalén de Mea Shearim, Beit Vagan, Beit Hakerem, demolieron casas en Talpiot y se apoderaron de Ramat Rajel. Una multitud de musulmanes irrumpió en los barrios judíos fuera del casco histórico, asesinando a judíos, e incendiando y destruyendo sinagogas y casas.
Los disturbios se extendieron a Hebrón donde se llevó a cabo una masacre cuyas víctimas fueron principalmente estudiantes de una yeshivá con un saldo de 67 muertos, entre ancianos, mujeres y niños, en espeluznantes acciones. La matanza en Hebrón ocurrió ante una policía británica que no movió un dedo para detener a los asesinos. La antigua comunidad judía que vivió en la ciudad durante siglos fue completamente aniquilada, y sus pocos sobrevivientes fueron luego evacuados.
También las antiguas juderías de Gaza, Naplusa, Ramla, Jenin y Acre, con un largo pasado histórico fueron rescatadas, sin permitirles el regreso a sus casas. Los judíos de Tel Aviv-Yafo, Haifa, Safed, Beit Sheán, lograron repeler los ataques árabes con la ayuda de grupos activistas de la defensa judía. Moshavot y kibutzim, como Gedera, Mishmar Haemek, Beer Tuvia, Har Tov, Kfar Uria fueron gravemente atacados, sufriendo saqueos e incendios.
Durante la semana que duraron los hechos, un total de 133 judíos murieron y 339 resultaron heridos, mientras 116 atacantes árabes murieron y 232 resultaron heridos, la mayoría de ellos por las fuerzas de seguridad británicas en la represión.
Los terribles disturbios dejaron varios legados: por el papel crucial del Mufti Al-Husseini en el conflicto, su imagen se fortaleció y se convirtió en el líder palestino más importante de la época, como lo demostraría en los años 30 en su alianza con Hitler. El yshuv acusó al gobierno británico por su pasividad y de no alertarlo a tiempo sobre los planes musulmanes, la Agencia Judía entendió, que a partir de los sucesos, la defensa de los judíos debía estar en sus manos y en el futuro debería anticiparse a los hechos.
Mientras el Mandato Británico tardó en reaccionar a los desórdenes y a la violencia, el gobierno de Londres envió a la ‘Comisión Shaw’ para efectuar un relevamiento in situ de los trágicos sucesos. Con el informe recibido, el gobierno de Londres dictó en 1930 un nuevo Libro Blanco, de lord Passfield-Sidney Webb. Haciendo uso de la típica ambigüedad británcia, el texto incorporó un novedoso concepto de ‘capacidad de absorción económica’, es decir no se debía permitir la inmigración sionista si ésta ocasionaba la desocupación entre los árabes y así evitar que la situación empeore; una falacia absoluta ya que el sionismo creaba nueva fuentes de trabajo y no usurpaba la economía árabe. Además, el Libro recomendaba formar una comisión legislativa representativa y proporcional árabe judía para abordar los problemas comunes, en otras palabras, la creación de un gobierno de mayoría árabe en Palestina. A partir de estos sucesos, los años 30 marcarían en el yshuv un punto de inflexión en su lucha hacia el logro de un país soberano para el pueblo judío.
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