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El Ba’al Shem Tov

El 25 de agosto de 1698 es una de las fechas probables en la cual nació Rab Israel ben Eliezer, conocido como Ba’al Shem Tov, o el ‘Besht’, considerado el padre del movimiento jasídico. Poco se sabe sobre la vida del Ba’al Shem Tov, la fuente directa más famosa es el archivo biográfico publicado en 1815, ‘Shivjei HaBa’al Shem Tov’ (Alabanzas del Ba’al Shem Tov), preparado por sus discípulos.

El libro de las Alabanzas constituyen una colección de relatos que prueban la veneración y la devoción de los discípulos hacia el maestro. Por lo cual, la escasa información biográfica sobre él está profundamente entrelazada con leyendas y milagros que en la mayoría de los casos es difícil discernir cuáles son los reales acontecimientos históricos.

Diversas fuentes ubican a la ciudad de Okopy, Podolia, como el lugar de nacimiento del Besht. Según el relato, sus padres, Sara y Eliezer, eran personas pobres, honradas y piadosas, y rabi Israel nació en la adultez de la pareja. Cuentan que al quedar huérfano, la comunidad se hizo cargo de él, y lo enviaron a la escuela local a realizar sus estudios talmúdicos. En la escuela se caracterizó por sus frecuentes desapariciones, siendo siempre encontrado en los solitarios bosques que rodean el lugar, disfrutando con entusiasmo de la belleza de la naturaleza.

A los 12 años comenzó a trabajar como asistente de maestro y luego, ya más adulto, se le confió el cuidado de la sinagoga del pueblo. Se casó con una mujer local con la que no tuvo hijos. Poco después, al enviudar, se mudó a Brody, una de las ciudades más importantes de Galitzia, donde se casó con Hannah, la hermana del rabino local Abraham Gershon, quien no veía favorablemente el matrimonio por considerar al Ba’al Shem Tov como un ignorante. El Besht y su mujer, se aislaron durante varios años en la zona montañosa entre Kitov y Kosovo en donde él se ganaba la vida como excavador de arcilla y se dedicó por completo a la contemplación religiosa. La pareja tuvo allí un hijo y una hija, Zvi y Adel.

Al retornar de las montañas, durante un tiempo viajó por distintos lugares y se ganó la vida principalmente como profesor asistente, luego trabajó de maestro de escuela, shojet (matarife) y cantor de sinagoga. En esos años, por las influencias mesiánicas shabataistas y la doctrina cabalista del Arí Hakadosh, la práctica de la Cabalá florecía entre los judíos de Europa del Este. Eran los tiempos en los cuales los cabalistas, queridos y respetados entre el pueblo, conocidos con el nombre de ‘Ba’alei Shem’ ambulaban entre los judíos de aquella época por ciudades y aldeas difundiendo la religión, estimulando la fantasía y la superstición mediante plegarias, conjuros, amuletos y hierbas curativas.

A los 36 años el Besht comenzó a ejercer como Ba’al Shem, no tardó en hacerse un nombre entre los judíos, tanto entre el campesinado como entre los señores, por lo que fue distinguido con el apodo de ‘Ba’al Shem Tov’, el hombre del buen nombre o el hombre de bien. Rapidamente conquistó los corazones de los más humildes cuyas miserias espirituales los conmovían. Fue la simpleza de su doctrina la que halló un vivo eco en las masas y entre muchos eruditos quienes no se identificaban con el rigor que imponían los rabinos.

En 1740 se instaló en Podolia, donde se ganó una reputación como versado en la sabiduría oculta que atraía a un círculo de estudiantes. Aquí se formó en torno a su figura un grupo de discípulos, a quienes el Besht inició en los fundamentos de su enseñanza, en las cuales abundaban los relatos, las leyendas y dichos populares.

El Besht enfatizó en sus enseñanzas la importancia de la ‘Kavaná’, la debida intención en la oración, de la ‘santidad de las letras’ que componen las palabras de los textos, de la verdadera ‘Dveikut’ (devoción) a Dios, la cual no radica en el conocimiento y en la práctica de los mandamientos religiosos sino en el saberse fuertemente unido a Dios, que encontraba su máxima expresión en la ‘Tfilá’ (la plegaria ferviente).

Otra de sus principales instrucciones era alejarse del ascetismo, en una carta que le escribió a un discípulo, le consignó que una persona no debe ignorar su cuerpo, sino que debe elevar el cuerpo al servicio de Dios. Lo definió como ‘Avodá Begashmiut’ (el trabajo físico) que es parte esencial del trabajo de Dios, mediante actos como beber, comer y las relaciones sexuales salvan al hombre del retraimiento del mundo real. El “Besht” no se cansaba de repetir que el hombre del pueblo, imbuido solo de su fe con ‘Hitlahavut’ (entusiasmo), que se entrega a la oración y a la alegría con todo su ser, será más amado por Dios que aquel rabino que solo vive para el estudio talmúdico.

El gran viraje que trajo el Besht con su nueva escuela, fue que apartó al cabalista de la penitencia y del retiro, orientándolo hacia la conducción con lo cual modeló la imagen de un nuevo líder, el ‘Tzadik’, el justo jasídico.

Las teorías del Ba’al Shem Tov encontraron la férrea oposición de un importante sector de la ortodoxia religiosa llamada los ‘mitnagdím’ (opositores), quienes bajo el liderazgo del rabino Eliahu Ben Shlomó Zalman, quien por sus conocimientos y erudición era conocido como el ‘Gaón de Vilna’, rechazaba enfáticamiente las afirmaciones del Besht. El Gaón sostenía que la teoría de servir a Dios tanto con los impulsos buenos como con los malos, le permite al hombre borrar el límite que separa lo profano de lo sagrado, lo prohibido de lo permitido. Los mitnagdím estaban convencidos que dar preferencia a las intenciones por sobre los preceptos y apartarse del estricto cumplimiento de las normas, llevaría a los jasidím a la transgresión de la Torá, y eso es una total herejía que debía castigarse con el ‘jerem’ (la excomulgación), una controversia aún no zanjada.

El Baal Shem Tov no escribió libros ni escribió sus enseñanzas, algunas de ellas fueron registradas por sus alumnos e impresas en centenares de libros. El padre del jasidismo murió en la fiesta de Shavuot, el 22 de mayo de 1760, Medzhiybizh, Ucrania. Sin dudas, fue un líder que revolucionó el pensamiento judío de su época e infundió en su tiempo una nueva esperanza a un amplio sector del pueblo judío abatido por los cataclismos vividos: como las persecuciones, el derrumbe comunitario, la pobreza y el hambre. Su legado y el de sus discípulos, junto a las enseñanzas difundidas por sus seguidores, conocidos como jasidím, siguen recreando su vigencia en el presente.

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