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El Gran Muftí de Jerusalem ¿Entonces, qué debo hacer con ellos? preguntó Hitler…

Mufti de Jerusalen

Muhammad Amin al-Husayni nació en Jerusalem, en 1895 fue un líder nacionalista árabe palestino y un líder religioso musulmán en su calidad de Gran Muftí de Jerusalén. Antisemita acérrimo, encabezó numerosos pogromos contra los judíos durante el Mandato Británico de Palestina, además de convertirse en el principal aliado islámico del Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial.

El MuftÍ de Jerusalén, fue un violento líder religioso que llegó a impulsar la creación de unidades musulmanas de las SS que cometieron masacres en los Balcanes. Un árabe cristiano encabezaba por ese entonces el Centro Árabe en Londres, una organización formada para promover el apoyo para los árabes palestinos. En 1936 era simpatizante del Muftí y miembro de una delegación a Londres. Las delegaciones de árabes palestinos hicieron media docena de viajes a Londres entre los años 1920 y 1936 para protestar contra la política británica de permitir el desarrollo de un hogar nacional judío. Según el secretario colonial británico, Malcolm MacDonald, la influencia de los moderados, no era considerable pues los árabes palestinos rechazaban cualquier influencia a a favor de la paz”.

Los árabes cristianos, al igual que sus compañeros palestinos, se oponían enérgicamente al sionismo y al desarrollo del hogar nacional judío, en particular, a la política británica de alentar la partición de Palestina en un Estado árabe y uno judío.

En 1937, Gran Bretaña retiró la idea de la partición tal como la planteó el Informe de la Comisión Peel, pues se la calificó de irrealizable principalmente porque la idea de un Estado árabe no hubiera sido viable y porque los líderes árabes de los Estados vecinos clamaban para que la partición no se llevara a cabo. En su nueva declaración de políticas sobre Palestina emitida a principios de 1939, Gran Bretaña proponía limitar drásticamente la inmigración y la adquisición de tierras por parte de los judíos y establecer un Estado unitario en Palestina que se convirtiera en realidad en el lapso de una década.

En dicho Estado, la población árabe se hubiera convertido en una mayoría y la judía, en una minoría. Los miembros del Alto Comité Árabe estaban a favor de aceptar dicha solución.

La única voz disonante fue la del Muftí de Jerusalén, Hajj Amin al-Husayni. El Muftí contaba con gran poder, no obstante, optó por no comprometerse con los británicos. Decidió mantenerse al margen de cualquier camino político que pudiera comprometer en el futuro el dominio total y absoluto de los árabes palestinos en toda Palestina.

No consideraba la opción de compartir cualquier poder político presente o futuro con ningún otro líder árabe en Palestina, y se opuso categóricamente a la presencia judía en Palestina, incluso en condición de minoría. Para el Muftí, no había un lugar para los judíos sionistas en Palestina. Sus obsesiones políticas y antijudías le llevaron en 1934, antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, a iniciar contactos con los nazis , ya entonces enfrentados con los británicos que dominaban Palestina. Su nexo con el partido de Hitler creció con el tiempo, ya que los alemanes decidieron aprovechar su figura para promover revueltas contra los británicos y debilitar así a sus rivales. El MuftÍ llegó a vivir temporadas en Berlín, protegido por los servicios secretos alemanes, y a entrevistarse tanto con Adolf Hitler como con Heinrich Himmler, dos de las figuras claves del Holocausto. Existe una discusión histórica sobre qué conocimiento real tenía el líder árabe de los campos de concentración y de las medidas de exterminio puestas en marcha por los nazis. Se sabe que visitó algunos de los centros de internamiento de judíos, pero, en principio, no hay certezas sobre su implicación en la ‘solución final’. Lo cierto es que tenía acceso a los principales jerarcas nazis, quienes gestionaron la reunión con Hitler celebrada el 22 de noviembre de 1941. En ese momento, el MuftÍ era un personaje dudoso, puesto que había fracasado a la hora de llevar a cabo una rebelión antibritánica en Irak, pero aún así tenía el apoyo de los responsables de los servicios secretos alemanes.

El gran Muftí de Jerusalén
El gran Muftí de Jerusalén

En algunos informes surgidos tras el final de la guerra han aparecido supuestas transcripciones del encuentro con Hitler -que duró hora y media-, en las que negociaba el apoyo árabe a los nazis a cambio de compromisos que nunca se le otorgaron. En ese contexto es en el que el máximo jerarca nazi le habría confesado al Muftí su intención de aniquilar a los judíos de Palestina. el Muftí no se opuso. Lo que sí es objetivo es que, a partir del encuentro, el Muftí aumentó los esfuerzos para que los hebreos que huían de Europa no pudieran ponerse a salvo en Israel. También aconsejó a los países con refugiados sionistas que los enviasen de vuelta a Alemania.

Para los árabes palestinos, 1939 fue un momento en el que las políticas británicas en vigor y el apoyo estatal árabe a las aspiraciones nacionales palestinas estaban en su apogeo. Durante las décadas de los treinta y los cuarenta, en particular entre 1945 y 1948, el liderazgo político británico y el Departamento de Estado de los Estados Unidos, en especial la división del Medio Oriente, se oponían activamente a la partición de Palestina, o por lo menos buscaban dilatarla, pues con ella se daría paso a la creación del Estado judío.

Los líderes árabes buscaban constantemente una garantía absoluta de que los sionistas no tendrían ninguna influencia en la determinación del futuro de Palestina. En cuanto a los ‘moderados’, que en 1939 estaban dispuestos a llegar a un compromiso con los británicos, simplemente no querían enfrentarse públicamente al Muftí de Jerusalén.

“Tan pronto como se publicó el Libro Blanco, los miembros del Alto Comité Árabe (Arab Higher Committee, AHC) y todos los palestinos que asistieron a la Conferencia palestina en Londres se reunieron en la residencia de Hajj Ameen, cerca de Jouneh, un suburbio de Beirut. Los dos miembros del Partido de Defensa, Ragheb Nashashibi y Yacoub Ferraj, estuvieron ausentes porque se habían retirado del AHC en 1937.

El Comité se reunía todos los días durante casi tres semanas para analizar en detalle el Libro Blanco.

Las reuniones eran inicialmente como en familia, sentados en un círculo y con la participación de todos. La moral era alta y las expectativas para un futuro brillante, aún más. Esto duró un tiempo, con el sueño de un palestino árabe como jefe de un departamento, o ministro, o primer ministro o, incluso, en la Casa de Gobierno. Y, ¿por qué no? Pero el dulce sueño no duró mucho. El debate se tornó más tenso, a medida que algunos comenzaron a entender que Hajj Ameen no estaba de acuerdo en aceptar el Libro Blanco. Esta postura negativa, que gradualmente se tornó más pronunciada, hacía que la atmósfera fuera extremadamente tensa. Las discrepancias entre Hajj Ameen y el resto de los miembros se volvieron graves y después de quince días de debates se hizo evidente que la única persona que se oponía a aceptar el Libro Blanco era Hajj Ameen al-Husayni.

Los catorce miembros restantes no solo estaban a favor, sino que estaban resueltos a poner fin a las políticas negativas que los líderes árabes habían adoptado hasta el momento. ‘Acepten lo ofrecido y exijan el resto’ era su nuevo lema. Si hasta el momento habían tenido pretextos para las posturas negativas que habían adoptado anteriormente, ahora habían desaparecido.

Una atmósfera de resentimiento y consternación predominaba a estas alturas del debate, y había razones para ello. Los catorce miembros sabían bien que, debido a la influencia mágica que Hajj Ameen Al-Husayni tenía sobre las masas palestinas, de no obtener su consentimiento el Libro Blanco no se implementaría, y esto era un objetivo que los sionistas estaban desesperados por alcanzar. En consecuencia, el único objetivo del Comité era ahora convencer a Hajj Ameen de que su postura negativa era extremadamente perjudicial para la causa árabe, que servía involuntariamente a la causa sionista y que estaba procediendo exactamente como los sionistas querían que procediera.

Después del transcurso de cinco años y de la admisión de los 75 000 inmigrantes contemplados, el Gobierno de Su Majestad no tendrá justificación para facilitar el desarrollo posterior del ‘hogar nacional judío’ mediante la inmigración, ni estará obligado a hacerlo.

¿Acaso esta declaración no ponía fin al desarrollo del hogar nacional judío y a la Declaración Balfour?

Transcurrió otra semana de discusiones agitadas en el seno del Comité, sin ningún resultado tangible. Hajj Ameen argumentaba continuamente que el Libro Blanco contenía demasiadas lagunas y ambigüedades como para beneficiarlos; que el ‘período de transición de diez años’ era demasiado largo y que ‘el estatus especial de la creación del hogar nacional judío era demasiado ambiguo como para aceptarlo’. Planteó otras objeciones que las limitaciones de espacio no me permiten registrar; no obstante, en su conjunto, no eran lo suficientemente importantes como para permitir que se desestimara totalmente una política que nos otorga nuestras exigencias principales, que pone fin a nuestras incertidumbres en torno al futuro, y que nuestros enemigos simplemente anhelan abolir”.

El verdadero pensamiento del Muftí, el líder religioso del Mandato Británico de Palestina, le quedó expresado en su protesta a Hitler, su aliado cercano, en la que le manifestó que si expulsaba a los judíos, “todos vendrán”, refiriéndose al Mandato de Palestina.

“¿Entonces qué debo hacer con ellos? Fue la pregunta que Hitler le planteó al mufti”, y Al Husseini respondió: “Quémenlos”.

Muhammad Amin al-Husayni falleció en Beirut, 4 de julio de 1974.

 

Por el Dr. Mario Burman para Radio Jai

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