Rusia, Estados Unidos y sus esferas de influencia

Por Ricardo López Göttig

 En este enfrentamiento de posicionamientos y negociaciones diplomáticas en torno al presente y futuro de Ucrania entre los gobiernos de Rusia, Estados Unidos y sus respectivos aliados en el continente europeo, el presidente Vladímir Putin ha sugerido mover sus piezas a otros escenarios, lejanos al conflicto: Cuba y Venezuela.

Si bien es poco probable que las Fuerzas Armadas rusas puedan diversificarse tanto –ya está presente en la frontera con Ucrania, tiene efectivos desplegados en Bielorrusia y Kazajistán, y también en Libia y Siria-, lo cierto es que refleja la idea de que tanto Rusia como Estados Unidos tienen “esferas de influencia” o, como se suele recordar en América latina, “patios traseros” en los que otros gobiernos no deben interferir. La Conferencia de Yalta había establecido, en grandes lineamientos, estas esferas de influencia que perduraron a lo largo de la guerra fría en Europa y Asia. La sola sugerencia de Cuba como un posible destino de tropas rusas, inevitablemente nos trae a la memoria la crisis de los misiles, de 1962, que casi lleva a una conflagración nuclear en los años de la Destrucción Mutua Asegurada en pleno conflicto entre dos bloques completamente antagónicos.

Pero el presidente Putin, más allá de su retórica de uso interno, que busca recordar que Rusia es un coloso militar, también sabe que tanto la debilidad del Imperio Ruso como de la posterior Unión Soviética, fue siempre la falta de musculatura económica para sostener ese andamiaje. Ya está presente en diferentes escenarios, pero su PBI no tiene la suficiente envergadura para hacer frente a la de Estados Unidos y sus aliados, aun cuando cuenta con el respaldo –cauteloso- de la República Popular China. ¿Hasta dónde llegará el tironeo de Vladímir Putin en esta confrontación de caracteres, en la que se expone el temple de cada uno de los actores involucrados? Las negociaciones y discusiones públicas se mantienen, pero por debajo –tal como aconteció durante la crisis de los misiles- puede haber otros canales de comunicación que lleven y traigan ideas para que cada uno salga con el menor daño posible a su reputación. El invierno boreal es, políticamente, tan tórrido como el verano de estas latitudes sudamericanas.