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Klaus Barbie: El juicio a Barbie recordó una verdad profundamente incómoda

Klaus Barbie

Nikolaus “Klaus” Barbie fue el jefe de la Gestapo en Lyon, Francia, uno de los principales centros de la resistencia francesa, durante la Segunda Guerra Mundial.

Fue responsable de la ejecución o asesinato de más de 4.000 personas, así como de la deportación de 7.500 judíos, la mayoría de los cuales perecieron en Auschwitz.

Tras la guerra trabajó para los servicios de inteligencia norteamericanos antes de escapar a América del Sur. En 1983, fue extraditado a Francia para enfrentar un juicio por delitos de guerra.

Nikolaus “Klaus” Barbie nació en Bad Godesberg, cerca de Bonn, en 1913. En 1933, la muerte de su padre le impidió asistir a la universidad para estudiar teología. Mientras buscaba una carrera profesional, en 1935 se unió a las SS, tenía 22 años de edad. Comenzó a trabajar con el Servicio de Seguridad (Sicherheitsdienst o SD), el cual alimentaba la red de inteligencia del régimen nazi. En su puesto inicial recibió capacitación como interrogador, una función a la que en la que adquirió una experiencia que lo convirtió en un ser aterrorizador.

Después de la rendición de los Países Bajos ante el ejército alemán en mayo de 1940, Barbie fue asignado al trabajo de inteligencia en Ámsterdam. En 1942 fue trasladado a Francia, primero a Dijon y después a Lyon, que era el centro del movimiento francés de resistencia. Como jefe de la Gestapo local, Barbie se ganó el apodo de “el carnicero de Lyon” debido a sus brutales acciones contra los judíos y los miembros de la resistencia francesa.

Conocido por su despiadada crueldad, Barbie interrogaba y torturaba personalmente a sus víctimas en su cuartel general, el Hotel Terminus. Su víctima más famosa fue el héroe de la resistencia francesa Jean Moulin, a quien Barbie interrogó personalmente todos los días durante tres semanas. Moulin se rehusó a divulgar información a sus captores y murió, a causa de las torturas sufridas, cerca de Metz el 8 de julio de 1943, cuando iba en camino a su cautiverio en Alemania.

Otra de las acciones más famosas de Barbie fue la deportación de los niños que vivían en un hogar para niños de Izieu, en el sur de Francia. Sabine y Miron Zlatin los habían rescatado y ocultado en una granja remota del Valle del Ródano. Las edades de los niños iban desde los 4 hasta los 17 años. Sus identidades judías eran un secreto muy bien guardado, pues en los expedientes oficiales estaban identificados solamente como refugiados. En la mañana del 6 de abril de 1944, Barbie dirigió una redada en la colonia de niños, capturando a 44 de ellos y a siete cuidadores adultos. Temiendo que las autoridades locales intervinieran, Barbie hizo arreglos para transferirlos de inmediato al campo de tránsito de Drancy. Miron Zlatin y dos de los jovencitos mayores fueron enviados a Tallinn, Estonia, donde fueron asesinados a tiros. El resto de los niños fueron deportados a Auschwitz y enviados de inmediato a las cámaras de gas.

Barbie salió de Lyon en agosto de 1944, un mes antes de que los Estados Unidos liberaran la ciudad. Llegó a Alemania, donde se unió a la lucha hasta que terminó la guerra. Después de la guerra, el gobierno francés presentó cargos contra él.

Su nombre se publicó en las listas de criminales de guerra buscados que fueron construidas por la Comisión de Delitos de Guerra de las Naciones Unidas y por el Registro Central de Criminales de Guerra y Sospechosos para la Seguridad (CROWCASS); pero, aunque lo detuvieron por lo menos dos veces, no fue identificado.

En 1946 vivió bajo un nombre falso en Marburg, Alemania, y trabajó con un grupo de nazis que intentaba formar un nuevo gobierno alemán. En 1947, un oficial del Cuerpo de Contrainteligencia (CIC) del ejército de EE.UU. lo localizó, pero en lugar de detenerlo lo reclutó como informante. Entre 1947 y 1951, Barbie proporcionó información a los oficiales norteamericanos acerca de la inteligencia francesa, así como de las actividades soviéticas y anticomunistas en la zona de Alemania ocupada por los EE.UU.

Cuando el gobierno francés solicitó su extradición en 1949, ya era de sabido públicamente que vivía libremente en la zona norteamericana con una identidad falsa. A medida que aumentaron las exigencias francesas para su extradición, el CIC decidió que era demasiado arriesgado seguir utilizando a Barbie como informante; aunque no estaba dispuesto a entregarlo a los franceses, ya que temían que supiera demasiado acerca de las operaciones de inteligencia de esa organización, por lo cual en 1951 ayudó a Barbie a escapar a América del Sur con su familia por medio de la “Rat Line” norteamericana, que sacaba clandestinamente a los nazis y a otros fugitivos del Eje de la Europa de la posguerra.

América del Sur fue un destino amigable para los nazis en fuga por lo que con el nombre de Klaus Altmann, Barbie instaló a su familia en La Paz, Bolivia.

Jacques Vergès, abogado defensor en el juicio del exjefe de la Gestapo de Lyon Klaus Barbie, juzgado por crímenes de lesa humanidad, posa el 13 de mayo de 1987, en la escalinata del Palacio de Justicia de Lyon, durante la audiencia del tercer día del juicio. del exjefe de la Gestapo de Lyon. /FOTO AFP/- (AFP)
Jacques Vergès, abogado defensor en el juicio del exjefe de la Gestapo de Lyon Klaus Barbie, juzgado por crímenes de lesa humanidad, posa el 13 de mayo de 1987, en la escalinata del Palacio de Justicia de Lyon, durante la audiencia del tercer día del juicio. del exjefe de la Gestapo de Lyon. /FOTO AFP/- (AFP)

Mientras el gobierno francés lo juzgaba en ausencia y lo sentenciaba a muerte, Barbie se estableció como una prominente figura empresarial en La Paz. Tenía sólidas conexiones con el partido gobernante de Bolivia y participó no solo en comercio marítimo, sino también en la compraventa de armas. Durante los siguientes 20 años, Barbie/Altmann recibió la ciudadanía boliviana y un pasaporte diplomático que le permitió viajar a Europa y a los Estados Unidos sin impedimentos.

En ese momento, en entraron en escena los “cazadores de nazis” franceses Serge y Beate Klarsfeld, que identificaron a Altmann como Barbie y lo localizaron viviendo en Perú.

En 1972, los Klarsfeld lanzaron una campaña pública para devolver a Barbie a Francia con el objetivo de que enfrentase un juicio por crímenes de guerra. Barbie, Altmann, regresó a Bolivia, donde sus conexiones con las fuerzas armadas de ese país lo protegieron contra la extradición hasta que ese régimen se colapsó en el golpe de estado de la cocaína boliviana de 1980. Bajo el nuevo gobierno, Barbie fue detenido en 1983 y extraditado a Francia.

De vuelta en Lyon, Barbie fue acusado de crímenes de guerra por la deportación de los niños de Izieu a Auschwitz y Ravensbrück en agosto de 1944, y por la deportación de la Lyon Union Générale des Israélites de Francia. Fue muy controversial que Barbie no enfrentara cargos relacionados con el arresto y tortura de Jean Moulin. Entre las personas que rindieron testimonio en su contra se encontraba Sabine Zlotin, de 80 años de edad, fundadora del hogar para niños de Izieu y su compañera, la cuidadora Lea Feldblum, quien tenía 69 años y era la única sobreviviente de los deportados del hogar.

El juicio de Barbie fue un evento público importante que suscitó serias conversaciones en Francia acerca de la guerra, la resistencia francesa y el Holocausto. El juicio terminó en 1987. Barbie fue declarado culpable y recibió una sentencia de cadena perpetua en prisión. A pesar de esta condena, siguió siendo un nazi devoto y nunca se arrepintió, declarando “estoy orgulloso de haber sido comandante del mejor equipo militar del Tercer Reich, y si tuviera que nacer mil veces de nuevo, mil veces volvería a ser lo que he sido”.

El juicio demostró que si bien, a veces, los países eligen cuándo se enfrentan a los momentos más terribles de su historia, en otras ocasiones el pasado estalla de golpe. Eso fue lo que ocurrió durante el juicio a Barbie, que culminó el 4 de julio de 1987, con su condena a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad. La expulsión de este antiguo oficial de las SS desde Bolivia en 1983 y su proceso cuatro años más tarde obligaron a los franceses a recordar que la II Guerra Mundial no fue el momento idealizado y fundacional que habían dibujado desde el regreso del general De Gaulle. El de Barbie fue el último gran proceso contra un criminal nazi y, seguramente, el más importante desde el juicio de Adolf Eichmann en Jerusalén en 1960. Pero su importancia radica sobre todo en su efecto sobre la sociedad.

Sin embargo, su captura también permitió conocer las acciones de los países que lucharon contra el Eje y considerados democráticos, pues tras la guerra, el Carnicero de Lyon fue reclutado por los servicios secretos estadounidenses, que más tarde le ayudaron a huir a Bolivia. El juicio a Barbie recordó una verdad profundamente incómoda: que durante la incipiente Guerra Fría, el antiguo nazi fue fichado por los servicios secretos estadounidenses, porque les vendió que era un militar capaz de perseguir la infiltración comunista. Washington le ayudó luego a huir a Bolivia, donde trabajó al servicio de varias dictaduras.

Los franceses se vieron obligados a recordar que el jefe de la Resistencia en el interior, Jean Moulin, fue capturado por los nazis, sin duda, pero porque había sido traicionado por un compañero; también quedó claro que los ocupantes no actuaron solos, sino que fueron apoyados por una milicia constituida por los ocupados; y que algunos ciudadanos sufrieron de manera atroz durante la Ocupación, mientras que otros muchos simplemente esperaron a que pasase la tormenta mirando hacia otro lado, sin comprometerse con ninguno de los dos bandos.

El Carnicero de Lyon era un nazi de segunda fila, un sádico que disfrutaba torturando, pero no dejaba de ser un asesino a las órdenes de otros. Su misión, como se le escucha decir en el documental en una vieja grabación, era “acabar con la Resistencia y matar”. Su notoriedad en la memoria colectiva francesa se debe a que fue el policía que capturó a Jean Moulin, el hombre enviado por De Gaulle para unificar la Resistencia en Francia, y que lo torturó hasta la muerte. “Hasta el proceso, se hablaba poco y mal de este periodo”, declaró recientemente a la prensa francesa Alain Jakubowicz, que entonces era un joven abogado. “Fue un acto fundador que marcó un antes y un después y que permitió los procesos contra Touvier y Papon”.

El abogado se refiere a Paul Touvier, el jefe de la milicia de Lyon, condenado a cadena perpetua después de la liberación, pero que fue amnistiado en 1971 por el presidente Georges Pompidou. Sin embargo, dado que sus crímenes eran imprescriptibles, temiendo un nuevo proceso, se esfumó, con la ayuda de algunos sectores ultraconservadores de la Iglesia católica. Fue localizado y condenado de nuevo. Cuando murió en prisión, en 1996, el diario Libération tituló: “Un odio se ha extinguido”, por su irreductible antisemitismo. El caso de Maurice Papon, el otro personaje al que alude el abogado, es todavía más complejo: ocupó cargos públicos entre 1931 y 1987, con Gobiernos del Frente Popular, pero también colaboracionistas y luego socialistas, hasta que fue desenmascarado por el semanario Le Canard Enchaîné, que publicó documentos que demostraban que dirigió la deportación de 1.645 judíos. Tras una batalla legal de dos décadas, fue condenado en 1998 por complicidad con crímenes contra la humanidad.

Klaus Barbie, arrestado el 19 de enero de 1983, falleció en Lyon el 25 de septiembre de 1991

Dr Mario Burman para Radio Jai

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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