El Gobierno recibió dos alertas sobre el avión venezolano-iraní antes de que aterrizara en Argentina
Hubo un alerta del delegado de la AFI en Paraguay a la central de Inteligencia en la que informaba sobre un avión sospechoso en la región. Y luego el propio presidente recibió datos de la aeronave.
El Gobierno Nacional recibió al menos dos alertas diferentes donde se informaba que un avión iraní-venezolano volaba por la región, se anticipaba que aterrizaría en la Argentina, y se destacaba que, entre su tripulación mixta, entre persas y caribeños, se podían encontrar vínculos con el terrorismo islámico.
Uno de esos avisos fue escuchado en persona por el propio presidente Alberto Fernández cuando encabezaba la comitiva argentina que participó de la Cumbre de las Américas, en Los Ángeles.
El 9 de junio el Poder Ejecutivo conocía los primeros adelantos de una historia que causaría estrépito en la opinión pública varios días después.
El Jefe de Estado tuvo en los Estados Unidos decenas de diálogos con funcionarios norteamericanos. También estaba allí su par paraguayo, Mario Abdo Benítez, tal vez el mandatario más confiable para el Departamento de Estado en la región. Lo mismo para Israel.
Cuando en la Argentina se llenaba de preguntas sobre el avión, las respuestas llegaron desde Asunción.
Un Presidente suele escuchar mucha información que parece ser calificada. Secretos de Estado.
La Casa Rosada no pudo, no quiso o no supo manejar con profesionalismo y seriedad el affaire en Ezeiza con el avión iraní-venezolano. El país sufrió dos atentados terroristas. Permanecen impunes.
La segunda alarma informativa que llegó al Estado sobre este caso provino de Paraguay.
Esas dos alertas fueron previas a que el avión aterrizara en Argentina.
El delegado de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) en ese país, un agente cuyo nombre se resguardará por el secreto de inteligencia, elevó a sus superiores especificaciones sobre un avión iraní que era hasta ese momento una sombra.
Todo ocurrió al poco tiempo que el gobierno de Abdo Benítez recibiera documentación desde los Estados Unidos e Israel donde se ratificaban del peor modo las sospechas más lógicas sobre esa nave y su gente.
El gobierno de Paraguay acudió a las agencias de Inteligencia de esas potencias internacionales cuando detectaron que la aeronave había aterrizado en un aeropuerto cercano a Ciudad del Este el 13 de mayo pasado. El Boeing informó que cargaría paquetes de cigarrillos por un valor de 755 mil dólares: debían trasladar esa carga hacia Aruba. Partió tres días después, el 16 de mayo. Las certezas llegaron justo cuando ya nadie quedaba en aquel país. Rumores no confirmados indican que ciudadanos iraníes partieron incluso en otros vuelos comerciales.
La tripulación de la nave estaba compuesta por siete iraníes y once venezolanos. Demasiadas personas para cargar tabaco en un Jumbo. Ciudad del Este es epicentro de financiamiento ilegal de la organización terrorista Hezbollah. Allí, en la Triple Frontera paraguaya-argentino-brasileña se tramó y ejecutó a distancia el atentado con bomba al edificio de la AMIA en Buenos Aires, el mayor ataque contra una entidad judía desde el Holocausto.
El Boeing ya estaba en otro lado. Los registros indican que fue a Aruba. Desde ese país voló hacia República Dominicana.
El lunes 6 de junio el Jumbo sospechado entró al espacio aéreo nacional. Se detuvo en Córdoba y el mismo día voló al aeropuerto Ministro Pistarini, Ezeiza.
Pasaron tres días de controles, encabezados por diferentes fuerzas de seguridad, cuyas autoridades parecían actuar con ahínco y dudas. Una metáfora de la gestión nacional.
Lo cierto es que, a pesar de las alertas, las autoridades nacionales le permitieron a iraníes y venezolanos salir del país con su avión sospechado y sospechoso.
El Boeing llegó a Ezeiza, salió de Ezeiza, volvió a Ezeiza. En un último intento por escapar del escándalo, la tripulación de un vuelo en el que Venezuela tenía interés en ayudar logró el permiso para despegar a Uruguay. Alertados por Asunción, desde Montevideo no le permitieron avanzar sobre el espacio aéreo uruguayo. Existió una comunicación desde la nave a Paraguay pidiendo aterrizar de nuevo en suelo de esa Nación. Fue denegado.
El plan original del vuelo era otro. El Boeing llegó desde México, con escala en Caracas, a Buenos Aires. Traía repuestos automotores.
La vuelta sería al día siguiente vía Bolivia para reponer combustible. Algo pasó y su tripulación se convenció que no llegaba hacia ese destino.
¿Por qué el Gobierno argentino le permitió a la tripulación salir a pesar de que la Casa Rosada conocía la trastienda macabra del avión?
Esa trastienda llega al terrorismo. A Irán. A un capitán, y a otros probables miembros de las fuerzas acusadas de volar la AMIA.
Hubo desacoples entre diversos organismos públicos sobre esa nave y sus tripulantes.
El “relato” oficial sobre el supuesto desconocimiento de lo pasaba con esa nave singular, y más aún, el énfasis de los voceros K que buscaron instalar la increíble ingenuidad del argumento que afirma que nada podía hacerse con el Boeing, y tampoco respecto a quiénes llegaron en él, porque los papeles de todos y todo estaban en regla. Eso se dijo, como si los grupos terroristas alguna vez buscaran entrar a los países con personas con antecedentes penales en los sistemas oficiales de las naciones.
La AFI alertó lo que se supo en Paraguay antes de que casi el mismo mecanismo del vuelo se repitiera en Buenos Aires.
Justo en esos días el organismo que reúne y analiza la información de Inteligencia cambiaba de jefe. Se iba Cristina Caamaño y llegaba Agustín Rossi. Es una situación traumática que ocurra cada vez que la política modifica la cúpula del servicio secreto.
Clarín está en condiciones de afirmar que el informe que anticipaba detalles sobre el avión pasó por diferentes áreas internas de la AFI.
La secretaria de producción de Inteligencia. La subsecretaría de producción de Inteligencia. El área encargada de la Triple Frontera. La dirección de terrorismo. Y la de Exterior. ¿Qué pasó entonces?
Los agentes y ex de carrera de la AFI están desahuciados porque la ahora ex interventora, Caamaño, destrozó lo poco que quedaba entre el espionaje profesional.
“Doce agentes, no más”, enumeró uno de los viejos jefes de la AFI sobre cuántos espías de hoy pueden hacer bien su trabajo.
Los caminos judiciales de la tripulación del Boeing se enfocaban justamente en la Inteligencia. Los cinco iraníes que llegaron en el avión de Emtrasur a la Argentina tienen miedo. No salen del hotel en el que pasan sus días sin pasaportes, imputados por la Justicia por sus nexos con la Fuerza Al Quds, de la República Islámica de Irán, el brazo armado de los llamados Guardianes de la Revolución.
Los Quds impulsan acciones de terrorismo para expandir la revolución extrema del Islam fuera de su país. Tienen miedo, los iraníes, dejaron trascender a las autoridades nacionales, que les ofrecieron seguridad para visitar una mezquita si es que quisieran realizar allí sus actos de Fe. Lo rechazaron. Los once venezolanos que también eran parte de la tripulación del Boenig 747-300, matrícula YV353, se dejan llevar por otros sentimientos. Su ánimo es diferente al de sus compañeros de vuelo. Una rareza, o no: al menos siete de ellos tienen formación militar. Uno, incluso, llegó al grado de teniente coronel de la aviación bolivariana.
El principal investigado en esta trama, el capitán Gholamreza Ghasemi, piloto del avión de la polémica desde que éste era formalmente usado por Irán, es señalado en informes de Inteligencia del FBI como integrante de Al Quds. La evidencia que recogieron los investigadores judiciales indican además que existen pruebas documentales que demuestran la pertenencia del capitán al terrorismo.
Ghasemi trabaja o trabajó en la red aeronáutica de las empresas de ese país: Mahan Air, Irán Air, y sobre todo Qeshm Fars Air. La flota de esta última compañía trasladó miles de terroristas libaneses, siempre bajo control de Irán, para ayudar al sirio Bashar Al Assad en su combate contra Israel y contra insurgentes internos. Esos mismos aviones cargaron armas también a Damasco, afirma el Estado de Israel. Para los Estados Unidos, Ghasemi es un terrorista. Para la Argentina, podría serlo.
Los investigadores de la causa se inclinan a seguir otra pista preocupante: la nave voló sobre la región, se detuvo en la Argentina y antes en Paraguay, entre otros países, cumpliendo misiones de espionaje. La causa que tramitan el juez Federico Villena y la fiscal Cecilia Incardona se inició bajo hipótesis de que los involucrados son protagonistas de una historia terrorista. El espionaje, o el contra espionaje iraní, es quizás la principal pista que siguen los funcionarios judiciales. El juez Villena es un especialista en terrorismo. Desde su juzgado de Lomas de Zamora impulsó decenas de causas contra diversas personas y agrupaciones que ingresaron a la Argentina como parte de las redes que esparcen muerte por fanatismos religiosos.
¿Podría Ghasemi transformarse en un testigo impensado del caso AMIA?
Él y el avión pasarán mucho más tiempo en Buenos Aires.
Se dijo, los iraníes detenidos aquí muestran su miedo. ¿A enemigos internacionales? ¿O a su propio régimen que no admite errores entre sus jefes que instalaron en buena parte del mundo bases de Inteligencia y de formación de cuadros capaces de inmolarse por su causa?
El fiscal Alberto Nisman, igual que el espía a cargo de AMIA, Antonio Stiuso, ya describieron en sus informes este modus operandi.
Aviones iraníes pasan a manos de Venezuela. El régimen de Nicolás Maduro les abrió así rutas hacia nuevos destinos, antes hostiles. Argentina es considerada un país “amigo” por el chavismo. Al menos hasta ahora.
Mientras tanto, la Justicia avanza en secreto.
El Boeing 747-300, matrícula YV3531, habla. Es una metáfora y no tanto. Sus cajas negras registraron los diálogos de sus tripulantes.
Nicolás Wiñazki
Fuente: Clarin
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