De Selma a Tel Aviv

Por Raul Woscoff

En 1965 se realizó la famosa marcha de Selma a Montgomery en Estados Unidos. Reclamaban ejercer el derecho a voto para los afroamericanos. Martin Luther King Jr era quien encabezaba el reclamo. No iba solo. Entre los muchos que le acompañaban se encontraba el rabino Abraham Joshua Heschel. Este, al final de la marcha, señaló que cuando marchaba, acompañando a King, sentía que rezaba con los pies.

Acertadas palabras del maestro del rabino Marshall Meyer, este ultimo de notoria actividad en defensa de los presos y desaparecidos de la dictadura argentina e integrante de la CONADEP.

Resulta paradójico que quienes marchan y se manifiestan en un ejemplo de actitud cívica y laica, en contra de afiebradas propuestas teocráticas, en Tel Aviv, Jerusalem, Haifa, Netania, Herzlía, y numerosas ciudades de Israel, hacen otra vez realidad la expresión del rabino Heschel.

En Kfar Saba, en el arim ,gran explanada, se escuchó en español la frase: “no pasarán”. La consigna acuñada en la batalla de Verdún y que hicieron suya los republicanos españoles atronaron el espacio.

Los manifestantes van poblando las calles aledañas y se encaminan decididos al lugar de encuentro.
Conmueve el anciano que llega con su bandera y pequeña silla para agitarla en medio de muchas que flamean al viento.
Su nieto lo abraza mostrando a diferentes generaciones unidas en una actitud de inquebrantable propósito.
Impresiona observar aqui que quienes protestan, llevan, su propia bandera.
Simbiosis poco común dónde lo colectivo no ahoga lo individual.
Dónde quien lleva la suya expresa, con esa actitud, que siendo de todos, le es propia.

La protesta israelí es singular. No piden modificar la situación actual como ocurre en reclamos similares en otros lugares del mundo.
Piden, a gritos, mantener la democracia que ha asegurado los derechos de las minorías, que ha limitado los excesos del poder.

Quienes se manifiestan saben que el lugar donde se miden realmente las fuerzas entre el gobierno y amplios sectores de la sociedad es la calle, son las plazas, en definitiva, el espacio público.

Las marchas y protestas públicas constituyen la expresión clara del compromiso de sus participantes, que perciben en riesgo la democracia. Ese sistema imperfecto pero que asegura sus derechos.

Reclaman, en definitiva, en defensa propia.