Prioridades
No hace setenta y dos horas leía en Haaretz un artículo del controvertido self-hating-Jew Gideon Levy, uno de sus principales y más agresivos columnistas; Levy titulaba: “¿se me permite elogiar a Netanyahu?”. El artículo versaba en la razón para hacerlo: la ponderación del Primer Ministro en la respuesta a los misiles que desde Gaza volvieron a asolar el sur de Israel con la excusa de la muerte por inanición de Khader Adnan. La ponderación y prudencia de Benjamín Netanyahu es a esta altura sólida y probada. Su estrategia militar es pretendida aunque no infaliblemente selectiva, y su reticencia a poner tropas en el terreno digna de elogio. Netanyahu es un político, no es un militar. En lo personal, es de las pocas características suyas que todavía merecen mi reconocimiento.
El asunto es que cuarenta y ocho horas más tarde Israel había asesinado, selectivamente, a tres comandantes de Hamas en Gaza, entre otras operaciones “menores”. Cuando parecía que Israel había decidido “ignorar” la última ronda de misiles desde Gaza, golpeó con toda su fuerza y efectividad. Como consecuencia (sin juicio de valor), esta mañana hemos amanecido con la noticia de la reacción de Hamas con misiles de más largo alcance, el aeropuerto internacional de Ben-Gurión detenido en sus operaciones, y gente refugiándose en la autopista Ayalón en Tel-Aviv. Entre las “protestas” del sábado por la noche pasado y las del próximo, una buena y realista dosis de lo que significa ser un Estado judío, en particular en esta zona del mundo.
Haaretz en su editorial de hoy culpa a Ben-Gvir y su discurso incendiario de la reacción israelí; se ve que rápidamente archivaron el artículo de Gideon Levy, aunque me consta que el periodista no incide en el gobierno de Netanyahu mientras que el extremista sí: amenazó con hacer caer la coalición. Una posibilidad que seguramente, en el contexto doméstico e internacional que está atravesando Israel, muchos de los “socios” de la coalición estén considerando.
Habrá que ver quién traiciona primero. Seguramente será por los temas internos; en cómo enfrentar al enemigo creo que el consenso es general. Como dijera el analista político Alberto Spectorovsky en una conferencia, casi todo el espectro político israelí hoy es “derecha” en términos de seguridad.
Dada esta nueva coyuntura, la pregunta de los judíos que hemos elegido ser parte de aquella causa por un Israel plural y diverso, ¿cómo seguimos adelante? La situación con la cual amanecimos hoy pone en un postergado segundo plano la controversia en torno a la “reforma judicial”, el “primer” Israel en oposición al “segundo” Israel, la lucha por el relato judío común, y la prevalencia del interés tribal por sobre el interés nacional. Si el aeropuerto está jaqueado, Israel debe ser más uno que nunca, la “reforma” encajonarse más tiempo, y las tribus diluirse en el colectivo. Una cosa es que una manifestación corte la autopista, una muy otra que un proyectil consiga abrir un pequeño cráter a lo largo de su recorrido.
En una columna semanal es muy difícil hablar de actualidad y mucho menos especular. Es más relevante hablar de valores. En su poema “The Road not Taken” el poeta Robert Frost juega con la ambigüedad que sólo la poesía nos permite: uno elige un sendero porque no puede elegir ambos pero siempre sabrá que algo ha perdido en el camino. El cruce de caminos entre las exigencias de seguridad nacional y las aspiraciones ideológicas es casi excluyente por definición: si tomamos un rumbo, no podemos tomar el otro. ¿O sí?
Israel es siempre un camino a recorrer mientras otro se posterga. Cuando somos confrontados, recorrer el camino de las definiciones internas o existenciales, resulta más difícil y peligroso.
A su vez, el estado de permanente amenaza ha postergado los temas que hemos afrontado en los últimos meses. Estos días nos demuestran, parafraseando el Talmud, que estos y aquellos son los asuntos verdaderos que nos ocupan.
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