“La historia contada por el sionismo es, según nuestra visión, muy falaz”
Liliana Córdova es judía. Maestra, nacida en París de padres lituano polacos y educada en Buenos Aires. Ella vivió 14 años en Israel. Luego se fue a Francia, donde trabajó como pedagoga e hizo estudios de letras hebreas e hispanoamericanas.
Liliana Córdova está jubilada y en 2008 se adhirió, junto al movimiento al que pertenece, a la petición de boicot internacional a Israel.
Después de jubilarse vivió en Málaga, en Marruecos y ahora, desde hace año y medio, en Madrid. Esta semana visitó Valladolid para asistir a la presentación de una proposición para que se reclame, vía Gobierno español, que Israel ponga fin a las detenciones de menores.
Liliana Córdova es antisionista. “Piensan que es un oxímoron”, admite, cuando se le pregunta por esta aparente contradicción. Recurre entonces a una explicación histórica sobre qué es el sionismo y por qué un judío puede cofundar, como es su caso, la Red Judía Antisionista Internacional.
“Se ha creado una asimilación entre judaísmo y sionismo, advierte. Una identificación que no tiene nada de casual, sino que responde a una estrategia planificada. El sionismo tiene las mismas bases ideológicas del antisemitismo, porque considera que nunca van a poder integrarse en una sociedad europea porque los no judíos nacen ya en su ADN con una repulsión hacia los judíos y por eso necesitan su propio Estado para protegerse”, dice Kaczerginski.
El contexto histórico ha servido, asegura, para que los sionistas construyan un relato que les ha servido para justificar lo que no deja de ser una acción colonial.
“Ocupar un territorio, Palestina, y asentarse en él a costa de expulsar paulatinamente a los nativos, nació como un colonialismo de asentamiento, que no es el único.
Fue el mismo caso de Inglaterra en Nueva Zelanda.
No es como el otro colonialismo, de explotación, en el que no se quiere expulsar a los nativos, sino explotarlos para obtener beneficio económico.
El sionismo se acomodó muy bien como respuesta al antisemitismo que estaba teniendo auge en Europa del Este y también occidental. Y a Inglaterra y Francia les interesaba contar con aliados en esa zona del mundo”.
Según Liliana Córdova Kaczerginski, no existe ninguna relación histórica entre ser judío “y ser sionista, que era un movimiento político que, por otro lado, era minoritario en torno a mediados del siglo XX. La historia contada por el sionismo es según nuestra visión muy falaz y se lleva a cabo con metas muy concretas, como la de intoxicar no solo a los judíos, sino a los no judíos occidentales, con la narración de una nación judía expulsada de Palestina hace tres mil años y los derechos históricos sobre la Tierra Santa, que son solo de los judíos”.
Descomponer ese relato es el fin último de la Red Antisionista de la que esta activista judía forma parte. Porque, afirma, “no hay derecho a venir y expulsar a un pueblo nativo de un territorio. Por eso es preciso desmitificar y deconstruir esa narrativa que se constituyó de manera tan laboriosa”.
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