El mes del orgullo LGBTIQ+ en Israel: sobre la democracia, las libertades civiles y el derecho al amor
Por Esteban Silva, para Radio Jai
Mientras escribo estas líneas, en Jerusalén se está realizando la primera marcha PRIDE del mes de junio en territorio israelí. Cada año en el sexto mes del calendario gregoriano, la comunidad LGBTIQ+ celebra en total libertad, seguridad y alegría su identidad, protegida efectivamente por las leyes de una democracia vibrante en el Medio Oriente.
El Estado de Israel se constituye como un oasis para las diversidades sexuales en el Medio Oriente, donde israelíes, palestinos e inmigrantes viven su identidad en plenitud, y en el cual la ciudadanía posee un rol activo y consciente en la reivindicación de sus derechos.
En los últimos meses, y bajo la influencia de la coalición política que empuja una reforma judicial que amenaza la integridad de las instituciones democráticas del país, muchos políticos han esgrimido argumentos para atentar contra los derechos y libertades de las diversidades sexuales en Israel. La facilidad que busca cierto sector del espectro político para modificar normas y hegemonizar el país también pone en tela de juicio las libertades conquistadas por todas las minorías, incluyendo a la comunidad LGBTIQ+.
¿Qué hace a Israel un país próspero en la protección de los derechos de las diversidades sexuales? ¿Cuál es la situación de las comunidades LGBTIQ+ en Medio Oriente? ¿Cuál es la situación de la comunidad en territorio palestino?
Israel: protección estatal y ciudadanía consciente
Tras la declaración de independencia en 1948, David Ben-Gurión realizó concesiones al sector religioso ortodoxo frente a las presiones por la legitimidad del naciente Estado judío. Así, el Gran Rabinato constituido en el país rechazó la posibilidad de la existencia del matrimonio civil. Hasta hoy, las autoridades rabínicas mantienen el control exclusivo del matrimonio y el divorcio.
Hubo que esperar hasta 2007 para la celebración de matrimonios “civiles” para la población no judía, y hasta 2010 para el reconocimiento de los matrimonios civiles realizados fuera del país, con el objetivo de establecerse en el territorio a efectos legales. En 2006, el Tribunal Supremo Judicial ordenó el registro de tres matrimonios homosexuales realizados en el extranjero y su aplicación a la Ley de Matrimonios existente, y desde entonces mediante la unión civil tienen los mismos derechos y deberes que cualquier matrimonio secular en el país; asimismo, en 2017 el gobierno estableció los criterios para la adopción sin restricción de orientación sexual, así como el trato igualitario para parejas del mismo sexo.
Sin embargo, no ha sido un camino fácil para la comunidad. Las tres grandes religiones abrahámicas presentes en el país (judaísmo, islam y cristianismo) y sus escisiones, en su mayoría rechazan el matrimonio homosexual y mantienen una conducta determinada frente a las diversidades sexuales. En el campo laboral, recién en 1992 la legislación que protegía a empleados contra la discriminación por orientación sexual fue aprobada. Desde 2014, todo crimen violento motivado por la orientación sexual se considera un crimen de odio y posee un tipo jurídico especial.
La lucha por la tolerancia y los derechos también se ha librado a nivel militar. En 1956, dos soldados del Tzahal fueron juzgados por actos homosexuales, siendo condenados por “conductas sexuales contrarias a la naturaleza” a un año en prisión. Sin embargo, en 1960 la Suprema Corte limitó la aplicación de leyes contra la homosexualidad, y a partir de 1993 los soldados gays, lesbianas y bisexuales forman parte de las Fuerzas de Defensa de Israel, sin ningún tipo de restricción. En 2013, Shachar Erez (joven transgénero) se graduó del ejército como oficial masculino, siendo el primer caso de su tipo en las FDI.
En 1998 se institucionalizaron en el país las comunidades LGBT, que anualmente celebran su identidad mediante las PRIDE Parade en las principales ciudades: Jerusalén, Haifa, Hadera, Petah Tikva y Tel Aviv. La PRIDE Parade de Jerusalén, tradicionalmente la primera en realizarse en el mes de junio, ganó notoriedad internacional cuando en 2005 el entonces alcalde de Jerusalén, Uri Lupolianski, se interpuso junto a políticos ultraconservadores para buscar disolver la marcha mediante la justicia. Lupolianski perdió la demanda, y la alcaldía se vio obligada a aportar fondos y seguridad para este evento. Lamentablemente este desfile no ha sido ajeno a la violencia, tanto del sector ultraortodoxo como las demandas de otras religiones y la amenaza terrorista. El último gran incidente data de 2015, cuando Yishai Shlisel (ultraortodoxo residente en Jerusalén) apuñaló a tres personas en plena marcha, matando a una de ellas.
De acuerdo al pulso social en información del Jerusalem Post (2016), el 76% de israelíes muestra apoyo al matrimonio homosexual y la adopción homoparental, y cerca del 80% se mantienen de acuerdo en que los soldados pertenecientes a la comunidad LGBTIQ+ puede servir en igualdad de condiciones en las FDI.
Israel se ha visto acusado por sus opositores de “pinkwashing”; esto es, de usar la causa de la comunidad LGBTIQ+ para “limpiar la imagen del país” ante la opinión pública. El tratamiento de los derechos de la comunidad es, sin duda alguna, una bandera que diferencia al régimen israelí de la gran mayoría de países en la región.
La situación de las comunidades LGBTIQ+ en el Medio Oriente: una señal de alarma para el mundo
El pasado miércoles 31 de mayo, Hamás expresó públicamente su rechazo a la PRIDE Parade en Jerusalén, considerándola una “marcha de pervertidos y desviados”. Esto puede resumir en gran parte la visión del asunto en la región, una de las zonas menos seguras para las comunidades LGBTIQ+ en el mundo.
En 10 de los 16 países del Medio Oriente, la homosexualidad está prohibida y puede ser castigada con la muerte (Irán, Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Yemen, Palestina, entre otros). En 5 países restantes, no es castigada con la pena capital. Regímenes como el fundamentalismo de los ayatolás iraníes han aplicado castigos y torturas inhumanas, condenadas por la comunidad internacional (véase el caso de los adolescentes Mahmoud Asgari y Ayaz Marhoni, ejecutados en 2005). No escapa al caso la dinastía saudí y las penas de cárcel por cross-dressing, o la penalización de los Emiratos Árabes que equiparan y reducen las diversidades sexuales a la “sodomía” (castigada con la muerte). Otros países como Líbano y Siria no ilegalizan a las diversidades sexuales, pero no las protegen frente a las diversas amenazas sociales propias del fundamentalismo religioso.
De acuerdo a Human Rights Watch en su reporte de febrero de 2023, 5 países de la región son acusados de arrestos arbitrarios y tortura contra personas pertenecientes a diversidades sexuales: Egipto, Iraq, Jordania, Libia y Túnez. Rashia Younes, activista árabe por los derechos LGBTIQ+, asegura que las policías de estos países han usado la tecnología para rastrear y realizar escuchas ilegales contra estos ciudadanos, convirtiendo a estos medios en herramientas para la persecución estatal. Todo esto viene permitido por una precariedad en la situación jurídica de las diversidades sexuales.
En ese sentido, países como Israel y Turquía (en menor medida) representan una innovación a la regularidad en la región, con grandes comunidades y protección legal a las diversidades sexuales en sus territorios.
Las diversidades sexuales en Palestina: amenazados por el terrorismo
En los territorios palestinos, la homosexualidad es ilegal y penada con muerte en Gaza, pero no en Cisjordania, aunque los derechos de ese colectivo no son protegidos en ninguno de los dos.En 2016 Hamas ejecutó a Mahmoud Ishtiwi, por homosexual. Ishtiwi era un alto comando de las Brigadas Al Qassam, brazo armado del grupo terrorista, que fue condenado en el tribunal militar de la propia organización bajo el cargo de “depravación moral”. Según Human Rights Watch (2017), Ishtiwi fue torturado y posteriormente fusilado por orden de los altos mandos.
El documental Oriented, estrenado en Israel en 2015, deja ver una nueva situación relacionada al asunto: palestinos pertenecientes a la comunidad LGBTIQ+, escondidos en Israel y con parejas de origen judío, que escapan de una situación de rechazo de corte religioso y nacionalista.
La primera organización representante de la comunidad es Al Qaws, surgida en Jerusalén Este en 2001, perseguida por la Policía Nacional de Palestina bajo el argumento de “perpetuar la sodomía”. Pese a todo, continúa aportando apoyo, asesoramiento y asilo a poblaciones vulnerables perseguidas por condición de género y raza en el país.
A modo de conclusión: la opinión del autor
Una democracia que se vanagloria de ser vibrante y vanguardista no puede permitirse el rechazo a los derechos de las minorías, las poblaciones vulnerables y las diversidades sexuales. El argumento de la “igualdad ante la ley” cae completamente desbaratado cuando las condiciones en las cuales se desarrollan las personas no son iguales, ni mucho menos justas; el deber de los Estados es compensar este vacío, equiparando la tabla para ofrecer un acceso equitativo e integral a los derechos y libertades civiles.
De la misma forma, la idea de la democracia está completamente ligada a la formación de una ciudadanía consciente, que conoce sus derechos y deberes y respeta los límites de la libertad individual (“donde comienza tu derecho termina el mío”). Los valores de la tolerancia, el respeto y la aceptación de la diversidad en todos sus aspectos son fundamentales para considerar que una sociedad es verdaderamente democrática y libre. El derecho al amor irrestricto, sin límites ni prejuicios, debe ser parte de la educación de una nueva sociedad; el pleno entendimiento de que las personas somos iguales por nuestra esencia y no por nuestras elecciones, y que nuestra identidad es válida en una sociedad que constantemente le da la espalda al diferente.
En Israel, miembros de la coalición política liderada por Benjamín Netanyahu (y aplaudida por muchos de nuestros poco ilustres líderes latinoamericanos) ha sido capaz de comparar a las diversidades sexuales con animales, proponiendo militarizar la zona para prohibir sus manifestaciones y pretendiendo retroceder 50 años en el tiempo para criminalizar su identidad. Esto pone al Estado al nivel de sus propios enemigos, aquellos que odian la libertad y en nombre de sus banderas matan y reprimen impunemente a la comunidad LGBTIQ+.
Tanto para la comunidad internacional como para la sociedad en su conjunto, el reconocimiento de los derechos y libertades de las diversidades sexuales es una necesidad histórica, una reivindicación, un compromiso frente al cual no se puede estar de espaldas a la realidad.
No cerremos los ojos ante la gran cruzada por los derechos de una comunidad que lucha y resiste en todo el mundo. Que este mes del orgullo sea el recordatorio valiente de un compromiso valiente, que grita y propaga alrededor del globo el derecho al amor sin distinciones.
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