La aprobación de la primera Ley de Reforma Judicial agrava la crisis en Israel
La doctrina de la razonabilidad, ahora anulada, permitía al Tribunal Supremo revisar y revocar decisiones o nombramientos gubernamentales
Tras casi 30 semanas de protestas en un Israel más dividido que nunca, el anuncio de miles de reservistas de renunciar a su servicio voluntario, los avisos del empresariado, el sindicato y el presidente estadounidense Joe Biden, una huelga general, los sondeos adversos, la caída del valor del shékel y la subida de la crispación, el Gobierno votó en la Knésset la primera ley incluida en su plan de la reforma judicial. El polémico proyecto lanzado en enero por la coalición ultraconservadora ha destapado una guerra identitaria que fractura el país en uno de sus momentos más tensos como se ha constatado este lunes por la noche, horas después de la votación de la norma, con protestas en varias ciudades y el bloqueo masivo de la principal vía de acceso de Tel Aviv que desembocó en los enfrentamientos entre manifestantes y policias más violentos en los últimos meses.
Al ceder ante el ala más militante de su Gobierno a favor de limitar el poder del Tribunal Supremo (TS), el primer ministro Benjamín Netanyahu evita una crisis política que hubiera hecho tambalear la silla que ocupa de nuevo desde hace siete meses, pero agrava una más amplía e incluso histórica a nivel nacional, económico, social y diplomático con efectos ya palpables en el ejército.
“Bibi tiene coalición, pero perdió a su pueblo”, afirma el ex responsable de seguridad interna (Shabak), Nadav Argaman, sobre quien fuera su jefe directo (2016-2021) tras la aprobación de la ley que anula el “criterio de razonabilidad” con el que el TS podía, entre otros instrumentos, intervenir en decisiones, nombramientos y destituciones del Gobierno.
Minutos después de la votación (64 contra debido al boicot de los diputados de la oposición que salieron del pleno al grito de “vergüenza” tras presentar un récord de 27,676 reservas a la enmienda), decenas de miles de israelíes renovaron la ola de protestas especialmente en Tel Aviv, Jerusalén y Haifa mientras la Bolsa sufría pérdidas y varios recursos de impugnación eran enviados al TS para que la tumbe. La oposición promete anularla si vuelve al Gobierno.
“Hicimos una acción democrática necesaria. Cumplir la voluntad del elector no es el fin de la democracia, sino la esencia de la democracia”, declaró Netanyahu en una intervención televisiva en la que señaló que durante tres meses aceptaron frenar la legislación y ofreció diálogo a la oposición sobre la reforma.
Bajo la sombra de la amenaza sobre la seguridad que supone el abandono anunciado de más de 11.000 reservistas (entre ellos 550 pilotos) si no se consensua la ley y del temor a que la fractura interna sea irreparable, el presidente Isaac Herzog buscó un pacto que calmara tanto la ambición de la coalición por “reducir el exceso de poder de los jueces” como el temor igualmente profundo de la oposición en la Knésset y en la calle ante “la pérdida de la independencia judicial”. Lo intentó el ex alto funcionario de Justicia, Raz Nizri, que revela dos obstáculos que frustraron la mágica fórmula jurídica y política: “Una profunda desconfianza entre las partes y el temor de lo que dirán en sus respectivas bases”.
La jornada empezó con noticias dignas de los dramáticos tiempos en Israel. Netanyahu salió del hospital Sheba tras la implantación de un marcapasos en un procedimiento quirúrgico de emergencia y se dirigió directamente a la Knésset donde miles se manifestaban en sus accesos. “Nuestra sentada es una protesta pacífica contra el inicio del plan para acabar con la democracia”, decía Ziv armado con una bandera israelí y cerca del parque donde los que completaron este sábado la marcha a pie desde Tel Aviv a Jerusalén levantaron tiendas de campaña.
En el interior del Parlamento, se vivieron momentos de tensión ante los ojos de todo el país. “¡Dame algo!” le pidió el ministro de Defensa, Yoav Gallant al de Justicia, Yariv Levin durante la votación en una negociación in extremis para lograr un consenso. Netanyahu, sentado entre los dos, optó por Levin y el ala más radical y no por Gallant preocupado por el daño en la cohesión y capacidad del ejército. El ex ministro de Defensa, el opositor Benny Gantz se llevó la impresión de que “la situación de seguridad es muy preocupante” tras reunirse con el jefe del ejército, Herzi Halevi que le expuso las amenazas regionales y la situación en el ejército azotado por la crisis. En una reunión con el líder de la oposición, Yair Lapid, el jefe de Shabak, Ronen Bar mostró su preocupación ante el “gran riesgo de violencia y caos en la sociedad”.
“Netanyahu no es realmente el primer ministro, sino que es rehén de Levin e Itamar Ben Gvir (polémico ministro de Seguridad Nacional). Se trata del Gobierno más irresponsable en la historia de Israel. Quiere desmantelar la democracia y la unidad del Estado”, acusó Lapid que impugnará la ley ante el TS. Para Levin, sin embargo, se trata del “primer paso en el importante proceso histórico de corregir el sistema judicial y restaurar los poderes que le fueron quitados al Gobierno y a la Knésset durante muchos años”. Ben Gvir, cuya sola presencia en el Gobierno, incluyendo sus declaraciones, provoca la ira de los manifestantes, pide el avance de restos de propuestas: “Es solo el principio. Con esta ley, el país es más democrático y judío”.
Biden había pedido a Netanyahu que no llevara a cabo la ley de forma unilateral y debido a los desafíos y amenazas de seguridad que afronta Israel avisó de que las reformas sin consenso “solo amplían las divisiones y no las reduce”. Tras la aprobación, la Casa Blanca consideró “desafortunado” que la norma fuera aprobada “con la mayoría más pequeña posible” e instó al liderazgo israelí a dialogar porque “grandes cambios democráticos requieren consenso”.
Pero lo que está en juego en Israel no es solo el plan de Levin y ni siquiera el texto más o menos razonable contra el principio de razonabilidad, sino, como coinciden los dos grandes sectores, la identidad del país en el sensible equilibrio entre su carácter judío y democrático.
Fuente: El mundo
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