El Estado Anómalo
Esta semana me llamó la atención un titular en el mailing de la radio: “¿Le da la razón la tradición judía a Javier Milei cuando dice que el Estado es una anomalía?” El artículo está firmado por el jurista Miguel Nathan Licht. El autor hace referencia a la cita que hiciera Milei del capítulo 8 del libro de Samuel en el Tanaj.
La argumentación de Licht es exhaustiva y de tipo jurídico y tal como yo la entiendo da por tierra la postura del candidato. Licht recorre el Tanaj y rescata suficientes argumentos para refutar a Milei. Asumo que la polémica en torno al tema apunta a la realidad argentina, sobre la cual no me he pronunciado jamás.
Repasando la fuente (I Samuel 8) resulta que el pedido del pueblo es un rey que los juzgue cuando ya el viejo sistema está perimido y corrupto. El propio Dios reconoce que el pueblo demanda autoridades más terrenales pero también igualmente justas; además, quieren un líder para “que salga delante de nosotros para luchar en nuestras batallas” (8:20) En definitiva, lo que el pueblo demanda es precisamente un Estado. En todo caso, “la tradición judía” podría darle la razón a Milei pero no en base al libro de Samuel sino en base a procesos históricos que nacen con la monarquía y se prolongan hasta la caída del 2º Templo; un milenio no parece ser una anomalía sino una etapa.
Precisamente por las altas demandas morales tal como están planteadas en la Torá el “poder secular” (cito a Licht) es siempre imperfecto y mejorable, plagado de crisis y divisiones, conflictos e injusticia; ese es el mundo terrenal. Saúl es ejemplo de ensayo y error. La nueva dinastía se funda en un rey carismático pero injusto y autoritario, David; lo sucede otro rey, Salomón, ambicioso e idólatra; y finalmente acaece un sisma que llevará a la desaparición de Israel.
Dios y sus mandamientos quedan ubicados, para siempre, en el plano de los ideales y las aspiraciones. Por si no fuera suficiente, el calendario hebreo consagra diez días al poder supremo de Dios: los días piadosos que estamos trascurriendo esta semana, culminando en Iom Kipur. No en vano el Día de Expiación cierra bendiciendo a Dios como Rey para siempre (Baruj Shem Kevod Maljutó leOlam VaEd).
La tensión entre religión y Estado es una constante en la historia judía, como bien lo señala Paul Johnson. Esa misma historia demuestra que cuando los judíos (o el antiguo Israel) no tuvieron Estado, su condición fue de perseguidos, asesinados, expulsados, asimilados, y exterminados, como intentó el régimen Nazi. El Sionismo incipiente, un “Estado” muy precario por cierto, permitió derrotar el fin último de la Shoá. Él Sionismo, la idea de un Estado Judío en la Tierra de Israel, no sólo no es una anomalía: es justicia histórica. Por imperfecto que sea, los judíos tenemos un Estado.
En febrero de 2020 nuestro blog TuMeser publicó una entrevista de 2017 al filósofo judío George Steiner que había fallecido recientemente (https://tumeser.com/2020/02/07/george-steiner-zl/). Vale la pena tomarse el tiempo de leer la entrevista en su totalidad. Sin embargo, en forma muy burda, podría decirse que Steiner coincide con Milei. La gran diferencia, absolutamente excluyente, es que Steiner se refiere al Judaísmo en particular, mientras que Milei, tal como se entiende de la referencia del Dr. Licht, hace una generalización.
Lo relevante, leamos a Milei, Licht, o Steiner (salvando las diferencias), y en el contexto actual en Israel, es ser conscientes de la complejidad que supone conjugar un “un reino de sacerdotes y un pueblo santo (Éxodo 19:6) con las necesidades y desafíos terrenales. Para poder ser la “aristocracia” moral e intelectual por la cual Steiner define lo judío, debemos primero existir como tales; para ello, debemos dejar de ser “invitados” en el mundo (otro concepto de Steiner) para convertirnos en protagonistas. O como dijera más prosaicamente Amos Oz en su última conferencia: “no quiero volver a ser una minoría” (https://youtu.be/rwrW71Q3Z8U?si=o96qfLYyXkiBlOJz).
Este Iom Kipur 5784 conmemora cincuenta años de la Guerra de Iom Kipur en 1973. Se pasó, en cuestión de minutos, de lo espiritual a lo existencial en todo Israel y en todo el pueblo judío. Fue casi simultáneo. Este Iom Kipur nos encuentra una vez más empecinados en elevarnos, aunque sea por unas horas, por encima de la dinámica cotidiana de una vida soberana que se ha tornado especialmente compleja. La vida del Estado corre por sus carriles mientras que, haciendo honor a nuestra condición de judíos, seguimos bregando por nuestros valores. Dios (I Samuel 8:22) habilita la creación de un Estado como siguiente etapa histórica recomendando la unción de un Rey tal como reclama el pueblo, no sin advertir los conflictos que un Rey (o Estado) traerá consigo. Es el precio de la soberanía. Todavía estamos en eso.
Que este Iom Kipur estemos rubricados en el Libro de la Vida para continuar con el empeño.
Gmar Jatimá Tová!
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