Aprender las lecciones de la historia: el silencio de los que callan ante el terror
“Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar”. [1]
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El sábado el mundo amaneció paralizado por el horror.
El grupo terrorista Hamas, en un ataque masivo, demencial y sin precedentes desplegado desde la Franja de Gaza, provocó más de 900 muertos y miles de heridos, una tragedia con niños, abuelos y mujeres secuestrados y asesinados.
No hay palabras para manifestar la conmoción y el espanto que nos causa tanto odio injustificado.
Pero a pesar de la repercusión mediática, el clamor ante el desastre se está “entibiando” fuera del mundo judío, desnudando el rostro cruel de la indiferencia: al mundo entero le duele, sí, pero creen que es algo que “les pasó a los judíos” y sucedió “allá en Israel”.
Hace unos años, cuando el terrorismo golpeó con intensidad en las capitales europeas, los medios replicaban “Je suis París”, “Je suis Charlie”, “Ich bin Berlin”, “I am London”, pero hoy, todos dicen sentirse conmovidos pero ningún titular exclama en primera plana: “Yo también soy judío”.
Así es, es más complejo de lo que parece porque hay una realidad ineludible: los judíos de todo el mundo cargamos con el peso del antisemitismo.
Pero tienen que saber que odio que siembra el terrorismo pasa desapercibido hasta que lamentablemente un día es demasiado tarde.
Si los judíos caemos primero, el resto del mundo caerá después. La historia ha demostrado que los judíos somos el “canario en la mina de carbón” del mundo.
Cuando el canario cantaba los mineros sabían que no había peligro, pero si dejaba de trinar y perdía el conocimiento, significaba que debían evacuar la zona: la muerte del canario servía de advertencia sobre un inminente desastre, de la misma forma en que cómo viven judíos en sus respectivas sociedades prueban el Estado de derecho, la seguridad y libertad que existe en aquel lugar.
Cualquier país en el que un judío no puede vivir seguro y en paz es una señal premonitoria de que la libertad, la tolerancia, la dignidad humana y la santidad de la vida se encuentran bajo amenaza.
Para muchos “mineros”, si vive o muere el “canario” judío les puede resultar indiferente, a otros, gratificante, pero no son conscientes que el fundamentalismo también ira tras ellos.
Lo que enfrenta hoy el Estado de Israel es el alerta temprana sobre el peligro que se avecina: a veces las amenazas no son notorias, pero al final el resultado es mortal. El error es no entender el peligro: si dejan “caer los canarios” el precio a pagar será carísimo, y lo pagará todo el mundo libre.
Estos ataques deberían alarmarnos a todos, como un barómetro indicando la presencia del mal, pero el mundo aun no aprendió las lecciones de la historia.
La Mishná enseña que “Sabio es aquel que aprende de todos” [2], y en este caso, más allá de empatizar con nosotros hoy, el mundo debe aprender a abrir los ojos ante la realidad.
Hoy, y una vez más, le decimos NO al terrorismo, NO a la barbarie, NO a toda amenaza fundamentalista que pueda enquistarse y golpear a la sociedad civilizada.
Por eso, lo animo a Ud, mi estimado lector, a unirse al repudio ante el accionar asesino del grupo terrorista Hamás, manifestando apoyo al pueblo de Israel.
Enlutados con todo nuestro Pueblo, expresemos nuestra solidaridad y apoyo al Estado de Israel en su legítimo derecho de defensa para proteger a su población, y acompañemos con una sentida oración a las familias sumidas en el dolor y la incertidumbre.
Aunque nos lastimen y nos causen dolor, el terrorismo nunca va a doblegar a los Bnei Israel. Somos el pueblo de Israel, somos laicos y religiosos, somos de izquierda y de derecha, somos diáspora y Nación, somos ciudadanos del mundo con el corazón palpitando hacia Ierushalaim, somos adultos, jóvenes y niños. Somos Familia.
Estamos convenidos que el principal impedimento para la Paz es el silencio de los que callan ante el terror: así, jamás tendremos diálogo ni paz posible.
Defendamos el valor supremo de la vida, recordando una vez más que los ataques no solo se dirigieron hacia Israel y la comunidad judía, sino a los valores fundamentales de nuestra sociedad.
A la bendita memoria de todas las víctimas. El odio nunca triunfará sobre la vida.
Seba Cabrera Koch
11 de octubre de 2023
[1] Poema de Friedrich Gustav Niemöller, pastor luterano aleman, parte de un sermón pronunciado en la Semana Santa de 1946 en Kaiserslautern (Renania-Palatinado, Alemania). Este poema se atribuye de forma errónea, en muchos idiomas, al dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht.
[2] En Pirkei Avot 4:1 Ben Zomá afirma que es sabio quien aprende de todos los demás: “¿Mi hu jajam? Halomed mikol ejad”.
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