Europa, entre la guerra convencional y la desinformación
Por Ricardo López Göttig
Se van conociendo algunos detalles del entramado de desinformación rusa en Europa y América, que tiene una estrategia bastante similar a la de Irán: la multiplicación de medios oficiales y también con la apariencia de “independientes”, a los que suelen invitar a periodistas, analistas y actores políticos a los que apuestan como factores de creación de un estado en la opinión pública. Es conocido, por ejemplo, como el chavismo e Irán le dieron plataformas de comunicación a Pablo Iglesias y a Podemos en su conjunto en España, y ahora se va conociendo cómo es que Rusia viene colaborando con todo el secesionismo catalán, ya desde 2014 –año de la anexión de Crimea- en adelante.
Esto no es nuevo en la política exterior rusa: ya en tiempos de los Zares, la Ojrana –el servicio de inteligencia del Imperio Ruso- tenía varios agentes desperdigados en las principales capitales europeas. Uno de sus resultados más influyentes, lamentables y con consecuencias desastrosas hasta hoy, fue la propagación del libelo conocido como “Protocolos de los Sabios de Sión”. Esta influencia en las sombras era conocida: Joseph Conrad escribió la novela “El agente secreto”, en el que describe cómo la embajada rusa en Londres financiaba actividades anarquistas en suelo británico. La URSS continuó con esta línea y, teniendo en cuenta los antecedentes como espía de Vladímir Putin, no es extraño ver cómo prosigue en esta vasta campaña de desinformación. Hoy, el propósito es influir abiertamente para que los países occidentales dejen de ayudar militarmente a Ucrania, una narrativa que va ganando terreno en algunos sectores políticos tanto en la derecha como en la izquierda. Si a esto le sumamos la campaña comunicacional antiisraelí –en la cual el régimen teocrático iraní está implicada-, las democracias se encuentran en una difícil situación entre la libertad de expresión y de prensa, y la injerencia de gobiernos extranjeros autocráticos que quieren socavar los cimientos de los sistemas liberales.
Y esto en un año crucial, en el que el debate presidencial en Estados Unidos polariza a la sociedad de ese país y en el que se está bloqueando, por ese motivo, el paquete de ayuda militar en el Congreso por parte del bloque republicano. Desde la izquierda del Partido Demócrata, por otro lado, surgen los sectores militantes pro Hamás que, desconociendo por completo de qué se trata el sistema teocrático autoritario implantado en la Franja de Gaza, cuestionan al presidente desde un progresismo bastante curioso y paradojal, que apoya un movimiento terrorista.
Los gobiernos europeos, finalmente, están comprendiendo que hay una seria posibilidad de que la alianza atlántica se debilite o que incluso desaparezca tras 75 años. Este escenario obliga a actuar anticipadamente a invertir en la defensa, para que la antigua meta del 2% del PBI dedicado a este rubro pase a ser un punto de partida, y con la conscripción de nuevos soldados. Mientras Ucrania ha bajado la edad de la conscripción para llamar a nuevos soldados a sus filas, en Alemania, Italia, Francia y Polonia se están incrementando también la cantidad de efectivos con vistas a un enfrentamiento que puede tomar, quizás, una década para adelante.
El mundo se está enrareciendo aceleradamente y, una vez más, el viejo dicho de que “si quieres la paz, prepárate para la guerra”, mantiene toda su vigencia en el siglo XXI.
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