Kristallnacht Siglo XXI
El fenómeno de la Shoá fue mucho más elaborado y pensado de lo que se creyó en un principio. Tal vez influenciados por una demonización simplista de “los malos” al estilo Hollywood o por el abusado concepto acuñado por Hanna Arendt, “la banalización del mal”, producto del juicio a Eichman, la percepción del fenómeno Shoá se asoció más a un odio instintivo que a un sistema racionalizado del mismo. Si el régimen Nazi pudo perfeccionar la industria de la muerte en forma tan exitosa (que lo fue), no es disparatado pensar que la sistematización aplicara sólo para matar al judío, sino, como señaló Yossi Klein-Halevi en su momento, a la civilización judía en general.
La Shoá comenzó con la Kristtalnacht en 1938: junto con el asesinato indiscriminado de individuos se llevó a cabo la deliberada destrucción de sinagogas, negocios, libros, y la cultura judía en general. Bien podríamos denominar aquello un pogromo cultural. El régimen Nazi y sus aliados sabían bien dónde golpear. No se trataba sólo de matar judíos sino de borrar todo rastro de su existencia física y su legado.
Releyendo estos días el libro de Reza Aslan “El Zelote” (Editorial Indicios, 2014) sobre el contexto histórico del Jesús histórico (valga la redundancia), y tal vez no por casualidad, me llamó la atención lo descriptivo, profundo, y terminante de su relato acerca de la “liquidación” del Templo, Jersualém toda, y la consecuente dispersión de los judíos en toda la extensión del Imperio Romano.
Los elementos del culto del Templo llevados a Roma como trofeos (cuya imagen permanece en al Arco del Triunfo en el Foro romano) suponían imposibilitar, definitivamente, encender la llama judía en Jerusalém. Los Romanos también tenían claro, tal vez sin el elemento del odio racial nazi, que no sólo había que matar y diezmar judíos sino terminar con su cultura (en aquellos años más circunscripta al culto religioso) para así terminar con la sucesión de “guerras de los judíos” que se habían prolongado casi un siglo.
Aun así, no pudieron evitar la rebelión de Bar-Kojba en 132 EC, respaldada por el Rabino Akiva, devenido entonces uno de los eruditos y pilares de la tradición judía que finalmente salvó al judaísmo de su extinción. Si Akiva fue un nacionalista, está claro que el resto de sus colegas fueron despojando la vida judía de toda pretensión nacionalista focalizando su práctica en la Torá y los preceptos.
Pensé en estas instancias históricas, separadas por dieciocho siglos, en relación a los acontecimientos que nos vienen sucediendo a los judíos en los últimos tiempos, en especial desde el 7 de octubre pasado. Aquel día Hamas perpetró el peor pogromo en el último siglo, con la particularidad de que se llevó a cabo en territorio indiscutidamente soberano del Estado de Israel. También en esta oportunidad Hamas supo cómo, dónde, y cuándo desatar el ataque: fue un día festivo y religioso (Simjat Torá), fue en uno de los últimos “bolsillos ideológicos” en Israel, el “borde de Gaza” (kibutzim, ciudades de frontera), y fue cuando Israel estaba erosionado social y políticamente.
Seis meses más tarde, tanto Europa como los EEUU, el mundo occidental por excelencia, está tomado por un movimiento antisemita globalizado. Lo que sucede en los campus universitarios de los EEUU es una versión siglo XXI de la Kristallnacht de 1938: en lugar de destruir el bagaje cultural judío se busca destruir el acceso judío a la cultura y la academia en general; en términos actuales a esto se lo llama “cancelación”. Mientras desde Gaza se invadió territorio israelí y se llevó a cabo la masacre del 7 de octubre, en el resto del mundo, por ahora, se desentienden del “trabajo sucio” pero atacan ferozmente el intelecto judío. El orden de los factores no altera el producto.
La diferencia sustancial entre entonces y hoy es el Estado de Israel. Aún malherido, disfuncional, vilipendiado, presionado por la opinión pública, y empantanado en su interna socio-política, la existencia de un Estado judío supone un límite, en algún punto, al desborde: sea en las fronteras del Estado como en las sociedades donde el antisemitismo prevalece. La milenaria orfandad judía ante el desborde del odio antisemita tendrá coto en algún punto.
Eventualmente.
Creo que nadie puede predecir cómo se superará esta crisis histórica, comparable en su naturaleza, si no en sus proporciones, a la Shoá. Se dice comúnmente que “la historia se repite”; el 7 de octubre nos enseñó que la historia nunca deja de suceder. Que se “repita” o no depende de cómo actuamos en ella.
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio JaiAyuda a RadioJAI AHORA!
HAZ CLIC AQUÍ PARA HACER UNA DONACIÓN