Frustración judía con la ruta de Israel
Por León Trahtemberg
Entre las responsabilidades de los columnistas no están solo las de marcar opiniones para que el público tenga ante sí el espectro de opciones para entender lo que pasa en el mundo, sino también la de reflexionar en voz alta sobre las tribulaciones que nos generan los acontecimientos turbulentos que ponen en jaque nuestra identidad.
Esta columna la publico bajo ese telón de fondo, para compartir mi desazón por lo que está pasando en Israel, que se hizo más intensa luego de la tremenda falla de seguridad del 7 de octubre del 2023, que era la punta del iceberg de muchas otras fallas que están desnaturalizando la imagen derivada de los principios fundacionales del sionismo y del estado de Israel.
Mi activismo sionista empezó hace más de 50 años cuando en el colegio judío vivimos las noticias y comentarios de la guerra de los seis días, cuyo prestigioso resultado nos infló el espíritu judío sionista y la adhesión identitaria con Israel.
En mi vida personal la mayoría de los integrantes de mi familia son israelíes y viven en Israel. En mi vida profesional como líder del colegio judío “León Pinelo” hasta el 2008 y como activista sionista hasta estos tiempos me dio la oportunidad de viajar muchisimas veces a Israel y a recorrer casi todas las comunidades judías de América Latina. De modo que mi ADN familiar y profesional tiene fuertes componentes sionistas.
Desde allí, confieso que hoy, en esta situación que combina el optimismo con el pesimismo al evaluar el futuro de la humanidad, en el caso de Israel empieza a ganar terreno el pesimismo.
Me impacta mucho la contradicción fundamental entre los valores fundacionales sionistas y los líderes israelíes que los representan en la arena política, principalmente de la gama de ortodoxias y ultranacionalismos que encumbran como PM a Netanyahu portador de serias acusaciones de corrupción y de ineptitud. Éste debe liderar una nación que en su fundación creyó en la unidad dentro de la diversidad, bajo el paraguas de sólidas convicciones democráticas y judías. Gobiernos sectarios e indiferentes a las demandas de la población hacen que hablar de unidad nacional en situaciones de crisis como la actual sea una utopía muerta. El fanatismo religioso similar al iraní, que sostiene que solo los israelíes ortodoxos tienen todos los derechos prioritarios, además de la “verdad” religiosa, difícilmente puede generar la adhesión del amplio espectro de los integrantes del pueblo judío y del propio estado de Israel.
Me deja mucho que pensar que la ortodoxia y ultra ortodoxia combinadas con el ultranacionalismo manejen la política de Israel, su imagen pública, sus relaciones exteriores, sus propuestas legales al interior del país, y que crecientes números de ciudadanos de todo el espectro sientan que eso no representa los valores que deberían unir a la sociedad israelí.
Israel está dejando de ser un país valorado por su lucha por la democracia, su ejemplar sistema judicial, su preocupación por los derechos humanos y los grandes aportes a la ciencia, tecnología, medicina y comercio mundial. A los ojos de sus aliados europeos y norteamericanos se está convirtiendo en un país antipático al que hay que sostener al igual que a Arabia Saudita y otras dictaduras árabes por ser activos estratégicos que garantizan sus intereses geopolíticos en el Medio Oriente, más que por la valoración de su perfil humanitario y democrático. El problema es que, bajo esa justificación, en cualquier momento cuando eso les convenga, dejarán a su suerte a Israel
Me pregunto sin tener una respuesta clara qué nivel de adhesión a Israel podrán cultivar los judíos del mundo que sienten que Israel es un estado teocrático sectario, que no representa a los valores judíos y a las aspiraciones sionistas que le dieron origen. ¿Cómo seguir cultivando la identidad sionista con un estado que ha convertido al sionismo en sinónimo de ortodoxia nacionalista? ¿Qué futuro le espera a las comunidades y a los judíos del mundo que incorporaron a su identidad el indubitable vínculo con Israel al que poco a poco le dejan de encontrar sentido? ¿Qué futuro les espera a los propios israelíes que disconformes con la ruta que toma el estado, empiezan a explorar opciones fuera de Israel?
Me imagino que los lectores sentirán que mis tribulaciones están cargadas de pesimismo. Pero siempre me pregunto cuál es la diferencia entre ser realista, pesimista y optimista. Hasta qué punto nuestro “wishful thinking” ya no podrá derrotar nuestro “realistic thinking”.
Creo que todos nosotros, tanto en la diáspora como en Israel, tenemos la obligación, en particular los sectores religiosos, de preguntarnos si imaginamos nuestro sionismo con las características actuales o debemos usar los espacios de los que aún disponemos para nutrir las mentes de los dirigentes para que sean capaces de reformular la dirección hacia la cual estamos yendo.
Como dije al principio, los columnistas que ya somos de la tercera edad y tenemos una visión de los desarrollos del pueblo judío e Israel desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros tiempos, tenemos la obligación de compartir nuestras visiones y preocupaciones, para lo que sea útil, aunque sea como espacio de descompresión de las angustias que nos invaden a todos respecto al futuro.
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