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Mañana 17 de tamuz en tiempo de guerra de 7 frentes

Radio Jai-Mañana 17 de tamuz en tiempo de guerra de 7 frentes

Rab. Yerahmiel Barylka

El ayuno en la Biblia surgió claramente como respuesta a necesidades más espirituales de las personas.

La raíz hebrea de ayuno, tzom (צום), puede usarse como verbo y como sustantivo,  y su significado[1] es “no comió ningún alimento”.

Un modismo sinónimo ʿiná nefesh (lit. “afligir el cuerpo”) incluye el ayuno como parte de un régimen general de abstinencia, un significado más amplio confirmado por lo siguiente:

(a) las leyes que anulan los votos y juramentos de las mujeres que contienen la frase “todos los juramentos abnegados de afligir su cuerpo” [2]

refiriéndose a todas las formas de abstinencia, no sólo al ayuno;

(b) Daniel, que expresamente “se aflige a sí mismo”[3]  no sólo absteniéndose de alimentos selectos, carne y vino (en terminología bíblica, en realidad no está ayunando), sino también de ungirse (10:3); y

(c) el ejemplo del rey David, que, además de ayunar, duerme en el suelo, no se cambia de ropa y se abstiene de ungirse y lavarse[4], aunque el término ʿiná nefesh está ausente). En la poesía bíblica tzom e ʿiná nefesh son paralelos pero no sinónimos. De hecho, un versículo[5] indica que es más bien la raíz tzom la que ha adquirido el sentido más amplio de ʿiná nefesh: “…que un hombre incline la cabeza como una enea y haga su cama sobre saco y ceniza, ¿es esto lo que llamáis ayuno…?”. Así, los rabinos declaran que ʿiná nefesh, ordenado para el Día de la Expiación[6]  consiste no sólo en ayunar, sino en otras formas de abnegación, como abstenerse de “lavarse, ungirse, calzarse y cohabitar”[7]

El ayuno está atestiguado en los estratos más antiguos de la literatura bíblica y no cabe duda de que el ayuno espontáneo estuvo muy extendido desde los primeros tiempos, tanto entre individuos como entre grupos. En el ritual practicado en el Primer Templo, el ayuno era claramente una característica permanente [8].

La muerte de un líder nacional (por ejemplo, el rey Saúl) podía iniciar un ayuno de un día de duración[9] o, alternativamente, el ayuno podía observarse durante siete días[10].

La autoridad para proclamar un ayuno público recaía en los ancianos de la comunidad local, quienes, sin embargo, podían ser presionados por el palacio real para proclamar un ayuno (por ejemplo, para la perdición de Navot[11]).

Los fines del ayuno son diversos. Su función más ampliamente atestiguada, tanto para la comunidad como para el individuo, es evitar o poner fin a una calamidad suscitando la compasión de Dios. Por ejemplo, Dios mitiga el castigo de Ajab porque ayunó y se humilló[12]

El rey David ayunó con la esperanza de que “el Señor tenga piedad de mí y el niño viva. Pero ahora que ha muerto ¿para qué voy a ayunar?[13]

Muchos otros pasajes indican también el uso del ayuno como medio para ganar el perdón divino lo que implica que el ayuno es básicamente un acto de penitencia, una expresión ritual de remordimiento, sumisión y súplica.

El ayuno se practicaba como preparación para la comunión con los espíritus de los muertos o con la Deidad, como cuando Saúl ayunó el día anterior a la aparición de Shmuel[14].

Para que se le concediera una teofanía, Moisés ayunó hasta 40 días[15] . [dos veces, según Devarim 9:9, 18]; Eliahu, en I Melajim-Reyes 19:8. En las dos ocasiones en que las oraciones de Daniel fueron respondidas por medio de una visión Dan. 9:20 ss.; 10:7 ss.), sus rituales preparatorios incluyeron el ayuno Dan. 9:3; 10:3). La sorpresa de los mensajeros cuando el rey David se negó a ayunar tras la muerte del hijo que le había dado Betsabé II Sam. 12:21. Cuando una calamidad, humana o natural, amenazaba o golpeaba a toda una comunidad, se proclamaba un ayuno público. Así, Israel observó ayunos en sus guerras contra Benjamín (Jue. 20:26), contra los filisteos (I Sam. 7:6; 14:24), y sus enemigos transjordanos. (II Crón. 20:3); del mismo modo se observaban ayunos con la esperanza de evitar la aniquilación por los babilonios (Yirmiahu 36:3, 9; véase más adelante) y por los persas (Ester 4:3, 16).

El propósito de los ayunos en tiempos de guerra era buscar la intervención directa de Dios (vg, I Sam. 7:9 ss.) o el consejo transmitido a través de un oráculo (vg Jue. 20:26-28). El ayuno servía para suplicar a Dios que pusiera fin a una hambruna causada por una plaga de langostas (Joel 1:14; 2:12, 15), y para aliviar la opresión del dominio extranjero (Nejemia 9:1). Como medida preventiva o de intercesión, el ayuno se utilizaba para alejar la amenaza del castigo divino, ejemplificado por el ayuno declarado por la supuesta maldición de Navot a Dios (I Melajim-Reyes 21:9) y tras la profecía de Jonás sobre la perdición de Nínive (3:5).

.La evidencia bíblica citada hasta ahora indica que el ayuno, tanto individual como colectivo, era una reacción espontánea a las exigencias. En el período pre-exílico no hay constancia de días de ayuno específicos en el calendario anual (excepto el Día de la Expiación).

Hay constancia de un día de ayuno en tiempos de Jeremías (Yirmiahu 36:3 ss.), pero éste también se originó como un rito de emergencia (“se proclamó un día de ayuno”, versículo 9) y no se repitió. Esa porción de Isaías que describe un ayuno (Isa. 58:3ss.) se convirtió en la lectura de la Haftará para el servicio matutino del Día de la Expiación, pero el texto difícilmente puede estar hablando de una observancia del Día de la Expiación (cf. v. 4).

Los días de ayuno fijos son mencionados por primera vez por el profeta postexílico Zacarías, que proclama así la palabra del Señor: “El ayuno del cuarto mes, el ayuno del quinto, el ayuno del séptimo y el ayuno del décimo…” (Zac. 8:19; cf. 7:3, 5).

Según la tradición judía, estos ayunos conmemoran los acontecimientos críticos que culminaron en la destrucción del Templo: el diez de tevet (el décimo mes), el comienzo del asedio de Jerusalén; el 17 de tamuz (el cuarto mes), la ruptura de las murallas; el nueve de av (el quinto mes), cuando el Templo fue destruido; y el tres de tishri (el séptimo mes), cuando Guedalia, el gobernador de Yehudá nombrado por Babilonia, fue asesinado.

Jeremías fecha la destrucción del Primer Templo en el diez de av (52:12ss.), mientras que II Melajim-Reyes reivindica el séptimo (25:8ss.); no hay, sin embargo, ningún testimonio bíblico para el noveno. Es sorprendente que se proclamara un día de ayuno permanente por el asesinato de Guedalia, que era un títere de Babilonia y no un miembro de la Casa de David. Por último, no hay ninguna autoridad bíblica para el 17 de tamuz como fecha de la toma de los muros de Jerusalén.

Sin embargo, no se puede descartar la afirmación del Libro de Zacarías (por ejemplo, 7:5) de que los cuatro ayunos se instituyeron tras la destrucción del estado. Si, como se sugiere ahora, el ayuno registrado en Jeremías fue provocado por el saqueo de Ashkelón (noviembre/diciembre de 604 a.e.c.) y por el destino similar que amenazaba a Jerusalén, es concebible entonces que cuatro días de ayuno diferentes surgieran simultáneamente como reacción al trauma de la destrucción y el exilio. Además, ¿se habría preguntado a Zacarías si debían abolirse los ayunos si la realidad histórica del Segundo Templo no les hubiera restado sentido? De hecho, el pueblo consultó al profeta Zacarías sobre la abolición de los ayunos sólo cuando el Segundo Templo se acercaba a su finalización (Zac. 7:1; cf. Ezra 6:15), momento que coincidió con el final de los 70 años de exilio predichos por Yirmiahu (Zac. 7:5; cf. Yirmiahu 25:12).

No hay necesidad de buscar otras razones para explicar la proclamación de los ayunos que la destrucción de Jerusalén y del Templo.

Así, el ayuno, un fenómeno espontáneo en los días del Primer Templo, puede haber entrado en el calendario como un evento regular y recurrente sólo después del exilio.

Durante el período del Segundo Templo se practicaban ayunos diarios o quincenales por razones de ascetismo , especialmente entre las mujeres (Judit 8:6; Talmud de Jerusalén, Jaguigá 2:2, 77d), pero también entre los hombres   o como preparación para una revelación apocalíptica (Dan. 10:3, 12; Ezra 5:13-20; 6:35; Sanedrín 65b; TJ, Kil. 9:4, 32b). La literatura judía del período del Segundo Templo también aboga por el ayuno como forma de expiación por los pecados cometidos, ya sea involuntariamente o incluso deliberadamente, o para prevenirlos.

Estas razones para ayunar se vieron reforzadas por la destrucción del Segundo Templo y aún más por la represión de la rebelión de Bar Kojba y las subsiguientes persecuciones religiosas.

Las leyes del ayuno detalladas en la literatura talmúdica y por las autoridades halájicas (Maim. Yad, Taaniyot, 4; Tur y Sh. Ar., Oraj Jaim 579) básicamente no han cambiado desde el periodo bíblico.

El ayuno iba acompañado de oración (durante el período del Primer Templo se ofrecían sacrificios) y confesión de los pecados (Jue. 20:26;I Sam. 7:6; Esdras 10:1). A partir del período del Segundo Templo, el ayuno público se acompañaba también de la lectura de la Torá (Nej. 9:3). En los ayunos solemnes (Ta’an. 4:1; Tosef. Ta’an. 4:1), se recitaban cuatro oraciones – Shajarit, Jatzot (“mediodía”), Minjá y Neilat Shearim – además de Maariv.

LA AMIDA DEL DÍA DE AYUNO consistía en 24 bendiciones – “las dieciocho de cada día, a las que se añadían otras seis” (Ta’an. 2:2-4; Jemda Guenuzá (1863), nos. 160-1; Tur,  ORAJ JAIM , 579) – y la liturgia se elaboraba con pasajes especiales de súplica (Anenu – “¡Respóndenos!”, Ta’an. 14a), selijot y oraciones por misericordia. La parte central del servicio era el sonido del shofar (Joel 2:1) o las jatẓoẓerot (“trompetas”;I Mac. 3:54), trompetas (como instrumentos principales) acompañadas de cuernos (RH 3:4; Tosef. a RH 3:3). El toque de shofarot y trompetas se realizaba de manera diferente en el Templo y en el Monte del Templo que en las demás localidades (RH 27a; Ta’an. 16b); el procedimiento exacto, sin embargo, no se conoce. (Según una opinión, no se soplaba fuera de la zona del Templo; véase Ta’an. 2:4-5.) Durante la Edad Media, en algunas comunidades judías se tocaban shofarot, en otras, trompetas (véase Beit Yosef a Tur,  ORAJ JAIM , 579ץ

Las oraciones se celebraban generalmente al aire libre (II Crón. 20:5; Judit 4:11) y todo el pueblo se humillaba públicamente rasgándose las vestiduras, vistiéndose de cilicio.(I Melajim-Reyes 21:27, Joel 2:13; Sal. 35:13; Judit 4:10, 8:5), y poniendo ceniza o tierra sobre sus cabezas (Isa. 58:5; Nej. 9:1; Yosef y Asenat, 10). También se visitó el cementerio. (Para las diversas formas en que se entendían estas costumbres, véase TJ, Ta’an. 2:1, 65a; Ta’an. 16a.) La humillación se aplicaba incluso a los objetos más sagrados; a veces también los sacerdotes (Joel 1:13; Judit 4:14-15), el rey (Jonás 3:6), o el nasí (Ta’an. 2:1) vestían cilicio y ceniza. Había quien cubría incluso el altar con cilicio, y el arca, que contenía los rollos de la Torá, era sacada a la calle y cubierta de ceniza (Ta’an. 2:1). Durante la asamblea masiva (Joel 2:16; Judit 4:11), uno de los ancianos reprendía al pueblo y se investigaban los asuntos de la comunidad para determinar quién era el causante del mal (I Melajim-Reyes 21:9-13; Ta’an. 2:1; Ta’an. 12b).

En muchos lugares se obligaba a ayunar a los niños pequeños y a los animales, una práctica que prevalecía no sólo entre otras naciones (Jonás 3:5, 7; TJ, Ta’an. 2:1, 65b), sino incluso en Israel (Judit 4:9-11; Liber Antiquitatum Biblicarum 30:4-5 de Pseudofilo; sobre la participación de los niños pequeños cf II Crón. 20:13; Joel 2:16). Los sabios, sin embargo, eximían a los niños pequeños (y a los animales), a los enfermos, a los obligados a preservar sus fuerzas y, en la mayoría de los casos, a las mujeres embarazadas y lactantes (Tosef. a Ta’an. 2:12; 3:2))

Existe cierta similitud, especialmente en el caso de los ayunos solemnes, entre las costumbres del ayuno y las del luto .

En los días de ayuno ordinarios sólo se prohibía comer y beber, mientras que en los importantes también se prohibía lavarse (por placer), ungirse, calzarse (por placer) y cohabitar. La gente también se abstenía de trabajar en estos días (algunos, que eran más estrictos, consideraban que el trabajo estaba absolutamente prohibido (TJ, Ta’an. 1:6, 64c)) y las tiendas permanecían cerradas (Ta’an. 1:5-6). También era costumbre que algunos durmieran en el suelo (II Sam. 12:16).

Los días de ayuno ordinario duraban lo que duraban las horas de luz; los ayunos importantes eran de 24 horas completas. Los ayunos se celebraban durante un día o a veces durante una serie de tres o siete días; ocasionalmente incluso diariamente durante un período continuado. (Ta’an. 1:5-6; cf. también, por ejemplo, Judit 4:13). En casos excepcionales, también se ayunaba el Shabat y las fiestas, pero normalmente estaba prohibido ayunar en esos días; algunas autoridades también prohibían ayunar la víspera del Shabat, de las fiestas y de la Luna Nueva. Para no estropear la celebración de acontecimientos alegres de la historia judía,

Jananías b. Ezequías b. Garón (siglo I d.e.c.) compiló el Meguilat Ta’anit (“Pergamino del ayuno”), que enumera 35 fechas conmemorativas en las que no se podía proclamar un ayuno público. Con el tiempo, sin embargo, la Meguilat Ta’anit fue derogada. Era costumbre celebrar días de ayuno público los lunes y los jueves (Tosef. a Ta’an. 2:4); sin embargo, los individuos, especialmente tras la destrucción del Templo, se propusieron ayunar todos los lunes y jueves (Ta’an. 12a). La halajá establece que en tales casos el individuo, a diferencia de la comunidad, debe comprometerse a ayunar durante la tarde del día anterior (ibid.). También era posible ayunar durante un número determinado de horas (Ta’an. 11b-12a). En algunas ocasiones, el ayuno no era total, sino que la gente se abstenía sólo de carne, vino, unción con aceite y otros placeres (Dan. 10:3; Jud. 15:4; Esdras 9:24; así como en general en la literatura talmúdica y en la de la Edad Media).

En el antiguo Próximo Oriente se propugnaba la oración y el ayuno como medio para que los dioses cumplieran las peticiones de cada uno. La Biblia subraya que el ayuno no es un fin en sí mismo, sino sólo un medio a través del cual el hombre puede humillar su corazón y arrepentirse de sus pecados; su arrepentimiento debe manifestarse en sus obras (Joel 2:13; Jonás 3:8).

La idea se subraya especialmente en Isaías (58,3ss.), donde se establece el contraste entre un ayuno que no va acompañado de ningún arrepentimiento real y que, por tanto, es inaceptable para Dios, y el verdadero ayuno que conduce al perdón misericordioso de Dios: “¿No es éste el ayuno que he elegido? Desatar las cadenas de la maldad, Desatar las ligaduras del yugo y dejar libres a los oprimidos… ¿No es repartir tu pan a los hambrientos y traer a tu casa a los pobres desechados? Cuando veas al desnudo, que lo cubras… Entonces llamarás, y el Señor responderá”.

La literatura del período del Segundo Templo también subrayaba que un ayuno sin arrepentimiento sincero carece de valor y sentido.

En la época del Segundo Templo, el ayuno también se consideraba un “ejercicio ascético” que servía para purificar al hombre y acercarlo a Dios. Éste parece haber sido el significado original de los ayunos de los miembros de las ma’amadot (Ta’an. 4:2-3 (suplemento); cf. Teofrasto sobre los judíos que ayunaban durante la ofrenda de los sacrificios, y Filón sobre el Día de la Expiación).

Esta concepción del ayuno se asemeja mucho al concepto de abstinencia total y ascetismo cuyo propósito es inducir el éxtasis y las visiones apocalípticas, y se encuentra no sólo en la literatura apocalíptica del periodo del Segundo Templo (la secta de Qumrán parece haber celebrado un día de “ayuno” del que se sabe poco), sino también entre ciertos círculos de rabinos talmúdicos, especialmente tras la destrucción del Templo.

Esta “filosofía” condujo a una propagación exagerada del ayuno que, a su vez, suscitó una aguda reacción contraria en la literatura rabínica general; los rabinos condenaban a las mujeres ascetas, especialmente a las viudas y a las “doncellas ayunadoras” (TJ, Sot. 3:4, 19a).

R. Yose incluso fue más allá y declaró: “El individuo no tiene derecho a afligirse ayunando, no sea que se convierta en una carga para la comunidad, que entonces tendrá que mantenerlo” (Tosef. Ta’an. 2:12); al igual que Shmuel, según cuya opinión “Quien ayuna es llamado pecador” (Ta’an. 11a).

El estudio de la Torá es de mayor importancia que el ayuno y, por lo tanto, “un erudito no tiene derecho a ayunar porque, al hacerlo, disminuye la obra del cielo” (Ta’an. 11a-b).

Esto condujo a una tendencia en la halajá que pretendía limitar incluso los ayunos públicos y su severidad, enfatizando sin embargo al mismo tiempo el significado original del ayuno: las buenas acciones y el arrepentimiento. Encontró su expresión en la opinión de Saadia Gaón (Ketav haTojejá veha-Hazharah – “Carta de reproche y advertencia” de que, en lugar de mantener un ayuno voluntario (o jurado), es preferible que una persona desista de cometer un pecado.

El ayuno fue muy practicado por los místicos y los cabalistas, especialmente por Jasidei Ashkenaz, pero los jasidim de los últimos tiempos se opusieron a la idea.

En los tiempos modernos, excepto el Día de la Expiación y el Nueve de Av, que son los dos principales días de ayuno, otros ayunos reglamentarios parecen carecer de atractivo general. Por ello, las autoridades han intentado dotar a algunos ayunos de un significado más relevante (por ejemplo, declarando el Diez de Tevet día de ayuno en conmemoración de los que perecieron durante las persecuciones nazis y cuya fecha de defunción se desconoce), pero sin gran éxito.

La extensión de la soberanía judía sobre toda la ciudad de Jerusalén (1967) ha aumentado la tendencia a abolir los días de ayuno del 3 de Tishri (ayuno de Guedalia), el 10 de Tevet y el 17 de Tamuz (pero no el 9 de Av ).

MARTES DE ESTE AÑO

El ayuno de Shiva Asar de tamuz cae este año, 2024, el 23 de julio. Honra varias tragedias judías y da comienzo al periodo de luto llamado las “Tres Semanas” en las que se observan prácticas de luto. A partir de mañana se comienzan a observar prácticas de luto durante “Tres Semanas“.

A lo largo de la historia en el día 17 de tamuz ocurrieron acontecimientos trágicos. Entre ellos, los más conocidos son que Moshé rompió las tablas de los Diez Mandamientos al ver el becerro de oro; cesaron las ofrendas en Jerusalén durante el asedio babilónico; Apostomos, un líder romano, quemó un pergamino que contenía la Torá, y se colocaron ídolos en el Templo de Jerusalén; los romanos abrieron una brecha en las murallas de Jerusalén tras una feroz batalla en el año 69. Según el Talmud de Jerusalén, los babilonios, también abrieron una brecha en las defensas de la ciudad en este día.

Un examen cuidadoso de la cronología de la Torá revela que puede haber otro acontecimiento importante que tuvo lugar en esta época, y que tiene que ver con las Diez Plagas en Egipto. Aunque la Torá describe con gran detalle cómo se produjeron las Diez Plagas, dice muy poco sobre su cronología. Lo único que sabemos es que la última plaga sobre los primogénitos tuvo lugar el 15 de Nisán. ¿Podemos trabajar hacia atrás desde este punto y crear una línea de tiempo exacta de cuándo ocurrieron las Diez Plagas?[16]

El calendario anual judío incluye días de ayuno que deben servir para reflexionar las razones de las desgracias ocurridas para no volver a repetirlas. El ayuno y la oración son para reparar la causa de la destrucción -la desobediencia de los antepasados- y esto convierte un día de ayuno en un día de oportunidad de redención y reconstrucción.

Los rabinos dijeron que debemos sentir como si se destruyera el templo en cada generación en la que no se reconstruye.

Este año es para mí muy claro que este dicho de nuestros sabios es correcto. Israel se encuentra en guerra frente a siete enemigos entre naciones y grupos de asesinos terroristas.  Mientras nuestros hijos y nietos están en el frente de guerra, “salvadores” profesionales del judaísmo, con sueldos y jubilaciones similares a los de los ministros,  organizan viajes para sus bases políticas prácticamente ya desaparecidas, alojándose en hoteles de cinco estrellas, en los lugares más exclusivos del continente americano,  pagando los pasajes de sus amigos para actividades que no llevan a ningún lado más que para su propio placer y ego.

En la conducción de las organizaciones aparecieron en los últimos años también hijos de políticos israelíes que nunca hicieron el servicio militar y que les piden a sus adláteres que no lo hagan, haciéndose pasar por líderes sionistas.

En el aniversario del almanaque gregoriano del asesino atentado contra la mutual judía de Buenos Aires, el 18 de julio,  se volvieron a organizar   encuentros en esa ciudad que reunieron a parte de esos funcionarios “salvadores” amantes de la Reina del Plata y de sus restaurantes.

¿Quién recuerda que el ataque terrorista que sufrió la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el día?

Es interesante recordad que esa fecha no se recuerda según el calendario judío. La fecha gregoriana forma parte del folklore de los judíos de esos rumbos como su base de identidad a falta de otras.

Pero, no debemos desesperar, saldremos también de ésta.

El pueblo judío se merece mejores conductores.

Los tendrá.

“Así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos: ‘Los ayunos del mes cuarto, del quinto, del séptimo y del décimo serán convertidos en ocasiones de gozo, alegría y buenas festividades para la casa de Yehudá”. Amén.



[1] Según II Sam. 12:16 y siguiente.

[2]  Núm. 30:14, cf. versículos 3, 7, 10-13.

[3] Dan. 10:12.

[4]  II Sam. 12:16-20.

[5] Isa. 58:5.

[6] Lev. 16:29, 31; 23:27-32.

[7] Yoma 8:1; cf. Targum Yonatán.

[8]  Isa. 1:13, lxx;

Jer. 36:9, “ante el Señor”; cf.

Joel 1:14; 2:15-17

[9]  II Sam. 1:12.

[10]  I Sam. 31:13.

[11]  I Reyes 21:8-12.

[12]  I Reyes 21:27-29.

[13] II Sam. 12:22-23.

[14] I Sam. 28:20.

[15] Ex. 34:28.

[16] Para profundizar más en el tema recomendamos consultar en https://www.mayimachronim.com/seventeen-tamuz-and-the-ten-plagues/  Esta entrada fue publicada en Arqueología e Historia, Fiestas y etiquetada 17 de Tamuz.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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