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Turmosaya: Un poblado palestino donde la mayoría de los habitantes son de origen panameño

La periodista Nicole Mischel, de la cadena I24 News compartió su experiencia en un poblado palestino de Turmosaya (Turmos Aya) en Judea y Samaria, donde conoció a una familia con una historia única. La mujer de la casa es de origen panameño – palestino y vive en un poblado rodeado de colonos israelíes.

La mayoría de los habitantes del poblado son mujeres y son de origen panameño. La protagonista es Suha, una mujer que fue acusada de espionaje a favor de Israel, de Hamás y de prostituta que pasó un año en la cárcel palestina.

Suja contó que fue acusada de espionaje debido a una venganza familiar. Su tío pagó a la autoridad palestina para que la acusara de espionaje. También fue detenida y pasó un año en la cárcel, donde fue agredida físicamente por hombres musulmanes.

Yeser, el marido de Suha, es un hombre nacido en Nablus y que estuvo en las cárceles israelíes acusado de trabajar para Hamás. Aprendió hebreo en la cárcel y ahora da clases de hebreo a los niños del poblado.

“Es importante entender que el otro tiene una narrativa, una historia, una vivencia”

La entrevista también abordó la corrupción en la autoridad palestina y la vida en las cárceles israelíes. La paz en la región solo se logrará a través del diálogo y la comprensión. “Es importante entender que el otro tiene un dolor, una historia, una realidad”, dijo la periodista.

La crónica es un ejemplo de periodismo valiente y necesario, que busca entender las historias y las realidades de las personas afectadas por el conflicto israelo-palestino. Su trabajo es un recordatorio de la importancia de escuchar y entender las versiones de ambas partes para lograr la paz en la región.

Así describe Nicole su vivencia:

Suha, Yudith y yo: en español desde West Bank

El idioma español tiene una magia maravillosa. En Medio Oriente descubrí que la cultura latinoamericana es una bendición.

Estamos en tiempos complicados en esta región del mundo, pero si algo tiene el periodismo es la oportunidad de hacer magia en medio del caos.

Fui a conocer a Suha, una maravillosa mujer y madre, panameña, americana y Palestina. Vive en Turmosaya, un pueblo del West Bank. Un mini cosmos atrapado entre colonos, la Autoridad Palestina, el ejército israelí, sus propias contradicciones y fuertes raíces culturales. Fui con alguien muy especial, que por trabajo visita regularmente el pueblo, y me dijo “yo acudo allí como quien brinca una finca de berenjenas, pepinos tomates, y debe tener cuidado para no pisar nada, pero cruzar en medio de la finca y verla”. Ella le da a las mujeres del pueblo un amor incondicional y por eso se ha ganado el corazón de estas latinas palestinas.

Suha me relató su experiencia en las prisiones palestinas. El destino de una venganza familiar la llevó injustamente a las mazmorras del gobierno palestino, algo que la desilusionó profundamente. Llegó a estar en huelga de hambre e hizo que su caso llegara al mismísimo Abu Mazen. Con dignidad salió de la cárcel y espera sentencia. Su inocencia va más allá de las acusaciones tan propias de las fantasías empañadas de corrupción en el gobierno palestino. Ella desborda en su mirada el coraje de la verdad. Los golpes se convirtieron para Suha en poder interno.

Nació en Panamá y lleva el calor latino en su corazón.

Su esposo Yeser es de Nablus. A diferencia de Suha, el estuvo en las cárceles israelíes, acusado de colaborar con Hamás. Pero salió de allí, no había suficientes pruebas. Su testimonio es duro. Las cárceles de Ben Gvir no representan ni a Israel, ni los judíos. Es muy complejo todo. En la mirada de Yeser todavía hay miedo, desconfianza, y dolor. El defiende su causa Palestina, desde el Nakba en 1948, pero aunque es un tema complicado de discutir, yo lo entendí y le demostré que para mí no hay mejor que oír y empatizar con sus sentimientos. Tanto Suha como Yeser piensan como yo: la violencia no es el camino para la paz.

Yeser se reinventó. Aprendió hebreo en la cárcel y hoy en día da clases a niños del pueblo. Si Eliezer Benyehuda observara cómo la lengua que revivió de la biblia, niños musulmanes de Turmosaya la aprenden.

Yeser es muy inteligente, y sabe que para entender el otro lado, aunque no estés de acuerdo, debes descubrirlo. Y quizá allí surja la magia. Estará en él, solo en él. Es padre de un bebé hermoso. Yo le dije que por esa generación debemos dejar atrás las quejas aunque tengamos en algunos aspectos razón. Debemos ser prácticos, trabajar en el hoy, en lo que hay y de allí partir. Se quedó mirándome, y como se lo dije con mi estilo jocoso venezolano, sacó una sonrisa y uno de esos movimientos de la cabeza que interpretas como bueno, es verdad…

Es complicado.

Les pregunté si condenan los actos del 7/10.

Para ambos todo lo que está sucediendo a los niños gazatíes es muy doloroso. Muchas muertes. Les conté mi experiencia cuando visité los kibutz del Sur una semana después de la tragedia, y por primera vez ellos tenían un testimonio al frente. No la pantalla de un teléfono o la versión de los medios palestinos donde argumentan que todas las imágenes son Photoshop.

Miraron fijamente mis ojos y se quedaron pensativos. Sin palabras, ante mi relato de la casa quemada en Kfar Asa, la familia masacrada y los cuatro cepillos de dientes eléctricos todavía conectados. Un escenario que nunca olvidaré.

Yudith me hizo recordar la canción de Cheo Andújar que al ritmo de salsa dice “Chiquitita dime por qué tu dolor hoy te encadena”… Ella es alegre, divina, pero lleva atrás otra historia de drama familiar muy común en las familias árabes.

Turmosaya es un pueblo de aires panameños, mujeres en su mayoría ya que los hombres tienen sus negocios en Panamá. Son víctimas del vandalismo que representan muchos colonos. Queman autos, árboles de olivo, tiran piedras, con la intención de desalojarlos de allí. Suha y sus habitantes están desprotegidos: Ni el ejército, actualmente, ni la Autoridad Palestina se ocupan.

Es un tema complejo que debo estudiar para explicar y encontrar reflexiones.

Me fui ayer con sentimientos encontrados. Un poco de preocupación con las alcabalas del ejército y el riesgo de la alguna piedra lanzada por los colonos hacia el auto. El camarógrafo y yo dentro de todo tranquilos: el es ucraniano y yo venezolana.

Combatir el antisemitismo de manera eficaz ante los medios es mostrar realidades, empatizar; no somos perfectos ni tampoco imperfectos, a cada pueblo les duele sus muertos. Cada pueblo merece vivir en armonía, y es justamente eso lo que hay que trabajar. En nuestra generación no solucionaremos el conflicto palestino israelí, lo tengo claro, pero si podemos dejarle directrices bien formadas a la próxima generación, la de los hijos de Suha y mis hijos. Si les dejamos como herencia esta demostración de empatía y la sonrisa, es un buen inicio para ellos. Educarlos, a ambos, no con historia sino con inteligencia emocional.

Aquí conecté Turmosaya con el mundo. Una Palestina panameña que sonríe con una judía venezolana en tiempos de guerra.

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