La orden de eliminar a Amaleq
Por el Rab. Yerahmiel Barylka
“Recuerda lo que te hizo Amaleq cuando estabais de camino a vuestra salida de Egipto, cómo vino a tu encuentro en el camino y atacó por la espalda a todos los que iban agotados en tu retaguardia, cuando tú estabas cansado y extenuado; ¡no tuvo temor de Dios! Por eso, cuando .A. tu Dios te haya asentado al abrigo de todos tus enemigos de alrededor, en la tierra que .A. tu Dios te da en herencia para que la poseas, borrarás el recuerdo de Amaleq de debajo de los cielos. ¡No lo olvides! Devarim 25, 17-19
El mandato bíblico de aniquilar a la nación de Amaleq y de limpiar étnicamente la tierra santa de sus siete pueblos indígenas, afecta nuestras posturas liberales que rechazan las posibilidades de imaginar a nuestro Dios como segregacionista y discriminador.
Cuando estudiamos estos textos en el contexto de la historia bíblica más amplia, resulta natural buscar aquellas lecturas, filosóficas y halájicas, que son coherentes con la visión general de Dios de crear un mundo en el que todos los seres humanos puedan prosperar, independientemente de su nacionalidad, etnia, creencia o raza.
Sabemos perfectamente que el antiguo Oriente Próximo era un lugar brutal con prácticas y costumbres terriblemente violentas. Algunas de esas actitudes persisten y se ven en nuestros días entre otros residentes de la zona. Pero, siempre nos sentimos alejados de esas costumbres y formas.
Establecer una nueva sociedad -incluso una basada en la justicia y la rectitud- en medio de un mundo así, y sobrevivir frente a las amenazas militares, puede haber requerido acciones drásticas que no podrían justificarse en otros contextos y que nos resulta imposible imaginar hayamos cometido.
LA TORÁ NO REQUIRIÓ QUE LOS JUDÍOS ELIMINARAN A NINGUNA NACIÓN
En nuestros días, es fundamental analizar los textos que rechazan toda posibilidad de concluir que tenemos un mandato bíblico de exterminar a los discípulos de Amaleq que igualando sus actitudes provocaron una guerra particularmente cruel al grado que antes del 7 de octubre, la absoluta mayoría de los israelíes incluyendo a sus fuerzas de defensa no podían imaginar que esa ferocidad y brutalidad fuera posible y mucho menos planificada en detalle.
A pesar de las apariencias en contrario, derivadas de una lectura superficial de los textos, la Torá nunca exigió que los judíos eliminaran a ninguna nación, etnia o raza de la faz de la tierra.
Qué persona bien pensante podía conjeturar en sus pesadillas más terribles semejante bestialidad.
DISTINTOS ENFOQUES
En este comentario intentaremos presentar las distintas posiciones para que nuestros fieles lectores puedan formar su propio criterio.
Según el Rav Prof. Samuel Lebens, si la orden de destruir a Amaleq fuese un precepto para eliminarlo para siempre, entonces es inconcebible que estemos hablando de un grupo físico de seres humanos, que podrían ser despachados en un instante. parece más probable que estemos hablando de algo conceptual, que no puede ser simplemente borrado y olvidado.
AMALEQ, COMO ENEMIGO ETERNO, ES UN SÍMBOLO DE UNA BATALLA CONCEPTUAL
Esto también podría explicar la paradoja por la cual se nos ordena recordar siempre para borrar un recuerdo que no se nos permite olvidar. Estamos pues hablando de una batalla conceptual. Amaleq, como enemigo eterno, es un emblema. Por supuesto, Amaleq no era un símbolo cuando Shmuel ordenó a Shaúl que lo aniquilara en la batalla, pero estamos analizando la idea de que la guerra bíblica contra Amaleq, al menos tal y como aparece en el Jumash, es -a largo plazo- simbólica y no militar. El ataque, en el libro del Shemot-Éxodo, se produce justo después de que los judíos se quejaran a Moshé de la falta de agua, un problema que había provocado tal crisis de fe que los llevó a preguntarse: «¿Está Dios entre nosotros, o no está?» [Éxodo 17:7.] En el versículo siguiente, Amaleq ataca.
En Devarim-Deuteronomio, el recordatorio de no olvidar, nunca borrar la memoria de Amaleq aparece inmediatamente después de las leyes del trato honesto en las transacciones comerciales. Esas leyes terminan con una condena de la práctica deshonesta – «Porque todo el que hace esas cosas, todo el que trata deshonestamente, es aborrecible a tu Dios» [Deuteronomio 25:16.] Inmediatamente después de esa condena, aparece el recordatorio de Amaleq.
Como dice Reuven Kimelman: «La aparición de Amaleq está correlacionada con la ausencia de fe y moralidad. Su presencia significa su ausencia»[1].
LA LUCHA CONTRA AMALEQ ES METAFÍSICA Y SIMBÓLICA
Esta línea de pensamiento no es nueva.
Avi Sagi ha documentado una tendencia en el pensamiento judío posterior que pretendía transformar la batalla entre Israel y Amaleq en algo más metafísico y simbólico[2]. Él remonta sus raíces al Zohar[3], con algunas insinuaciones rabínicas anteriores y señala que, especialmente después del Holocausto, se convirtió en un lugar común para los pensadores judíos asociar el antisemitismo, especialmente en sus manifestaciones más demoníacas, como obra de Amaleq. Es decir, ya no se pensaba en Amaleq como una identidad nacional, sino como una descripción que se aplica apropiadamente a cualquier persona o grupo de personas que manifiestan un odio extremo hacia los judíos.
SÍMBOLO PARADIGMÁTICO DE LA FUERZA MILITAR
El rabino Moshé Amiel toma una ruta simbólica diferente. Considera que Amaleq es el símbolo paradigmático de la fuerza militar; después de todo, es la primera nación que ataca al pueblo judío, y lo hace sin provocación alguna. En su opinión, existe una guerra permanente entre la espada y el libro, y «una sólo puede construirse sobre las ruinas de la otra».[4]
En esto se convirtió para él la batalla entre Israel y Amaleq. Rav Amiel lleva este simbolismo tan lejos que no puede aceptar, ni siquiera en el plano halájico, que exista mandato alguno para aniquilar a los amalequitas reales, concretos, humanos, por medio de la espada, ya que eso sería descender al uso de su arma tan contraria a nuestra manera de ver la realidad y sus valores.
LUCHAR CON EL LIBRO Y EL ESTUDIO PARA DERROTAR A AMALEQ
Según Rav Amiel, la guerra contra Amaleq sólo puede librarse con el libro: «Escribe esto en un libro como recordatorio»[5]
Lo que tenemos que borrar, sostiene Rav Amiel, no es el pueblo, sino su memoria. Cuando su memoria o cultura militarista se convierte en una especie de «ideal elevado o noción sublime», se nos ordena borrarla con el poder de una alternativa mejor.
SIMBOLO DEL MAL INTERNO
Otra tendencia en la interpretación simbólica de la guerra contra Amaleq es verla como una batalla psicológica interna que todos debemos librar dentro de nosotros mismos. Amaleq, en esta lectura, se convierte en el símbolo de la inclinación al mal. Este punto de vista, popular entre los maestros jasídicos, sugiere que todos tenemos un Amaleq interno y que todos debemos trabajar, junto con Dios, para borrarlo.
ELIMINAR NUESTRA AMBICIÓN DE PODER
Aunque no es un pensador jasídico, el rabino Yaakov Jarlap se hace eco de esta forma de pensar. Para él, la obligación de borrar a Amaleq representa el anhelo de eliminar, dentro de todos nosotros, la voluntad de poder (es decir, el deseo de obtener y ejercer el poder por sí mismo).[6] La cuestión que Reuven Kimelman expone persuasivamente es que estas fantasías, que dan lugar a diversas reconstrucciones simbólicas de la guerra contra Amaleq, en realidad no son tan fantasiosas cuando volvemos a los textos clave del Jumash que contienen el mandamiento de borrar a Amaleq. Son textos que surgen en el contexto de una falta de fe o de moralidad, y describen una batalla metafísica en la que las tropas sólo tienen éxito si las manos de Moshé se mantienen hacia arriba, en una posición firme, que la Biblia describe utilizando una palabra que también significa «fiel»: emuná[7]. No son pistas sutiles. Hacen que parezca casi obvio que estamos hablando de una batalla que tiene lugar en un plano que trasciende cualquier campo de batalla físico. Estamos dialogando de una guerra que incluso Dios debe librar para siempre, y de un mandato de no olvidar nunca el recuerdo que se supone que debemos borrar. Por lo tanto, una interpretación simbólica de esta batalla no es una fantasía, sino una interpretación convincente del significado más directo de estos textos, que de otro modo serían desconcertantes.
Todo esto está muy bien, pero ¿no tomamos estos textos literalmente durante siglos y aniquilamos a los amalequitas, matando a hombres, mujeres y niños?
En realidad, el registro bíblico sugiere lo contrario.
Es cierto que al rey Shaúl se le ordenó aniquilar a los amalequitas y perdió su trono porque no cumplió con su deber, pero años más tarde, cuando David era rey de Israel, la historia es diferente. Los amalequitas (y nótese que al parecer quedaban muchos, a pesar de que Shaúl casi los aniquiló, como veremos más adelante) lanzaron incursiones contra su territorio, llevándose botín y cautivos humanos.
David preguntó a Dios, a través del sumo sacerdote, qué debía hacerse; Kimelman resume este episodio con la sorprendente observación de que: Evidentemente, no se recurrió a ninguna orden permanente de matar a Amaleq. De hecho, nada se dice del hecho de que sean amalequitas… El contraataque de David sólo buscaba recuperar a los suyos. “A los amalequitas que huyeron se les dejó en paz“.
LA ÚNICA EXCEPCIÓN DE LA ÉPOCA DE SHAÚL
Kimelman señala que “no se condena a David, a la manera de Shaúl, por no matar a Amaleq o por llevarse el botín”.
Todo esto sugiere que el episodio de Shaúl, en el que se le ordenó acabar con todos los amalequitas -hombres, mujeres y niños- al menos en un lugar determinado, fue una excepción y no una norma. En opinión de Maimónides, sólo hay obligación halájica de aniquilar a los amalequitas si éstos no aceptan rendirse, ya que, según él, se trata de un principio general de las leyes bíblicas de la guerra[8]. Por supuesto, hay otras opiniones que piden más derramamiento de sangre.
Pero lo que hemos transcrito demuestra que el llamamiento general al genocidio dista mucho de ser la única forma de entender la presentación de Amaleq en la Torá, excepción hecha del incidente de Shaúl que fue una excepción a la regla necesaria únicamente en esas circunstancias.
SHAÚL NO ACABÓ CON TODO EL PUEBLO DE AMALEQ
En general, a los amalequitas se les permitía permanecer entre los judíos, tanto antes de Shaúl como después. El rey David, y otros, no fueron criticados por no haberlos exterminado. La indicación es que no había tal expectativa, salvo en el caso de Shaúl. ¿Qué sucedió en su caso? Lo que se nos dice es que Dios había decidido ejecutar un juicio sobre la nación de Amaleq por lo que hicieron hace tantos años, tras el éxodo de Egipto. En consecuencia, Samuel le dice a Shaúl, en nombre de Dios, que debe matar a todos los «hombres y mujeres, niños y mamantes, bueyes y ovejas, camellos y asnos». Se nos dice además que «Shaúl cumplió todos los detalles, salvo que perdonó la vida a algunos animales y al rey, Agag».
Pero si eso hubiera sido cierto, no tiene sentido que pocos años después (menos de una generación) hubiera tribus enteras de saqueadores amalequitas, contra los que lucharía el rey David. Por lo tanto, para una interpretación más plausible de los hechos, podríamos sugerir que a Shaúl se le ordenó acabar con todo un asentamiento amalequita determinado y a su rey, que de alguna manera representaría, simbólicamente, al resto de la nación de Amaleq, que no sería atacada en absoluto.
CADA UNO ES CASTIGADO POR SUS PROPIAS FALTAS
Como nos recuerda el Rebe de Sojatchover, Avraham Bornsztain[9]: “Y sabemos que está escrito «Los padres no morirán por [los pecados de sus] hijos, ni los hijos morirán por [los pecados de sus] padres» (Deuteronomio 24:16)… [Así,] si se han arrepentido y aceptado los siete mandamientos [noájidas], lo que significa que no persisten en las acciones de sus antepasados, no deben ser castigados por sus iniquidades”.
Y así, tendríamos que suponer que el asentamiento amalequita concreto que Shaúl recibió la orden de aniquilar no eran meros sustitutos de sus antepasados, sino que persistieron en sus malos caminos. De hecho, cuando Samuel finalmente ejecuta al rey Agag, que había sido perdonado por Shaúl, le dice: «Como tu espada ha dado muerte a las mujeres, así será dada muerte a tu madre entre las mujeres» [I Samuel 15:33].
En otras palabras, Agag no era un descendiente corregido de Amaleq, no fue una buena persona sino que siguió los caminos de sus antepasados, descuartizando mujeres con su espada.
En esta lectura, hemos limitado lo que se le ordenó hacer a Shaúl: no debía exterminar a toda la nación, sino sólo a un lugar – y los miembros de ese asentamiento fueron condenados no por su raza, sino por su continua depravación y perversión.
UNA LECTURA FUNDAMENTAL PARA NUESTRO ANÁLISIS
Según la lectura de la historia que hace el rabino Aharon Lichtenstein, es precisamente esa prueba la que falló Shaúl, revelando que no era apto para la monarquía.
Así es como R. Lichtenstein expone la cuestión: A Shaúl se le había ordenado tomar a todo un pueblo y matarlo – y esto es, moralmente, algo espantoso. La única justificación radica en que es una respuesta a un mandato divino inequívoco. Por lo tanto, si Shaúl hubiera estado motivado en sus acciones puramente por el temor a Dios, por la obediencia al tzav [es decir, la orden], entonces debería haber seguido la orden al pie de la letra. Dios no dijo: «Mata a Amaleq pero perdona a Agag». Ahora, si no mató a Agag pero mató a todos los demás, ¿qué indica eso? Indica que lo que le motivó a matar a los demás no fue el tzav de Dios, sino algún impulso más bajo, alguna violencia instintiva… Shaúl no fue castigado por perdonar a Agag: ¡más bien tuvo que ser castigado por los amalequitas que mató![10]
Matar por odio racial, o por cualquier otra motivación, es una «cosa espantosa».
El único ser que puede sancionar la matanza de hombres, mujeres y niños, y seguramente como excepción y no como norma, es el Dios omnisciente y todo amor. Pero al tomarse la justicia por su mano y perdonar a Agag, el rey Shaúl violó una prerrogativa divina. Esto redujo todas las otras matanzas que había cometido, supuestamente en nombre de Dios, a un asesinato a sangre fría, por el que tendría que pagar. Y pagó, con la revocación de su trono. ¿Acaso pensaba que ser rey le convertía en rey de reyes?
En resumen: la guerra contra Amaleq, incluso en la Biblia, se entiende mejor como (a) principalmente simbólica, y (b) como la exclusión de cualquier amalequita que se arrepienta de la maldad de sus antepasados. Debido a que, incluso los malvados amalequitas son generalmente dejados en paz, como vemos en la vida del rey David. Bien entendido, e integrado adecuadamente en la visión primordial del marco narrativo de la Torá, el fenómeno de Amaleq no socava la conclusión que el Dios de la Torá se preocupa en última instancia por el bienestar de todos los seres humanos.
LA LECTURA E INTERPRETACIÓN CLÁSICAS
Los tres últimos versículos de la sidrá de este Shabat, Parashat Ki Tetzé imponen la obligación de recordar una guerra librada contra el pueblo judío por la tribu de Amaleq inmediatamente después del éxodo egipcio. Amaleq asaltó al Pueblo Judío en un ataque por sorpresa y sólo fueron derrotados cuando Moshé, de pie en la cima de una montaña, levantó los brazos hacia el cielo, recordando a su pueblo que las guerras se ganan y se pierden sólo con la Asistencia Divina.
Esto es lo que nos dice la Mishná en el Tratado de Rosh Hashaná [3:8] “Incidentalmente a la discusión sobre la intención requerida al hacer sonar el shofar, la mishná cita el versículo: “Cuando Moshé alzó la mano, Israel venció; y cuando la bajó, venció Amaleq” (Shemot-Éxodo 17:11). Cabe preguntarse: ¿Las manos de Moshé hacían la guerra cuando las levantaba o la rompían cuando las bajaba? Más bien, el versículo viene a decirte que mientras el pueblo judío volvía los ojos hacia arriba y sometía su corazón a su Padre del Cielo, prevalecía, pero si no, caía. Del mismo modo, se puede decir: El versículo dice: “Hazte una serpiente ardiente y ponla sobre un asta; y sucederá que todo el que sea mordido, cuando la vea, vivirá” (Bemidbar-Números 21:8). Una vez más cabe preguntarse: ¿Mató la serpiente o preservó la vida? Más bien, cuando el pueblo judío volvía los ojos hacia arriba y sometía su corazón a su Padre del Cielo, se curaba, pero si no, se consumía por la mordedura de la serpiente…” .
El rabino Israel Yitzjak (Yish”ai) Jasida, que vivió en Israel en el siglo pasado, percibe un contraste entre el ataque de Amaleq y la eventual retribución de Israel.
En dos versículos distintos, la Torá señala explícitamente que Amaleq atacó al pueblo judío mientras éste se encontraba “en el camino“.
En cambio, la retribución no se logrará hasta que el pueblo judío deje de estar en tránsito y se haya asentado en la Tierra de Israel.
El rabino Jasida no explica por qué esto es así, dejándonos pocas opciones salvo la de allanar nuestro propio camino. Antes de abordar las preocupaciones del rabino Jasida, añadiremos algo más. En la descripción del ataque de Amaleq, la Torá nos dice [Shemot 17:8] “Amaleq vino (Vayavó) y luchó con Israel en Refidim”. ¿Qué importancia tiene que Amaleq “viniera”? ¿Por qué la historia no comienza simplemente con las palabras “Amaleq luchó (Vayilajem) con Israel”?
¿Y DE DÓNDE PROCEDÍA EXACTAMENTE AMALEQ?
Lo que nos sucede en estos días en Israel, me permite asociar que Amaleq procedía de Masá y Merivá[11], mencionadas en el episodio anterior, en el que Moshé golpea una roca y lleva agua al desierto del Sinaí.
En el versículo siguiente, Moshé ordena a Yehoshúa que reúna un ejército y que [Shemot 17:9] “salga (tzé) y luche contra Amaleq”. ¿Desde dónde debe “salir” Yehoshúa? ¿Por qué Moshé no le ordena simplemente a Yehoshúa “librar batalla” (hilajem ) con ellos o golpearlos (haké také)? No hace falta mucha imaginación para darse cuenta de la similitud en la tensión entre “ir” y “venir” en la historia de la guerra contra Amaleq y entre “en el camino” y “en casa” en el mandamiento de aniquilarlos.
Para comprender mejor esta tensión, recurrimos a la explicación del rabino Meir Leibush ben Yejiel Mijel Weiser, conocido como el Malbim, que vivió en Ucrania en el siglo XIX.
El Malbim analiza las consideraciones geopolíticas que podrían incitar a una nación a atacar a otra. ¿Qué, se pregunta el Malbim, se considera casus belli? El Malbim considera cinco causas fundamentales válidas de la guerra: La captura de la tierra y sus recursos; La disuasión de un enemigo de atacar a otro ; la convicción de un enemigo de atacar; la devolución del fuego en un contraataque; la demostración de fuerza. Ninguna de estas causas se aplica a Amaleq. Su ataque no fue provocado ni justificado. El pueblo judío no representaba una amenaza creíble. No poseían ninguna tierra. Amaleq no tenía nada que ganar, ni política ni religiosamente. Según el Malbim, el ataque de Amaleq fue impulsado por una de dos razones: Un odio abrumador hacia .A. o hacia el pueblo judío.
ISRAEL ES UN BLANCO FÁCIL
El estudioso Ari Sacher propone otra razón: Amaleq atacó al Pueblo Judío simplemente porque podía hacerlo. Tras el éxodo egipcio, el pueblo judío pasa cuarenta años vagando “por el camino” en el desierto, abriéndose paso lentamente hacia la Tierra de Israel. En el desierto, mantienen una postura defensiva. Millones de personas están acampadas en un gueto cuadrado y apretado, por así decirlo, de unos doce por doce kilómetros. Para Amaleq, el pueblo judío es un blanco fácil. No tienen reconocimiento avanzado ni líneas de reabastecimiento para sus provisiones. Están solos y superados en armamento. Cuando Amaleq ataca al pueblo judío, rompe los muros exteriores del campamento y “entra”. Por el contrario, cuando el pueblo judío contraataca, debe “salir” de la seguridad del campamento para “combatir a Amaleq”. El mandamiento de destruir a Amaleq, por otra parte, se da a una nación que finalmente se asienta dentro de fronteras seguras, “cuando .A. te concede la seguridad de todos tus enemigos”. Esta nación posee ahora todos los medios necesarios para defenderse de cualquier amenaza. El rabino Eliyahu Zini, Rosh Yeshivá de la yeshivá Or Vishua enseñó que Amaleq era algo más que una nación tribal nómada que vivió hace tres mil años. Amaleq es una especie de “meta-nación” conceptual que existe más allá del tiempo y del lugar [El Tanaj describe explícitamente tres incidentes distintos en los que Amaleq es completamente destruido y, sin embargo, cada vez vuelve a atacar al pueblo judío].
EL DESIERTO ES UNA METÁFORA DE LA GOLÁ
El rabino Moshé Soloveichik, que vivió en Europa y en Estados Unidos en el siglo pasado, afirma que cualquier nación que se proponga destruir al pueblo judío alcanza ipso facto la identidad de Amaleq. Quizá podamos añadir otra capa a la clasificación del rabino Soloveichik. El desierto por el que vagó el Pueblo Judío tras el éxodo es una metáfora del exilio. La supervivencia del pueblo judío durante esos cuarenta años es arquetípica de la supervivencia judía en el exilio. En el desierto, para sobrevivir a los elementos vivimos en enclaves. Tenemos nuestros propios centros comunitarios y nuestras propias organizaciones. En el desierto, dependemos de la gracia y los caprichos de nuestros anfitriones, a menudo volubles. Nuestra seguridad es tenue. En el desierto, debemos estar siempre al acecho de Amaleq.
SI ASÍ LO DESEAMOS, YA NO DEBEMOS EXISTIR A LA SOMBRA DE AMALEQ
Inmediatamente después de la directiva de destruir a Amaleq, la Torá nos ordena diezmar las primicias (Bicurim) de nuestra tierra [Devarim 26:2]: “Te acercarás al cohen… y le dirás: “Reconozco hoy ante .A. que he llegado a la tierra que .A. juró a nuestros padres que nos concedería”.
Como nación soberana, viviendo en la tierra que .A. juró a Abraham hace 3.500 años, nosotros hacemos la venida y nuestros enemigos hacen la ida. Tenemos las herramientas para protegernos. Nosotros elegimos el momento y el lugar del próximo ataque. Cuando Amaleq se quede solo en el desierto, con la Ayuda de .A., seguramente será derrotado, rápidamente en nuestros días.
Sea cual fuere la conclusión a la que podamos llegar después de este comentario, debemos coincidir que la tarea de borrar el recuerdo de Amaleq depende en gran parte de nuestra actitud y de nuestra conducta. No menos que de la comprensión más amplia de la historia y de las Escrituras, también cuando violentan nuestros preconceptos y aceptar que el mal no tiene límites por lo que para poder defendernos de él, necesitamos trabajar muy fuerte, para aceptar la realidad en nosotros y en nuestros enemigos.
De ello depende nuestra continuidad.
[1] Reuven Kimelman, “Israel’s Election and the Moral Dilemma of Amalek”, en Alon Goshen-Gottstein (ed), Judaism’s Challenge: Election, Divine Love, and Human Enmity (Boston: Academic Studies Press, 2020), 143-173, pp. 150-151. Citado por el Rav Prof. Samuel Lebens.
[2] Avi Sagi, “The Punishment of Amalek in Jewish Tradition: Coping with the Moral Problem”, The Harvard Theological Review 87/3 (1994): 323-346.
[3] Por ejemplo en Zohar III:205-207.
[4] Rav Moshé Amiel, Derashot el Ami (3 vols., Tel-Aviv: Vaad le-Hotsaat Kitvei ha-Rav Amiel, 1964) vol. 3, p. 132.
[5] Éxodo 17:14.
[6] Rabí Yaakov Jarlap, Mei Marom (Jerusalén : Beit Zabul, 1972) 1.79.
[7] Éxodo 17:12.
[8] Mishné Torá, Leyes de reyes y guerras, 6:4.
[9] Avraham Bornsztain (1838 – 1910), fue un destacado posek de la Europa de finales del siglo XIX y fundador y primer Rebe de la dinastía jasídica Sojatchover. Se le conoce como el Avnei Nezer (“Piedras de la Corona”) por el título de su conjunto de responsa de la Torá, publicado póstumamente, que es ampliamente reconocido como un clásico halájico.
[10] Rabino Aharon Lichtenstein, “Ser frum y ser bueno: On the Relationship Between Religion and Morality”, en By His Light: Carácter y valores al servicio de Dios (Jerusalén: Maggid Books, 2016), 89-116, pp. 110-111. En esta lectura, el rabino Lichtenstein se hacía eco (sin que él lo supiera) del planteamiento del Jafetz Jaim. Véase Jafetz Jaim al Hatorá en Parashat Zajor.
[11] El texto bíblico menciona dos episodios muy similares que ocurren en un lugar llamado Merivá. En el episodio narrado en Éxodo 17, los israelitas discuten con Moisés por la falta de agua, y Moisés reprende a los israelitas por poner a prueba a .A.; el versículo 7 afirma que por este motivo el lugar recibió el nombre de Masá, que significa prueba, y el nombre de Merivá, que significa pelea. Esta narración afirma que, a causa de su sed, los israelitas refunfuñaron contra Moisés, por lo que Moisés, temiendo por su vida, apela a .A. la narración continúa con .A. diciéndole a Moisés que se adelante a los demás y golpee la roca de Jorev con su vara y cuando Moisés hace esto, hace que la roca expulse agua.
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