Fauda, o la fascinación por la violencia del conflicto entre Israel y los palestinos

No nos engañemos … la violencia es atractiva, al menos la ficticia o la que nos llega sin dañarnos.

Mientras estamos frente al televisor, o en estos tiempos modernos, frente a cualquier dispositivo conectado a la red, muerte, traición, tortura, venganza y sangre, parecen ingredientes indispensables de una receta inevitablemente absorbente.

En Fauda, si amas a Israel empiezas a justificar lo injustificable … y lo mismo sucede si te gana el odio al Estado Judío. Cada personaje es a la vez, víctima y victimario, leal y traicionero, humano y animal. Y podemos presumir, que en la vida real no debe ser tan distinto.

No es esta serie una lección de historia, ni se la puede mirar esperando un final feliz. De hecho, la felicidad es en medio del conflicto una sensación pasajera y efímera, algo que solo se logra si el otro es neutralizado.

Israelíes que se hacen pasar por palestinos … Palestinos que se hacen pasar por israelíes … pero no para ponerse en los zapatos del otro … solo para atacar o defender, atacarse en nombre de su verdad y defenderse en nombre de sus ideales.

No duele ver la muerte en Fauda, y nos destroza una sola víctima real de la violencia. Esa es la diferencia. En la pantalla todo se digiere con naturalidad mientras que en la vida real el cuerpo no tolera el dolor.

Los invito a mirar Fauda, que nos permite espiar en el backstage, la locura, desde la comodidad del anonimato. Y los invito también a imaginar esa trama con seres queridos actuando en ella. No se siente igual … pero somos humanos y no podemos quitar la mirada de la pantalla.