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Cambio de liderato en nuestro pueblo

Radio Jai-Cambio de liderato en nuestro pueblo

Rabino Yerahmiel Barylka

Reconocer y trabajar en nuestras carencias es esencial para el crecimiento personal y el bienestar emocional.

Muchas veces nos encontramos con líderes que se creen inmortales y que cuando se les sugiere que deben dejar sus cargos descubren de pronto la Fuente de Juvencia. Se creen que pueden asumir todo tipo de actividades de conducción y liderazgo, pese a que ya no tienen ni la capacidad ni la fuerza.

Son incapaces de reconocer sus debilidades y sus carencias.

Las personas que no pueden reconocer sus insuficiencias suelen tener dificultades para admitir sus errores o deficiencias. Temen ser juzgadas o rechazadas si admiten sus debilidades. Su falta de confianza en sí mismos pueden hacer que sea difícil aceptar sus propias carencias. Otras personas simplemente no son conscientes de sus propias insuficiencias debido a una falta de reflexión personal. Razones no faltan.

Moshé no fue uno de ellos.

Moshé tuvo la capacidad de comunicación efectiva y pese a su legendaria tartamudez tuvo un gran poder de palabra. Ello se explica porque su misión fue como el canto que emerge como un puente poderoso hacia la fluidez verbal, transformando la manera en que se comunica y experimenta sus emociones. A diferencia del habla cotidiana, el canto ofrece un espacio de expresión libre de interrupciones y bloqueos, permitiendo expresar las emociones con claridad y fluidez. Moshé, el de “Az Yashir Moshé“, no temblaba cuando debía enfrentarse a Faraón y al pueblo díscolo. Era la primera voz del pueblo,  según nos dice la Torá en Shemot 15: “Entonces Moshé y los hijos de Israel entonaron este canto en honor del Señor: Cantaré en honor del Señor, que tuvo un triunfo maravilloso al hundir en el mar caballos y jinetes”.

Su voz salía fluida, fuerte y categórica. Hablaba verdad. Su palabra fue un himno.

Moshé fue un valiente que no temió discutir con Dios en beneficio de su pueblo poniendo su interés personal de lado. Iba siempre en dirección hacia una meta clara y fija. Su compromiso fue escuchar nuevas ideas, críticas o comentarios. Tuvo en cada ocasión una visión clara e inspiradora del futuro. Cambió su estructura judicial siguiendo los consejos de su suegro Yitró.

Estuvo lejos de la megalomanía y de los delirios de los líderes autoritarios. Su influencia fue mucha sin necesidad de hacer uso de su autoridad. Huyó del ejercicio del poder y lo asumió únicamente cuando no tuvo otro remedio porque ese fue el mandato que recibió. Demostró honestidad y se expuso al pueblo para que pueda comprobar su fiabilidad. Tomó decisiones oportunas y eficaces y cuando le faltaban conocimientos, no vaciló en preguntar y consultar para saber la respuesta y la Torá lo comenta como algo natural. Y fue humilde, el más, sobre la faz de la tierra, como está escrito en Bemidbar 12:3. La palabra “anav” puede traducirse como suave, humilde y pacífico, persona que no se consideraba superior a los demás.

Muy lejos estuvo del comportamientos de delirios de grandeza y omnipotencia. No fue un presumido y no se sintió   imprescindible tal como lo veremos en unos renglones más. Jamás puso a prueba las capacidades de las personas que les rodearon para jactarse de ellos. No fue imprudente ni impulsivo.

Moshé fue el profeta que sacó a Israel de la esclavitud en Egipto y lo llevó al borde de la tierra prometida. Las Escrituras lo mencionan 767 veces, lo que lo convierte en uno de los personajes más destacados del Tanaj (sólo David es mencionado más veces).

Que nuestro líder, Moshé, aquel a quien siempre hemos visto mirándolo desde abajo hacia arriba como una figura poderosa imposible de ser derrotada,  dotado con una fuerza física absoluta y con un temple a toda prueba, se acerca al momento de su muerte y la Torá la describe de una manera muy simple.

Los últimos días de Moshé han dado lugar a polémicas encantadoras y sugestivas entre los intérpretes que tratan de dilucidar a los entretelones y leer el entrelineado del texto sagrado.

No debemos hacer muchos esfuerzos para revelar   que no hay ningún ser humano que sea imprescindible.  Que el éxito de las personas no depende exclusivamente en su capacidad sino de las circunstancias,  de la Fe en el Todopoderoso y de la sabiduría de poder leer los deseos del pueblo y conducirlo hacia donde debe llegar, con habilidad, con entrega y con renunciamiento.

En nuestros días tenemos la obligación de leer está parashá, para volver a encontrar  cómo ni siquiera el mayor profeta de la historia, estaba exento de dejar sus tareas aun cuando algunos lo veían con una fuerza equivalente a cualquier persona de un tercio de su verdadera edad y otros lo veían de alturas que nadie podía alcanzar, pensaban que era infalible, que estaba más allá del bien y del mal,  aceptaban sin chistar sus palabras y hasta sabían interpretar su respiración.  Sin embargo, quien ve a su líder de esa manera, sufre de una miopía que puede causar muchísimo daño a las personas y al mismo líder. Estoy seguro que Moshé prefería la cercanía de sus críticos que de sus zalameros y aduladores.

El último día de su vida, Moshé se despide del pueblo judío [Devarim 31:2]: “Hoy tengo ciento veinte años. Ya no puedo ir ni venir, y no puedo seguir siendo su líder. Además, el Señor me ha dicho que no voy a cruzar el (río) Jordán, pues ha ordenado que sea Yehoshúa quien lo cruce al frente de ustedes”. Moshé es viejo. Es débil. Y debido a la falta que cometió en Mei Merivá, ha sido castigado con no permitírsele cruzar el río Jordán hacia Israel. Pide sea perdonado, pero, al final debe conformarse viendo la Tierra de lejos.

Para ingresar a la historia, se permitió que al fin, sea otro quien finalice su obra.

Y, ahora, ha llegado el momento de que Moshé abandone este mundo.

No se puede leer este versículo sin pestañear de incredulidad. ¿Un Moshé frágil y enfermo? La propia Torá atestigua que “Era Moshé de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor y lozanía natural ” [Devarim 34:7].

Rashí,  explica: “Se podría pensar [que esto significa] que las fuerzas de Moshé habían menguado [y que por eso ya no podía ir ni venir. Pero no puede ser así…] ¿Cuál es entonces [el significado de] ‘Ya no puedo [ir ni venir]‘? [Aquí significa:] ‘No se me permite [ir o venir]’, porque la autoridad me fue quitada y concedida a Yehoshúa“. Moshé le estaba diciendo al pueblo judío que fácilmente podría haber continuado otros ciento veinte años, sólo que Dios no se lo permitió.

RAMBAN

El Rambán, que vivió un siglo después que Rashí en España y en Israel, discrepa de la tesis de Rashí, escribiendo simplemente que “estaba equivocado“. El Rambán afirma que Moshé estaba tratando de consolar al pueblo judío, que estaba a punto de perder a su líder, su rabino y su figura paterna de un solo golpe. Moshé lo consigue diciéndoles que es demasiado viejo para continuar y que “ya no lo necesitan“. No les está diciendo la verdad, sino lo que necesitan oír. Es una mentira piadosa. O quizás, agrego, en esos momentos percibe lúcidamente que ya no es necesario.

Ovadiá Sforno, que vivió unos tres siglos después que Rambán, precisa la explicación de éste.

Cuando Moshé menciona su edad, le está diciendo a la gente “no hay razón para entristecerse porque alguien de mi edad tenga que morir“. Según cualquier esperanza de vida y ley de la naturaleza, ya “no estoy en condiciones de seguir viviendo por medios naturales“. Cuando Moshé dice que ya no puede ir ni venir, les está diciendo: “aunque todavía pudiera, no sería capaz de funcionar físicamente como debería hacerlo un líder, como por ejemplo dirigiros en la conquista de la Tierra de Israel, ya que sufro los síntomas de la vejez.” Y cuando Moshé dice que Dios le ha prohibido cruzar el río Jordán, quiere decir “aunque fuera físicamente capaz de dirigiros, el hecho de que Dios me dijera que no cruzara el Jordán habría hecho que mi liderazgo fuera inútil. Por lo tanto, estáis mejor sin mí para que podáis cruzar“. Moshé les da tres buenas razones para apreciar que deben seguir adelante sin él.

El rabino Samson Rafael Hirsch, ofrece una explicación que da un giro interesante a los sucesos. Explica que aunque, según las leyes de la biología, Moshé ya no era apto para seguir viviendo por “medios naturales“, seguía vivito y coleando a la edad de ciento veinte años porque Dios lo había mantenido joven por “medios excepcionales“. Moshé tenía un trabajo que hacer y, por lo tanto, Dios necesitaba asegurarse de que Moshé era físicamente capaz de realizar su trabajo. El trabajo de Moshé era llevar al pueblo judío a la orilla del río Jordán, donde Yehoshúa tomaría el relevo y los conduciría a la Tierra de Israel. Ahora que el trabajo de Moshé había concluido, Dios dejaría que la naturaleza siguiera su curso y Moshé comenzaría a mostrar su edad. No es fácil aceptar que la naturaleza decide en todos los casos al final del camino.

Después de que Moshé le dice al pueblo judío que no puede cruzar el río Jordán, [Devarim 31:3] “Dios mismo cruzará delante de vosotros; y Él mismo borrará esas naciones de vuestro camino y vosotros las desposeeréis. Yehoshúa es el que cruzará delante de vosotros, Dios ha hablado”.

Moshé parece abordar esta cuestión dos versículos más tarde [Devarim 31:5]: “Sed fuertes y decididos, no tengáis miedo ni temor de ellos, porque Dios mismo marcha con vosotros: Él no te fallará ni te abandonará“.

¿Qué le ocurrió a Yehoshúa? Para continuar, debemos diferenciar entre “cruzar” y “marchar con…“. לָצֵאת וְלָבוֹא

MALBIM

Para Malbim “cruzar” לָצֵאת significa “la derrota rápida y decisiva de un enemigo“. “Marchar con” לָבוֹא, en cambio, es una expresión de intimidad, en la que dos entidades avanzan juntas hacia el mismo objetivo [Véase la explicación del Gaón de Vilna en Bemidbar [22:21-22].

Trasladando este entendimiento a las Escrituras, Moshé le está diciendo al Pueblo que Dios mismo les ayudará a derrotar rápida y decisivamente a sus enemigos. Yehoshúa será el vehículo a través del cual Dios logrará esto.

Dios continuará gobernando sobre las leyes de la naturaleza para lograr Sus objetivos y la frontera entre lo natural y lo sobrenatural continuará siendo difusa.

Yehoshúa luchará con arcos y con flechas, con armaduras y con escudos. Sin embargo, las flechas siempre darán en el blanco con una precisión mortífera y las armaduras desviarán incluso los proyectiles perforantes más peligrosos.

Yehoshúa tendrá éxito porque Dios mismo marcha junto al pueblo judío, de la mano, protegiéndolo, consolándolo y guiándolo.

Algunas de las mejores cualidades de Moisés brillan al ofrecer una oración muy positiva y esperanzadora. En lugar de utilizar sus últimas palabras para advertir o inspirar culpabilidad, Moisés ensalza tanto a Dios como a los israelitas, señalando de nuevo la relación especial que existe entre ellos. “No hay nadie como Dios, oh Yeshurún”, dice Moisés, “que cabalga por los cielos en tu ayuda, majestuoso por los cielos (Devarim 33:26)”, y luego, “¡Feliz eres tú, oh Israel! ¡Quién como tú, pueblo salvado por el Señor, escudo de tu ayuda y espada de tu triunfo! (33:29).”

El rabino Ari Sacher hizo un comentario antes del 7 de octubre del año pasado que puede perfectamente sintetizar en palabras de hoy lo que significa la fe y la confianza.

Un día, le dice Moshé a su pueblo, construiréis misiles que vuelen más allá del horizonte a través de una ventana hasta una habitación en la que los líderes de Hezbolá estén tramando su próximo ataque. Construiréis interceptores que golpearán cohetes que vuelan a más de cinco veces la velocidad del sonido con una precisión casi infinita. Dios marchará con vosotros. No tengáis miedo ni temor. Nunca dejes de marchar.”

Su comentario es hoy más que válido a la luz de las circunstancias.

Cuando los soldados y el pueblo tienen fe en su guía, triunfarán siempre, porque el “buen líder” les conducirá por la senda de la verdad y estará inspirado por los principios éticos de la Torá y la visión de los profetas.

En esas condiciones no habrá enemigo que se anime contra nosotros.

Él refractario que busca nuestra destrucción estará siguiendo al dios de la muerte y nosotros al Creador que nos ha enseñado el valor absoluto de la vida.

Moshé en su muerte nos ordena vivir con su propio ejemplo.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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