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Los asesinos suben al escenario

Todos los casi 200 países miembros de la ONU, todos los medios internacionales en todos los continentes, todas las organizaciones sociales y civiles en el planeta, saben que desde el 8 de octubre del año pasado, el grupo terrorista Hezbollah ha bombardeado todos los días, sin excepción, a todas las ciudades grandes, pequeñas y medianas de Israel y además de la destrucción de edificios, casas, escuelas, de asesinar decenas de civiles, ha hecho que unos 80 mil ciudadanos de Israel sean hasta hoy desplazados dentro de su país para sobrevivir a los ataques sin pausa. Hezbollah siempre dispara para causar víctimas civiles y todo lo que diga de diferente a esto es falso. Sin embargo, en estos casi 12 meses, jamás ningún organismo internacional y ni siquiera algunas de las potencias con derecho a veto que controlan el Consejo de Seguridad le ha importado nada esta situación. Con su silencio,han legitimado a Hezbollah y han naturalizado que bombardear ciudadanos israelíes es bien visto. Israel, en uso de su derecho a defenderse de un ataque desde el exterior ha reaccionado ahora y sigue haciéndolo mientras estamos escribiendo esta columna. Y ahora sí, los que se han callado por un año, están hablando. Contra el derecho de Israel a defenderse, por supuesto.

Al inaugurarse este martes una nueva, inútil, y grotesca Asamblea General de la ONU, su inefable secretario general hizo algo distinto a través de su previsible y hueco discurso que demostró una vez más que está ejerciendo una ornamenta en lugar de un cargo de responsabilidad. Guterres ni mencionó el enfrentamiento entre Israel e Hezbollah ahora, esta última semana. Se zambulló en sus falsedades, que a esta altura de tanto repetirlas, debe pensar que son ciertas. Rindió homenaje a UNRWA, a pesar de las decenas de pruebas que demuestran las atrocidades cometidas por estos empleados de la ONU, participando desde el mismo 7 de octubre en el pogromo de Hamas, matando y secuestrando. Y tuvo pánico de nombrar a Rusia con nombre propio diciendo que “cualquiera puede invadir a otro Estado por encima de la ley internacional”. Al ser el primer discurso de los casi 200 que siguen después, marcó pautas: se puede decir cualquier cosa sin pruebas ni fundamentos; hablemos para cumplir el reglamento porque la realidad no pasa por el recinto de Nueva York.

Cuando insinuó a la pasada que “Líbano no puede convertirse en otra Gaza” y los pocos que lo escuchaban aplaudieron, le dio la carta blanca que Hezbollah no es que necesite porque lo que precisa es a su patrón Irán, pero sí le dio un abrazo al terrorismo, y no sólo a este sino a todos los terroristas que amenazan cada continente. Si hubiera intentado decir algo sobre Hezbollah podía haber comenzado con lo básico: los civiles libaneses no sólo son escudos humanos, sino que reciben dinero para serlo. Desde hace años, con conocimiento de las autodenominadas tropas de la ONU que tienen la sigla UNIFIL, todas las ciudades y aldeas del sur del Líbano tienen en sus edificios lanzaderas de misiles de largo alcance (mucho mayor de los que tenía Hamas). Los residentes tienen las lanzaderas y los misiles en sus azoteas o lugares similares e Hezbollah les paga. Desde allí han estado bombardeando el norte de Israel. Y ahora Israel reaccionó. Y sin obligación de hacerlo, mal que le pese a Guterres y cómplices, Israel pidió a los libaneses que salieran de allí, porque en esta última semana Israel comenzó a enfrentar la pesadilla que ha llevado a sus ciudadanos a vivir como refugiados en su propio país.

Por encima de las voces de los que apoyan al terrorismo y usan el podio de Nueva York para que alguien los escuche 15 minutos, lo que sí hay que conocer es qué dicen hoy otras víctimas de Hezbollah. Irán, Hezbollah y Rusia invadieron Siria como todos sabemos para apoyar la dictadura de Assad y mantenerla en pie a costa de lo que fuera, asesinando a medio millón de sirios. El periodista sirio Hadi al-Abdallah posteó el fin de semana pasado un video en la red X explicando por qué hay muchos sirios que odian a Hezbollah. En siete minutos de video el periodista narra y muestra a Hezbollah atacando la ciudad de Zabadani y asesinando mujeres, niños y ancianos. En la misma red X, un usuario escribió:” Mi problema con Hezbollah es que asesinaron a mi hermano y mis primos. Mataron a la hija de nuestro vecino, una beba de un año arrancándola de los brazos de su madre. Asesinaron a toda mi gente en la ciudad de Madaya. Mi problema con Hezbollah es que destruyeron mi país”. El diario saudí Al Arabiya publicó que las explosiones de los pagers en el Líbano la semana pasada “es un castigo por el asesinato de niños y las violaciones a mujeres cometidas en Siria”. Cuando se dieron a conocer los nombres de cabecillas de Hezbollah muertos en esta semana, la red X se llenó de posteos cuando vieron el nombre de Hussein Ali Ghandour. El video que subió la red saudí Al Hadath define a Ghandour como “el carnicero de Madaya” responsable de la hambruna en esa ciudad y de enterrar a sus habitantes en fosas comunes estando todavía vivos.

La realidad no son los discursos pronunciados mecánica y gangosamente como trámite, sin importarle a quienes lo hacen nada más que preservar su propia indignidad. Putin, Erdogan, Petro o Boric pueden sumar palabras, pero la realidad son los hechos. Los sirios que se sienten como reivindicados ante los ataques de Israel a Hezbollah están muy lejos de tener la mínima empatía por los civiles israelíes. Pero se atreven a relatar qué hicieron, hacen y harán mientras puedan, los asesinos, que además suben al escenario de la ONU, porque es ahora un teatro donde cualquier montaje está permitido.

Con el desparpajo que lo distingue, el Alto Comisionado para DDHH de la ONU Volker Turk dijo esta semana que el uso de aparatos de comunicación para atacar a otro él lo considera un crimen de guerra. ¿A quién va a acusar? ¿Tiene pruebas para presentar ante algún tribunal, de esos que la ONU gusta formar para juzgar a los que se defienden del terrorismo? ¿Qué dijo Turk durante un año mientras caían los misiles en el norte de Israel, morían civiles y se desplazaba a miles y miles de personas? Nada.

Y el silencio otorga. Y la amoralidad y acusar para incitar, define al cargo y a la persona. ¿No está preocupado por el destino de los libaneses que son rehenes de la brutalidad de Hezbollah desde hace décadas o es que lo que Hezbollah hizo en Siria y está dispuesto a hacer donde sea y donde pueda es legítimo para Turk?
Hace dos días en Nueva York, el dictador turco Erdogan, en un discurso sólo dedicado a agredir a Israel, sin nombrar a sus amigos carnales Irán, Hezbollah, Hamas, dijo esta frase: “70 años después que Hitler fue derrotado por una alianza de la humanidad, Netanyahu y los suyos deben ser detenidos también por una alianza similar”. O sea, más allá de su psicopatía al comparar la mayor catástrofe del siglo 20 con acciones de defensa contra el terrorismo, Erdogan dijo hace 48 horas que Israel debe ser exterminado. Si no tiene derecho a defenderse de Irán, Hamas e Hezbollah, y está claro que para el dictador turco no lo tiene, Israel, tal como lo proclaman desde Irán, debe desaparecer. Este discurso genocida ya lo dijo Petro ese mismo día, y se está repitiendo varias veces en Nueva York esta semana. Los hechos que están sucediendo desde hace un año en Gaza y los que ahora se desarrollan en el Líbano marcan situaciones claras: el derecho a vivir del pueblo judío en su Estado soberano, no se lo van a quitar los asesinos, sus cómplices y admiradores vociferando desde el micrófono instalado en Nueva York. Guterres y sus burócratas hubieran presidido la Conferencia de Evian en 1938 con placer. Y Chamberlain y Daladier les hubieran entregado medallas.

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