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El predecible futuro de Hezbolá

Profesor León Trahtemberg

La muerte o captura de líderes terroristas debilita y a veces extingue sus organizaciones. Lo mismo ocurre en organizaciones cívicas y democráticas cuando su líder carismático, continuo y simbólico se retira o muere

A lo largo de la historia, la muerte o captura de líderes terroristas ha demostrado ser un golpe devastador para las organizaciones que ellos comandaban. Estas figuras suelen actuar como el centro unificador de sus movimientos, brindando una visión ideológica y operativa clara, a la vez que encarnan el símbolo de resistencia para sus seguidores. Sin ese liderazgo, las organizaciones a menudo se enfrentan a una lucha por el poder, fragmentación interna y pérdida de cohesión, lo que las debilita significativamente. A continuación, analizamos ejemplos históricos que ilustran esta dinámica.

Hassan Nasrallah (Hezbolá). La reciente muerte de Hassan Nasrallah líder de Hezbolá el 26/09/202 en Beirut, Líbano, plantea un escenario lleno de incertidumbre para la organización. Nasrallah ha mantenido la cohesión tanto política como militar del grupo, consolidando su influencia en el Líbano y la región. Su desaparición creará un vacío de liderazgo difícil de llenar por ser una figura fundamental para unir las diversas facciones de Hezbolá. Sin él, es probable que la organización terrorista experimente una lucha interna por la sucesión, lo que debilitará su capacidad operativa y su influencia en la región mientras encara los duros golpes de represalia que le propina Israel.

Ismail Haniyeh (Hamás). La muerte de Ismail Haniyeh líder del Hamas el 31/07/2024 en Teherán, Irán, ha representado un golpe significativo para Hamás. Como líder carismático y figura clave dentro de la organización, Haniyeh actuaba como unificador dentro del movimiento. Su muerte probablemente llevará a luchas internas entre facciones dentro de Hamás y podría generar una fragmentación del grupo, debilitando aún más su cohesión política y militar ya duramente golpeada por la represalia  israelí en Gaza.

Abu Bakr al-Baghdadi (ISIS) La muerte del autoproclamado califa de ISIS el 26/10/ 2019, quien se suicidó durante una incursión de las fuerzas especiales de Estados Unidos en Siria, fue una figura clave en la expansión del grupo. Tras su muerte en 2019, ISIS no solo perdió a su líder, sino también a su símbolo unificador. Aunque el grupo nombró un sucesor, la falta del liderazgo de Baghdadi provocó tensiones internas y un descenso notable en la influencia y cohesión de la organización. Sin su figura central, ISIS ha tenido dificultades para mantener su estructura y fuerza en el escenario global.

Osama Bin Laden (Al Qaeda) La muerte de Osama Bin Laden el 2/05/2011 en Pakistán por una operación de las fuerzas especiales de Estados Unidos representó un momento crucial en la historia de Al Qaeda. Aunque el grupo continuó bajo el liderazgo de Ayman al-Zawahiri, la figura de Bin Laden era el pegamento ideológico y simbólico que mantenía unidas a diversas células en todo el mundo. Tras su muerte, muchos afiliados de Al Qaeda empezaron a actuar de manera más independiente, e incluso algunas facciones se separaron para formar o unirse a grupos rivales como ISIS, lo que fragmentó aún más la organización. La falta de un líder carismático de su calibre debilitó el control central de Al Qaeda.

En el contexto peruano:

Abimael Guzmán (Sendero Luminoso) La captura de Abimael Guzmán en 12/09/1992 marcó el principio del fin para Sendero Luminoso. Guzmán era más que un líder: representaba la ideología y la estrategia detrás de la brutal insurgencia maoísta en Perú. Sin su liderazgo carismático y autoritario, la organización sufrió una lucha interna por el poder, lo que debilitó su cohesión y efectividad. Sendero Luminoso se fragmentó en pequeñas facciones que nunca lograron recuperar la influencia que tuvieron bajo el mando de Guzmán.

Víctor Polay Campos (MRTA) La captura definitiva de Víctor Polay Campos el 9/07/1992 debilitó al MRTA, que ya enfrentaba represión por parte del gobierno. Sin Polay, la organización perdió cohesión y fue fácilmente desmantelada por el estado peruano. El MRTA desapareció como una fuerza significativa en el conflicto interno.

En conclusión, la muerte o captura de líderes terroristas ha demostrado repetidamente ser un golpe devastador para sus organizaciones. Estos líderes no solo aportan dirección y estrategia, sino que también encarnan la identidad y la cohesión de sus movimientos. La ausencia de un liderazgo unificador tiende a desencadenar luchas internas por la sucesión, fragmentación de las facciones y una disminución de la capacidad operativa de la organización. La historia nos muestra que la caída de un líder terrorista suele llevar a la desintegración o debilitamiento de la estructura que una vez comandó.

Dicho sea de paso, sin que sean personajes que merezcan compartir una misma columna con los anteriores, solo para fines de análisis político social, no quiero dejar de mencionar que en general toda organización que se gesta o depende fundamentalmente de un líder que se convierte en el prohombre de la organización, cuando muere o se retira por anciano produce un efecto similar de debilitamiento de la organización y el movimiento político que lideraron.

Paradójicamente su liderazgo continuo, carismático y simbólico opaca el de cualquiera de los que lo siguen en la estructura organizacional, lo que a su muerte o retiro produce pugnas por la sucesión que lleva a divisiones y confrontaciones internas y hasta fracturas que debilitan y a veces matan la organización.

Esto es particularmente visible en figuras históricas cuyo liderazgo opacaba a todos los que los rodeaban, generando con su retiro un efecto de vacío que debilita a la organización tras su partida. Aquí algunos ejemplos claros:

Angela Merkel en Alemania se retiró en 2021 tras 16 años en el poder. Merkel lideró de manera pragmática y estable, manteniendo a Alemania como un actor clave en Europa. Sin embargo, su retiro dejó un vacío difícil de llenar. La CDU, su partido, ha enfrentado crisis de liderazgo y una pérdida de fuerza en las elecciones. A pesar de la estabilidad institucional de Alemania, la sombra de Merkel sigue presente y su ausencia ha dejado incertidumbre en la dirección del partido.

Nelson Mandela, en Sudáfrica, se retiró de la vida pública en 1999 tras haber cumplido un mandato como presidente. Su figura fue tan potente y simbólica en la lucha contra el apartheid que, tras su retiro, Sudáfrica ha luchado por mantener la cohesión y avanzar en temas como la desigualdad económica y la corrupción, sin un líder con su capacidad de integrar a la sociedad.

Margaret Thatcher en Reino Unido, al retirarse en 1990 tras más de una década en el poder, dejó a su partido, el Partido Conservador, en un estado de crisis. El «thatcherismo» como corriente política continuó siendo influyente, pero su retiro provocó pugnas internas dentro de su partido y una falta de un sucesor con su fuerza política, lo que debilitó la cohesión de los conservadores.

Juan Domingo Perón en Argentina, quien falleció en 1974 durante su tercera presidencia. Su muerte dejó al peronismo sumido en divisiones internas, con facciones que lucharon por el control del movimiento. La figura de Perón había sido tan dominante que su ausencia desató una crisis de liderazgo que aún hoy genera tensiones dentro del peronismo.

Konrad Adenauer en Alemania, quien tras dejar el poder en 1963, dejó un legado de reconstrucción post-guerra. A pesar de la solidez institucional alemana, su partida marcó el fin de una era en la política alemana. Aunque su sucesor, Ludwig Erhard, mantuvo parte de su legado, la falta de una figura tan integradora como Adenauer creó tensiones en la CDU (Unión Demócrata Cristiana), aunque sin causar la fragmentación.

En el contexto peruano:

Fernando Belaúnde Terry, quien tras sus mandatos presidenciales (1963-1968 y 1980-1985), se retiró de la política activa y su partido, Acción Popular, no logró mantener la cohesión ni relevancia que tenía bajo su liderazgo. La ausencia de un sucesor con su carisma y capacidad para conectar con el electorado debilitó al partido, que con el paso de los años ha perdido la brújula y la adhesión a los valores que emanaron del liderazgo de su fundador.

Alan García dejó una marca imborrable en el Partido Aprista Peruano (APRA). Tras su muerte en 2019, en medio de investigaciones de corrupción, el partido que él lideraba quedó en una crisis profunda. La figura de García había sido tan omnipresente que su ausencia agudizó las divisiones internas del APRA, debilitando seriamente su capacidad de ser una fuerza política relevante al punto de perder su inscripción como partido político.

Luis Bedoya Reyes, fundador del Partido Popular Cristiano (PPC), quien vivió hasta una edad avanzada y se retiró de la política activa años antes de su muerte en 2021, dejó un vacío en su partido. Aunque el PPC continuó existiendo, su relevancia política disminuyó notablemente tras su partida, pues Bedoya Reyes era la figura central que cohesionaba al movimiento.

Estos ejemplos muestran cómo la partida de un líder que ha sido el centro integrador de una organización o movimiento puede crear vacíos que llevan a crisis de sucesión, divisiones internas y, en muchos casos, la pérdida de relevancia política e incluso la extinción de su partido.

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