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Dale gas

En la columna de hoy, voy a abordar la cuestión Siria, desde el punto de vista geoeconómico, por supuesto de los recursos naturales, en particular si son energéticos, que adquieren una dimensión estratégica, como es el caso del Gas, y una de las reservas más importantes están en el Emirato de Qatar, se estima en el 14%, que equivaldría aproximadamente a unos 24.700 millones de Km3, y por eso las tierras qataríes, se han vuelto en los últimos dos años en el punto de encuentro, de varios ministros europeos de la cartera energética, lo que no debe sorprender, si se tiene en cuenta la necesidad de dicho recurso ante el corte del suministro de Rusia, y sin dejar de lado tampoco, los altos costes del gas natural licuado exportado por los EE.UU., y por estas razones, el pequeño emirato del Golfo Pérsico se ha convertido en un actor importante en el mercado europeo del gas.

Para tener una idea, de la importancia de Qatar en el mercado energético, además de las reservas de gas antes señaladas, también posee el 13% de petróleo a nivel global, pero retomando el rubro gasífero, el pequeño emirato exporta aproximadamente, entre 8 a 9 mil millones de metros cúbicos al mes, de gas natural licuado, y lo ubica como el principal exportador de Medio Oriente, que lo sitúa en el tercer puesto a nivel mundial, por detrás de los EE.UU., que es el primer exportador, gracias al “fracking”, y de Rusia que ocupa el segundo lugar, y esto ha llevado a la dinastía qatarí Al Thani, a ponerse el objetivo de incrementar en un 60%, sus exportaciones para el 2027, lo que implica una inversión de unos U$S 30.000 millones, y esto ya se refleja, en el Acuerdo de suministrar gas natural licuado a Alemania, por un período de 15 años, a partir del 2026, que se hará a través de la empresa petrolera estadounidense ConocoPhilips, socia de Qatar Energy, que es una de la más importante en el sector a nivel global.

Y ahora veamos, como todo esto se relaciona con la caída del régimen sirio de Bashar al Assad, pues Siria se presenta como una opción, para nuevos y no tan nuevos proyectos vinculados al suministro del gas natural, como ser la construcción de un gasoducto que transporte dicho recurso energético, del emirato de Qatar, en particular, pero que también puede incluir a Emiratos Árabes Unidos, en relación a los yacimientos existente en el Golfo Pérsico.

Uno de esos proyectos, ahora reflotados, es aquel que desde Qatar se extendería un gasoducto a través de Irak y de Siria, y que en el pasado reciente, por la situación de conflictividad no resuelta de su guerra civil que vivía el régimen de Damasco, se hacía imposible que dicho proyecto se materializara.

El “Islamic Gas Pipeline Projet”, tenía previsto un trayecto que partiendo de Qatar, pasaba por el extremo sur de Irán, atravesando luego el emirato de Kuwait, ingresaba en Irak, se extendía después por la región central de Siria, hasta Homs, donde se ramificaba, un trayecto en dirección noroeste hasta el puerto de Latakia, y el otro tramo, en dirección oeste hacia la ciudad-puerto de Trípoli, Líbano, ambas localidades en la costa mediterránea, para posteriormente, proceder al embarque hacia Europa, obviamente, este proyecto pasaba por Irán, y por lo tanto, se puede aseverar que prácticamente ahora está descartado, ante el derrumbe del régimen del clan alawita Al Assad, aliado de Teherán, más allá que contaba con el visto bueno de Rusia.

Además, de este proyecto, había otro que también partiendo de Qatar, ingresaba en Arabia Saudita hasta Riad, luego extendiéndose en el territorio saudí hacia el noroeste, ingresa a Siria hasta Damasco, y de ahí hacia Homs y luego en dirección al norte hasta Alepo, para entonces ingresar en Turquía, hasta conectarse con el proyecto del gasoducto Nabuco, y por éste, continúa al oeste hacia Estambul, para así suministrar el gas a Europa.

Por supuesto, el emirato de Qatar ya ha entablado conversaciones, tanto con el 1er. ministro interino sirio, Mohammed al Bashir, como con la cúpula del HTS, es decir, con el grupo salafista Hayat Tahrir al Sharm, y esto, en un marco más amplio que involucra a las otras monarquías árabes del Golfo, con el fin de planificar la reconstrucción de Siria, y esta movida, tiene como antecedente las firmas de una veintena de Acuerdos, que tienen como signantes a Turquía, Irak, E.A.U. y Qatar, que se llevó a cabo en la reunión realizada en Bagdad, en el mes de abril pasado.

Si uno presta atención, en estos Acuerdos no se preveía que el gasoducto pasara por Siria, sino por Irak, además el pte. turco Recep Tayyip Erdogan, ya había rechazado el proyecto suscripto por, India, Arabia Saudita y la U.E., que consistía en un corredor comercial-energético, también conocido por sus siglas IMEC, y que no tenía en cuenta a Turquía, pues dicho corredor prevé un enlace de transporte terrestre y marítimo, el primero pasaría por E.A.U., luego el Reino Saudí, Jordania e Israel, y de Haifa su embarque a Grecia, y este proyecto dio lugar a la firma de un Memorando de Entendimiento, rubricado por los Estados mencionados, más por los EE.UU. y el resto de los socios del G-20, lo que claramente, va en contra de los intereses de Turquía, que recordemos, pretende ser el “grifo de paso” del petróleo y el gas, que provenga, tanto del Cáucaso como de Medio Oriente hacia Europa, algo que quedó claramente reflejado en palabras del propio Erdogan, “…no hay corredor sin Turquía.”.

Ahora bien, para tener una idea de los costes y beneficios de ese proyecto, tomando a Irak como caso testigo, significaría una inversión de U$S 17.000 millones, con un beneficio anual de nada menos de U$S 4.000 millones.

Evidentemente, Erdogan tampoco quería, ni quiere un corredor económico-energético, que partiendo de Mumbay, India, pase por Emiratos Árabes Unidos, luego continúe por Arabia Saudita, Jordania y que termine en la ciudad-puerto de Haifa, Israel, y de allí su embarque a Europa, y este trayecto va a contramano del proyecto turco, que parte del Golfo Pérsico, desde Basora, internándose en Irak pasando por Bagdad primero, luego por Mosul, para después ramificarse, un tramo directamente hacia Ankara y a Estambul, ingresando en Europa, y el otro trayecto, hacia la ciudad-puerto de Ceyhan, en la costa sudeste de Turquía, que se constituiría en el puerto más importante en esa región del Mediterráneo oriental, lo que va en línea con la visión geopolítica de Erdogan, el “Neo-Otomanismo”.

Sin embargo, con la caída del régimen del clan Al Assad, se reflota el proyecto IMEC, es decir, de la India, Arabia Saudita, Jordania y termina en Israel, que se estructura primero con un tramo marítimo, para luego continuar por vía terrestre hasta territorio israelí, pero a su vez este proyecto contempla una ruta marítima complementaria, que desde Mumbay, India, en dirección al Mar Rojo, por este hasta Suez, Egipto, con destino finsl, Europa, lo que se encuentra plasmado en el Memorando de Entendimiento antes mencionado, sin embargo, el trayecto marítimo es el que ofrece mayores peligros, habida cuenta de la actividad de los Hutíes, en el estrecho de Bad al Mandab, que comunica el Mar Rojo con el Golfo de Adén, en el Océano Índico.

En este escenario, lo que se puede leer entre líneas es, que el respaldo de Turquía a los dos grupos rebeldes protagonistas principales de la caída del régimen sirio, los salafistas de Hayat Tahrir al Sharm y el llamado Ejército de Liberación Nacional de Siria, quienes desde el 2017 habían instaurado un gobierno rebelde en la provincia de Idlib, y más allá, de la Cuestión Kurda, el real objetivo del pte. turco Recep Tayyip Erdogan, es posicionarse como un actor de peso en la próxima Siria, y así poder concretar sus intereses geopolíticos y geoeconómicos, pero no hay que olvidar, que a partir del 20 de febrero del 2025, la Casa Blanca va a tener nuevo inquilino, Donald Trump, que en su agenda está renovar y ampliar los Acuerdos de Abraham, que contempla incluir al reino de Arabia Saudita, y también, que el Memorando del G-20 reflota el Proyecto IMEC.

Más allá, de los proyectos hasta aquí señalados, está el contemplado en el Acuerdo tripartito, firmado por los respectivos ministros de energía de Israel, Chipre y Grecia, hace cuatro años, que consiste en la construcción de gasoducto submarino, con una extensión de 1.900 km, que posibilitaría la provisión a la U.E., de 10.000 metros cúbicos anuales, un proyecto que importaría una inversión de U$S 7.000 millones, el que se complementaría perfectamente con el proyecto IMEC, y esto ha provocado la reacción de Turquía, que obviamente se opone al mismo.

Finalizando la columna de hoy, mis reflexiones son las siguientes: primero, como han incidido los conflictos de Ucrania, que tiene una connotación por el gas ruso, y los que acontecieron en Medio Oriente recientemente, el de Israel contra las organizaciones terroristas Hamas, Yihad Islámica, Hezbollah y con el propio Irán, más la caída del régimen de Bashar al Assad de Siria, que tiene connotaciones en cuanto al gas y al petróleo; segundo, el colapso de Siria ha abierto un nuevo escenario geopolítico y geoeconómico en Medio Oriente, pero que en el marco de la interdependencia compleja mundial, tiene efectos globales, y en el caso abordado, repercutirá en el Mercado Energético, y tercero, el futuro de Siria, es una verdadera incognita, pero lo que si es seguro, que actores externos a la realidad siria, tanto en lo regional, como las grandes potencias como EE.UU., China, India e incluso Rusia, y el bloque de la U.E., sin descartar lo que Irán pueda negociar con un gobierno sirio dominado por la mayoría sunita, en definitiva Siria necesita inversiones para su reconstrucción, por lo tanto, todos van a mover sus piezas para garantizar sus respectivos intereses estratégicos, por eso, la frase elegida para terminar es una axioma de la Escuela Realista de las RR.II., “No hay enemigos ni amigos permanentes, sólo intereses permanentes.”.-

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