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Los judíos no cuentan

“Jews Don’t Count: How Identity Politics Failed One Particular Identity” es un libro del comediante inglés David Baddiel publicado en 2021. Trata sobre el antisemitismo como una forma de discriminación en el contexto de las políticas de Izquierda. La tesis de Baddiel es que en relación al antisemitismo el trato es diferente al de otras discriminaciones.

El antisemitismo es relativamente aceptado mientras que el racismo, la homofobia, y otras fobias despiertan reacciones virulentas por parte de los militantes ‘woke’ de la Izquierda ‘interseccional’ (ironía intencional sólo para uruguayos, refiere a una militante LGTB local).

Uno de los problemas del libro para un lector hispanoparlante es la superabundancia de ejemplos de la cultura anglosajona. Una vez entendido el razonamiento de Baddiel, sin embargo, no es difícil transpolar el asunto mediante ejemplos de la cultura vernácula, cualquiera sea.

El episodio en torno a la parodia del grupo ‘Caballeros’ en el Carnaval de Montevideo sería un ejemplo clásico en una traducción del libro al español latinoamericano. No despertó ninguna alarma escribir un guion de contenido antisemita en base a una obra original antisemita (El Mercader de Venecia de Shakespeare). Todos los involucrados, cuando la puesta fue denunciada, manifestaron una inocente sorpresa ante la ofensa de los denunciantes.
Cabría preguntarse si harían, en los tiempos que corren, una parodia de ‘Otelo’ (para seguir con Shakespeare) o una parodia de la película ‘Secreto en la Montaña’ (2005) que aborda con mucha seriedad, dramatismo, y tragedia el tema del amor homosexual. Supongo que tampoco cabría una parodia en torno a personajes autistas. El público no lo toleraría. Sin embargo, y esa es la tesis de Baddiel, toleran el humor antisemita.

Otro británico, Ricky Gervais, ha emprendido casi una cruzada a favor del humor irreverente y ofensivo. Como suele decir, ‘es sólo humor’. Basta con ver su apertura de los premios Golden Globe en 2019: su monólogo es brillante bajo cualquier estándar, pero ofensivo sin lugar a dudas. Como bien dijo, ‘¡Que importa!, es mi última vez’. Sólo así se explica.

‘Si no puedes hacer un chiste sobre las cosas más horripilantes del mundo, ¿cuál es el sentido de un chiste? ¿Cuál es el sentido del humor? El humor es para sobreponernos a las cosas más terribles’ sostiene Gervais en uno de sus tantos argumentos a favor de su tipo de humor. Agregaría que parte de su defensa, a la cual adhiero, es que su humor toca temas tabú y los expone. Por eso dice: ‘no cambies los hechos, cambia tus sensibilidad respecto a esos hechos’.

Lamentablemente, el antisemitismo no es tabú. Nunca lo fue, y probablemente nunca lo será. Por eso el (mal) humor antisemita es ofensivo sólo para los judíos y algunas almas muy coherentes. Para la gran audiencia aplica el doble estándar que Baddiel denuncia en su libro: ‘los judíos no importan’, que es casi como el ‘ya no me importa’ de Ricky Gervais. Si no nos importa, todo es válido.

¿Cuándo ‘importa’ entonces? ¿Cuál es el momento de la verdad? La respuesta es: cuando el humor tiene consecuencias más allá de lo reflexivo y auto-crítico. Cuando es discurso de odio. Cuando estimula la violencia. Cuando exacerba viejos prejuicios. Cuando su uso es retórico en el contexto de una ideología. La misma ideología que censura el humor sobre gente de color, homosexuales, gente con capacidades diferentes, o cualquier otra categoría que quieran sumar. Todas, menos el antisemitismo.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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