Educar para entender el mundo en el que vivimos

Por qué palestinos, ucranianos, israelíes, taiwaneses no pueden guiar sus decisiones nacionales y de seguridad basados en las garantías de sus «aliados» y los organismos internacionales como la ONU.
La repentina insinuación de Trump de que Ucrania provocó la invasión rusa por su inclinación hacia la OTAN que ponía en riesgo los intereses estratégicos rusos, y el anuncio de su retiro de la OTAN y sus negociaciones directas con Rusia excluyendo a Ucrania y la Unión Europea, muestran con claridad cómo de un gobierno a otro por ejemplo en EE.UU., es posible que todo su peso político y económico gire 180 grados respecto a sus antecesores. Es decir, nadie puede dar por sentado que los aliados de ayer sean los de mañana, cosa que Corea del Sur, Japón, Taiwán y Canadá en este caso están viviendo en carne propia.
Las alianzas internacionales y los organismos multilaterales han sido históricamente considerados como pilares para la estabilidad global, la resolución de conflictos y el resguardo de los derechos humanos. Sin embargo, en la práctica, estos mecanismos están profundamente condicionados por los intereses políticos, económicos y estratégicos de las potencias y aliados que los conforman. La falta de objetividad en la toma de decisiones y la evidente influencia de ciertos actores con particular peso económico han hecho que muchos de estos organismos pierdan legitimidad como referentes de justicia y equidad en la política global.
Ejemplos como la incapacidad de la ONU para resolver conflictos de larga data, como la guerra civil en Siria, Sudán y Yemen, la ineficacia para detener la invasión rusa en Ucrania, la contradicción en la composición del Consejo de Seguridad, donde tres miembros permanentes con derecho a veto representan democracias (EE.UU., Inglaterra y Francia) y dos son regímenes dictatoriales de partido único (Rusia, China). Todos ellos son firmantes de la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU pero los entienden de modo muy distinto. Sumado a ello, las resoluciones de las mayorías automáticas de la ONU que sistemáticamente condenan a unos como Israel mientras ignoran los abusos de regímenes como el de China, Rusia, Venezuela, Cuba, Nicaragua y las teocracias islámicas. Así mismo, la presencia de países que violan derechos humanos que no solo votan en la asamblea general, sino que presiden comisiones de la ONU encargadas de proteger los DD.HH. como Irán en la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, China en el Consejo de Derechos Humanos y Arabia Saudita en comités de derechos humanos a pesar de su historial de represión y ejecuciones. Todo ello evidencia que la comunidad internacional opera bajo reglas que carecen de neutralidad, equidad ni coherencia.
En esta columna exploraremos casos emblemáticos que demuestran cómo las alianzas y organismos internacionales son incapaces de conducirse con neutralidad y, por lo tanto, no garantizan estabilidad y respeto por los principios fundamentales de convivencia entre naciones. De allí que la defensa de la soberanía, territorio y seguridad nacional, en muchos casos, ha dependido más de la capacidad de acción unilateral, incluida la vía militar de los países, que de la respuesta de la comunidad internacional. Ucrania con Rusia, India con Pakistán, Turquía con Siria, Israel con Gaza, Siria y Líbano y próximamente Taiwán con China y quizá Finlandia con Rusia lo tienen muy claro y dan y darán la pelea desde su fortaleza e intereses territoriales propios más que desde su confianza en aliados internacionales. Veamos en detalle algunos de esos casos.
Taiwán es una evidencia de cómo las alianzas pueden cambiar por intereses económicos. China ha ejercido una presión económica y diplomática masiva para que países de todo el mundo retiren el reconocimiento a Taiwán. Aunque Taiwán es una democracia con una economía sólida, la necesidad de acceder al mercado chino ha llevado a muchas naciones a preferir las relaciones con Beijing. Esto demuestra cómo los principios democráticos y de soberanía pueden ser relegados cuando hay intereses comerciales en juego.
Dicho sea de paso, China logró su ingreso a la Organización Mundial del Comercio a pesar de no ser una economía de mercado, por su sistema de subsidios masivos a las exportaciones y la piratería generalizada de productos y tecnologías. Este acceso privilegiado le ha permitido competir en condiciones desiguales con otras economías, desafiando los principios del libre comercio y generando fricciones comerciales con diversas naciones.
Cuba ha recibido apoyo de países como España, Alemania y Francia, incluso cuando ha mantenido un régimen autoritario con persecuciones y limitaciones severas a las libertades individuales. A pesar de que Estados Unidos ha impuesto un embargo económico, muchos países democráticos han decidido mantener relaciones con Cuba, priorizando su política exterior sobre principios democráticos.
En el caso de Venezuela, vemos cómo la política internacional no siempre responde a valores éticos, sino a necesidades estratégicas y económicas. Brasil, Estados Unidos y varios países occidentales han condenado reiteradamente el régimen de Nicolás Maduro por violaciones de derechos humanos y corrupción. Sin embargo, la compra de petróleo venezolano sigue activa, lo que permite al régimen mantenerse económicamente.
La situación en Nicaragua demuestra cómo las alianzas internacionales pueden ser más pragmáticas que basadas en valores. El gobierno de Daniel Ortega ha sido criticado por violaciones sistemáticas a los derechos humanos y represión a la oposición. Sin embargo, ha recibido el respaldo de Rusia y Venezuela en organismos internacionales.
Qatar es un ejemplo de cómo un país puede comprar prestigio mientras financia el terrorismo. A pesar de ser señalado como financiador del terrorismo islámico y ser la sede de Hamas y de sobornar funcionarios de diversos organismos internacionales, Qatar ha logrado ser sede del Mundial de Fútbol y otros eventos internacionales. Ha utilizado su enorme capacidad económica para invertir en equipos de fútbol de élite, aerolíneas y redes mediáticas, lavando así su imagen internacional a pesar de sus cuestionables prácticas.
En el caso de India y Cachemira, vemos un ejemplo más de cómo los países priorizan su soberanía sobre la presión global. India ha enfrentado constantes disputas territoriales con Pakistán en Cachemira, lo que ha llevado a intervenciones militares. A pesar de las críticas de organismos internacionales, India ha defendido su posición argumentando razones de seguridad nacional.
Los casos de Israel y Líbano demuestran la complejidad de los conflictos en Medio Oriente y cómo las resoluciones de la ONU pueden ser sesgadas política e ideológicamente. Mientras el mundo condena el terrorismo, Israel es presionado constantemente para moderar sus acciones con los terroristas de Hamas y Hezbollah, que utilizan tácticas que incluyen el uso de civiles como escudos humanos, secuestros y ataques criminales indiscriminados. A pesar de ello, las resoluciones de la ONU tienden a criticar desproporcionadamente a Israel, omitiendo la complejidad del conflicto y los intereses geopolíticos de actores como Irán y Turquía. En el caso de Líbano, la presencia de Hezbollah y sus ataques indiscriminados a los civiles israelíes han generado una situación en la que las decisiones del gobierno están fuertemente influenciadas por este grupo, con respaldo de Irán. Las respuestas internacionales a esta crisis han sido tibias, y la única manera en que el equilibrio de poder ha cambiado ha sido mediante intervenciones militares de Israel en defensa de su población.
Turquía ha intervenido militarmente en el norte de Siria, argumentando que busca neutralizar la amenaza de grupos kurdos que considera terroristas. El gobierno turco ha mantenido su política de intervención territorial para salvaguardar sus intereses nacionales. Esto demuestra cómo algunos países pueden actuar sin preocuparse por la presión de organismos internacionales cuando poseen suficiente poder estratégico.
En suma, cada país “baila con su pañuelo” y diversifica sus contactos para que de fallar unos pueda contar con otros. Pero en última instancia, saber que debe depender de sí mismos. En el caso de Perú, si mañana Brasil decide invadir militarmente y anexarse el Perú ¿quién se parará al frente? ¿EE.UU.? ¿China? ¿Rusia? ¿Francia? ¿Inglaterra?
Tengamos claro que la geopolítica está dominada por intereses, no principios. Las alianzas internacionales no están basadas en valores inquebrantables, sino que dependen de la conveniencia de cada actor en cada momento histórico. Esto significa que los países deben fortalecer su capacidad de acción autónoma y no depender de organismos internacionales que pueden ser influenciados o paralizados por vetos y presiones políticas.
En un mundo donde el pragmatismo prima sobre los discursos idealistas, la verdadera estabilidad y soberanía de una nación depende más de su propia estrategia y capacidad de defensa que de las promesas y garantías externas. Eso lo tienen clarísimo Ucrania, Israel, Taiwán y empiezan a ser más conscientes Corea del Sur, Japón, Finalndia, entre otros. Quien quiera entender la conducta de Israel en relación a sus vecinos y los grupos terroristas que controlan Gaza, Siria, Líbano, Irak y Yemen además de Irán que los auspicia, tiene que entender los conceptos aquí explicados.
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