Francisco Wichter, una vida plena

Próximo a cumplir 100 años nos dejó Francisco Wichter. Murió rodeado de su familia, que siempre se mantuvo junto a él y de muchos que a la distancia lo reconocimos como un ejemplo.

Su azarosa vida, iniciada en su pueblo natal en Polonia, y su permanencia en diferentes campos de concentración tiene un giro inesperado cuando se incorpora a la fábrica que regenteaba Oskar Schindler. Un personaje contradictorio pero que protegió a los judíos que había empleado, dándoles condiciones normales para vivir en su fábrica.

“Un empresario de Cracovia cierra su fábrica por el avance del frente ruso y pretende montar una de municiones en Checoslovaquia. Se llama Oskar Schindler. Como nosotros provenimos de Budzin, estamos catalogados como obreros metalúrgicos. Junto con los judíos que ya trabajan para él, estamos incluidos en la lista de gente que se iría para allá. Se habla muy bien de Oskar Schindler”, escribió Francisco Wichter.

No fue ajena a esa preocupación Emilie, la esposa de Schindler, mujer que vivió en la Argentina, en la localidad de San Vicente, en una casa proporcionada por la B nai B Rith, y a quien Francisco, originariamente Faivel, ayudó.

Antes de la difusión de la película de Steven Spielberg, Francisco, el número “371” de la fábrica de Schindler, y cómo muchos sobrevivientes de la Shoá, mantuvo para sí sus recuerdos.
Pero la difusión del film lo determinó a contar su historia, primero a su hijo Enrique, y luego al mundo.

Producida la liberación llega a Italia y allí conoce a quien sería su esposa, cuya sobrevivencia es tan digna de recuerdo como la de Francisco: Hinda Zelegraut. Se casaron el 20 de abril en Roma. Eran los únicos sobrevivientes de dos familias cuyos numerosos miembros habían sido asesinados por el régimen nazi.
Emigran a la Argentina, conforman su familia y actúan en el comercio.

Francisco cumplió con el pedido de su madre de sobrevivir para contar.
Con el título de “Undécimo mandamiento” escribe su obra autobiográfica. Casi en la misma fecha que Yehuda Bauer agrega sus mandamientos a los diez históricos, Francisco, con clarividencia y compromiso, acuñó el suyo.

No dejó de difundir, y educar sobre la Shoá. Recorrió escuelas e instituciones en diferentes lugares del país, llevando el recuerdo de su vida. Oportunamente le cedió los derechos para su edición a la municipalidad de Bahía Blanca, ” El Undécimo mandamiento”, para un proyecto educativo.

Francisco forjó su carácter con una condición compartida con otros sobrevivientes de la Shoá: la vida los puso a prueba en muchas ocasiones y eso les ayudó a hacerse fuertes.

Hay muchos elementos para definir una ” vida plena”. Tengo para mí que el más relevante es justamente la generosidad, y por ello la vida de Francisco en su entrega a la difusión pedagógica, y en su desinteresado apoyo a Emilie Schindler, lo hacen legítimo acreedor a definir la suya, cómo una vida plena.

Raul woscoff