El mes de Av: Desastre y consuelo
El desastre no es extraño para nosotros. De muchas formas es parte del pacto de Dios con Abraham. Cuando se le dijo a Abraham que su pueblo sería el elegido, Dios le dijo que habría que pagar un precio. ¿Cuál es ese precio? Una mirada a la historia judía nos proporciona dos pedazos de información que nos hacen únicos. Uno es que no desaparecemos porque reconocemos que somos un pueblo que está unido en lo que el Gaón de Vilna llamaría “rectificarnos a nosotros mismos y rectificar al mundo”. Lo otro es que cuando intentamos desaparecer, los resultados han sido desastrosos.
Abraham fue un buscador. Su búsqueda lo llevó más allá de su tierra, e incluso más allá de las suposiciones que prácticamente todo el resto del mundo tenía acerca de la vida. Para Abraham, Dios no estaba solamente en los cielos, sino que aquí en la tierra, con nosotros. Abraham integró el mundo del pensamiento con el mundo de la acción. Mientras otros pensadores religiosos en esa época se dedicaban a meditar profundamente, Abraham estaba picando vegetales y sirviendo platos de comida a sus innumerables invitados.
Él no fue una versión glorificada de hotelero del mundo antiguo. ¿Qué tenía Abraham en mente?
Abraham creía que el mundo del pensamiento, la emoción y la acción nunca debieron haberse fragmentado en tres mundos autónomos, desconectados el uno del otro. La vida debía ser perfecta. Dios le prometió que su camino no desaparecería cuando él muriera. Él sería el padre de una nación, y ellos preservarían su legado.
Cuando Dios le prometió un futuro, Abraham tuvo una pregunta. “¿Cómo se que yo transmitiré este legado?”.
Abraham no dudó acerca del poder de Dios. Él había seguido a Dios desde Ur hasta Israel, Egipto y de regreso a Israel sin haber expresado nunca la más mínima duda. Él estaba preocupado de que sus descendientes pudieran hacer elecciones que los pudieran alejar de su Creador.
El hecho de que él era devoto, compasivo, y dispuesto a hacer sacrificios, no era una garantía de que sus hijos no serían egocéntricos y materialistas. Después de todo, ¿Cuántos de nosotros vivimos vidas que son realmente una copia exacta de la vida de nuestros padres y abuelos?
En respuesta Dios dijo: Tráeme tres novillas, tres cabras, tres carneros, una paloma y un pichón. (Abram) trajo todo esto para Él. Los partió por la mitad, y puso una mitad frente a la otra. Los pájaros no los partió. Buitres descendieron sobre los animales muertos, pero Abram los alejó.
Cuando el sol se estaba poniendo, Abram cayó en un trance, y fue agobiado por un profundo y oscuro temor. (Dios) dijo a Abram, “Ten por seguro que tus descendientes serán extranjeros en una tierra que no es de ellos durante 400 años. Serán esclavizados y oprimidos…”. Un horno humeante y una antorcha ardiente pasaron por entre las mitades de los animales. En ese día, Dios hizo un pacto con Abram diciendo, “A tus descendientes les he dado la tierra”. (Génesis, 15:9-18).
Dios le está diciendo a Abraham que hay dos formas de preservar nuestra identidad. Una forma es a través de ofrendas de sacrificios. No es necesario ver los sacrificios como arcaicos. La palabra en hebreo para sacrificio, “Korban”, significa literalmente un objeto que acerca algo. Nuestro yo animal (y seamos honestos, tenemos una buena colección metida adentro de nuestra psique) puede distanciarnos de Dios, haciéndonos cada vez menos concientes de la parte nuestra que es real, duradera, y finalmente la más genuina – nuestro yo espiritual. La forma en que nuestro yo animal fue elevado durante la época del Templo fue a través de ofrendar un animal que era, en cierto sentido, nuestro gemelo, y dejando que la experiencia nos cambiara.
Hoy, elevamos nuestro yo interno a través del rezo, y el mundo exterior a través de las mitzvot (cumpliendo con los mandamientos de Dios) que implican una relación con nuestro yo animal. Mitzvot como las leyes de cashrut, nos llevan por el camino de Abraham, de completa devoción a Dios, uniendo el mundo físico con el mundo espiritual.
¿Supongamos que optamos por quedarnos fuera? El libre albedrío nunca es eliminado. Pero Dios no nos permitirá escoger, como nación, la inconsciencia espiritual. Estaremos expuestos a imperios bestiales. El lobo alemán no fue ninguna mascota. Fue un símbolo de todo lo alemán. Sufriremos, seremos esclavizados, y encontraremos alienación donde busquemos aceptación.
“Tus descendientes serán extranjeros en una tierra que no es de ellos… serán esclavizados y oprimidos”. Hemos vivido esta profecía en Egipto (el primer exilio, y el prototipo de las futuras ediciones), en Babilonia, Grecia y Roma. Mientras que estos nombres parecen distantes y empolvados, ellos son fundamentos de las civilizaciones que nos han atacado con una bestialidad que casi desafía las palabras.
¿Qué palabras hay en el vocabulario humano para describir lo que ocurrió en Auschwitz, en Treblinka, en Europa Oriental?
¿En York, donde un castillo fue quemado junto con los judíos que se escondían adentro? ¿En España, donde quemaban a las personas en la estaca por el crimen de ser judíos?
No hemos desaparecido del mapa. Hemos salido de cada confrontación con el buitre que busca devorarnos, debilitados pero con vida. Lo que sí teníamos en claro cuando salimos de los campos, es que lo que somos y lo que queremos ser no puede ni siquiera parecerse a lo que los alemanes han elegido hacer de ellos mismos. Esto no se aplica sólo para el Holocausto, sino que es lo que nos ha impedido desaparecer en Babilonia, España o Grecia. En cada instancia nos hemos redescubierto al enfrentar el espejo y rechazar la imagen que una vez pensamos que era la nuestra, sabiendo ahora sin ninguna duda que esa no es nuestra imagen, y que nunca lo será.
El mes de Av es un tiempo en el cual confrontamos este aspecto de nuestra historia.
El signo astral del mes es el león. Simboliza nuestro encuentro con la fuerza cruda. Interesantemente, el primer día de Av es el aniversario del fallecimiento de Aarón, el hermano de Moisés, quien fue conocido por ser el máximo exponente de la paz. Lo que esto nos dice es que a pesar de que podemos actualmente estar distantes de Dios y de nuestro yo más elevado, finalmente existirá la paz que él se imaginó; paz que está basada en el surgimiento de nuestro yo más elevado y la parte de nosotros que es hombre y no bestia. Nada puede estar más alejado de esto que la paz que se basa en el miedo mutuo de que eso es a todo lo que podemos aspirar, si vemos la actual guerra en Israel sin su marco histórico.
El Talmud nos dice que el Mesías nacerá el 9 de Av. Este es el día en que ambos Templos fueron destruidos, en que ocurrió la expulsión de los judíos de España, y la Primera Guerra Mundial, la “madre” de la Segunda Guerra Mundial, estalló. Lo que esto nos dice es que el mismo pacto que promete sufrimiento, promete redención. Hay dos
Puede que nunca nos permitamos olvidar lo que hemos sufrido. El hecho de que Dios está comprometido a nunca permitir que desaparezcamos no exonera a aquellos que han perpetrado los peores crimines de la historia contra nosotros. Sus intenciones son malvadas, sus elecciones fueron tomadas conscientemente, y lo más importante de todo, su bestialidad no conoció límites.
Además, no debemos permitirnos olvidar quienes somos, y porque hemos sobrevivido. Somos el pueblo de Dios con la misión de cumplir el pacto de Abraham. Apuntamos a vivir vidas completas, elevando lo físico y teniendo fe en Dios. El hecho de que estamos aquí, vivos, en el siglo XXI, que no hemos olvidado quienes somos, y que estamos comprometidos a continuar haciendo realidad nuestro pacto, no es nada menos que un milagro.
El 15 de Av era un tiempo de alegría. En tiempos antiguos, era un día en que se concertaban bodas, y se celebraban nuevos comienzos. Era un tiempo en el que comenzábamos nuevamente, expresando no sólo quien no queremos ser, sino quien podemos ser. Que este Av nos traiga alegría, realización y consuelo.
Fuente: Aish Latino
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