Mucho más que vidrieras destrozadas: A 82 años de “La Noche de los Cristales Rotos”
Cada 9 de noviembre es conmemorado un nuevo aniversario de la atroz noche antisemita. En varias ciudades alemanas, simultáneamente, sinagogas, comercios y hogares judíos fueron destruidos y ciudadanos alemanes de pleno derecho asesinados sólo por su origen judío. Se la llamó Kristallnacht, la “Noche de los cristales rotos”. Para comprender su naturaleza, es necesario penetrar en las entreguerras, esos reductos de odio, resentimiento y violencia.
El ascenso al poder de Hitler se vio sustentado en una escalada de violencia, como expresión del resentimiento por la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial. De este modo, el odio utilizado como combustible ardió prontamente de manera feroz, expansiva y retroalimentada desde el aparato estatal. El concepto de territorio fue reemplazado por el racismo y la soberanía por supremacía de la etnia aria, en una aviesa malinterpretación de las teorías de Nietzsche y de Darwin.
El antecedente del genocidio armenio, perpetrado a partir del 24 de abril de 1915, mostró la indiferencia de la civilización ante el horror: más de un millón de seres humanos fueron sistemáticamente asesinados en manos del Imperio Otomano, por su pertenencia a una etnia y su fe. (Así como no es posible vivir en el ayer, tampoco somos seres despojados de los avisos del pasado para estar atentos en el presente. Mientras escribo, nuevos ataques a armenios son llevados adelante sin que el mundo se conmueva). La impunidad de dicha aniquilación resonaba en los líderes del Partido Nacionalsocialista alemán en una decadente Europa que se hundía en totalitarismos y la Segunda Guerra Mundial era iniciada con la fake new de un ataque polaco.
Goebbels: tu cara me suena
El líder carismático no se sostiene solo, un aparato estatal lo pondera y esgrime estrategias para cautivar a sus militantes mediante estímulos a sus más bajos instintos. El nacionalismo se alimenta de aborrecer al diferente, considerado inferior. Si el inferior es el otro, el alemán ya no es el pueblo derrotado en la Primera Guerra Mundial sino el orgulloso ciudadano del Tercer Reich.
Trece meses antes del inicio de la confrontación internacional mediante la invasión a Polonia, en el corazón de Alemania se fogoneaba la supremacía del ario desde el nacionalsocialismo, con la esvástica reemplazando a la bandera y el odio ocupando el lugar de las fuentes de la bella cultura alemana, tan prolífica en expresiones artísticas y filosóficas. Por eso la terrible noche del 9 de noviembre de 1938 no amanecería a una sociedad civilizada sino que se extendería por todo Europa en conflictos bélicos que depararon victorias pírricas y la devastación del sentido ético de la humanidad.
Cuando el 1 de septiembre de 1939, Hitler anunció la invasión de Polonia como respuesta al ficticio ataque de un grupo de soldados polacos al territorio alemán nadie reclamó la solución pacífica al acontecimiento, que fue un montaje nazi para justificar la invasión del país vecino.
Después de la prolongada Primera Guerra Mundial, Europa aún no había aprendido a resolver sus conflictos de manera diplomática, pacífica. El odio era un volcán atento a estallar ante la menor excusa. Culpar de los males del pueblo alemán a un grupo social determinado, marcarlo como enemigo y asesinarlo masivamente eran partes del plan, desde el inicio mismo del conflicto hasta la “solución final” del Holocausto. No creemos que haya sido una solución ni un final.
Los cristales rotos
En la noche del 9 de noviembre de 1938 hubo un estallido de violencia contra los judíos en las principales ciudades alemanas. Se simuló una espontaneidad falsa, dos días después que un adolescente judío deportado en París matara a un funcionario alemán, en una errada protesta por las deportaciones y confiscaciones de bienes que el gobierno hitleriano ejercía sobre la comunidad judía. El ministerio de Propaganda nazi a cargo de Joseph Goebbels se ocupó de la detallada organización de la embestida para disfrazarla de iniciativa popular. Hábilmente encendieron la mecha para las más de 250 sinagogas quemadas, más de 7.000 comercios de judíos destrozados y saqueados, incluyendo el asesinato de judíos y el saqueo de hogares, comercios, escuelas y hasta cementerios judíos; mientras la policía y las brigadas de bomberos se mantenían al margen.
Esa terrible noche pasaría a la historia como la “Kristallnacht”, la “Noche de los cristales rotos”, por la tremenda cantidad de ventanas y vidrieras destrozadas que llenaron las calles.
El día después de esos pogroms amaneció con el arresto de 30.000 judíos alemanes que fueron inmediatamente enviados a campos de concentración, donde murieron. Se prohibió que los negocios propiedad de judíos reabrieran y sólo a los judíos se les impuso el toque de queda, que limitaba las horas del día en que podían salir de sus casas.
Desde la acometida, la presencia social cotidiana del judío alemán y austríaco, que desde antes estaba siendo marginada, se complicó cada día más, con nuevas leyes que limitaban su accionar en todos los ámbitos. Los menores, que ya tenían prohibido entrar a museos, parques públicos y piscinas, eran expulsados de las escuelas públicas. Los judíos fueron totalmente segregados en Alemania.
Enciclopedia del Holocausto
El profesor Efraim Zadoff, argentino israelí que ejerce en la Universidad Hebrea de Jerusalén, recopiló la Enciclopedia del Holocausto más grande del mundo. Cuenta que esa fatídica noche, un grupo de jerarcas nazis se reunió en Munich para conmemorar el aniversario del fallido intento de Hitler de tomar el gobierno de Baviera en 1923.
“El ministro de Propaganda nazi, Joseph Goebbels, señaló que había llegado la hora de golpear a los judíos. Los líderes nazis enviaron instrucciones a sus hombres en todo el país: el pogrom tenía que parecer popular y espontáneo, y los activistas debían incorporarse después. En pocas horas estallaron graves disturbios en numerosas ciudades. Las vidrieras de los negocios judíos fueron destrozadas y los locales saqueados, se incendiaron centenares de sinagogas y hogares judíos y muchos judíos fueron atacados físicamente. Alrededor de 30.000 fueron arrestados y deportados a los campos de concentración en Dachau, Sachsenhausen y Buchenwald, donde se los hizo objeto de tratos brutales y muchos murieron. Durante el pogrom mismo, unos 90 judíos fueron asesinados”.
“Al finalizar este ataque -continuó-, los nazis continuaron con otro tipo de severas medidas antijudías. El proceso de arianización, la apropiación de bienes y propiedades judías, se aceleró; la comunidad judía fue obligada a pagar una multa de 1.000 millones de marcos, como indemnización por la muerte de Von Rath; y los alemanes crearon una Oficina Central para la Emigración Judía (Zentralstelle für jüdische Auswanderung) para ‘estimular’ a los judíos a que abandonasen Alemania. Los países occidentales y la Unión Soviética se conmovieron por el pogrom de la Kristallnacht, y como resultado de ello algunos gobiernos comenzaron a permitir el ingreso de una mayor cantidad de refugiados. Sin embargo, los nazis no se desanimaron y continuaron forjando su plan de eliminar al judaísmo europeo”.
Según las cifras oficiales del gobierno alemán (por supuesto, altamente cuestionables) murieron 91 personas, se quemaron 191 sinagogas, 7.000 comercios fueron saqueados y 26.000 judíos fueron arrestados. Para entender uno de los episodios más famosos, tristes y execrables del Holocausto y la persecución a los judíos por parte de los nazis fue perpetrado durante la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 debemos remontarnos a unos días antes.
Cronología del horror
28 de octubre de 1938: Alemania expulsa a los judíos polacos
Cerca de 17.000 judíos polacos son expulsados por Alemania y forzados a cruzar la frontera con Polonia. Polonia se niega a dejar que los judíos entren. La mayoría de los deportados quedan varados en tierra de nadie entre Alemania y Polonia cerca de la ciudad de Zbaszyn. Entre los deportados se encuentran los padres de Herschel Grynszpan, un judío polaco de 17 años que vive en París.
7 de noviembre de 1938: un diplomático alemán recibe un disparo en París
Herschel Grynszpan le dispara a Ernst vom Rath, un diplomático adjunto de la embajada alemana en París. Aparentemente, Grynszpan actúa por desesperación ante la suerte de sus padres, que están varados con otros judíos polacos deportados en tierra de nadie entre Alemania y Polonia. Los nazis usan el hecho para avivar el fervor antisemita, diciendo que Grynszpan no actuó por su cuenta, sino que lo hizo como parte de una conspiración judía más amplia contra Alemania. Vom Rath muere dos días más tarde.
Cabe aclarar que ya el día 8 de noviembre de 1938, y por orden directa de Adolf Hitler, Reinhard Heydrich emite un comunicado a todos los cuarteles del Ejército, a las Comisarías de Policía nacionales y a los miembros de la SD en el que da instrucciones para que se preparen a emprender acciones contundentes contra los judíos autorizando el destrozo de comercios, incendios, detenciones y apaleamientos. Todos estos actos vandálicos serán aplicados contra ciudadanos judíos alemanes (no contra judíos extranjeros) y los saqueos e incendios no deben afectar a comercios ni viviendas arias. También este 8 de noviembre de 1938 el gobierno da la orden de que los escolares judíos sean expulsados de forma permanente de los colegios alemanes, se prohíbe toda actividad social, cultural y religiosa semita y se cierran las publicaciones dirigidas por judíos.
9 de noviembre de 1938: Joseph Goebbels exige una acción radical
El ministro de propaganda alemán Joseph Goebbels pronuncia un vehemente discurso antisemita ante los fieles miembros del partido nazi en Munich, que están reunidos para conmemorar el aniversario del infructuoso Putsch de la cervecería de 1923 (el primer intento de Adolf Hitler de tomar el poder). Después del discurso, los funcionarios nazis les ordenan a las tropas de asalto (SA) y a otras formaciones del partido que ataquen a los judíos y destruyan sus hogares, sus comercios y sus centros de culto. La orden de Heydrich se pone en marcha en toda la Alemania nazi por lo que grupos miembros del NSDAP y de la SS, ataviados como obreros, salen de sus sedes y comienzan a arrasar comercios judíos, sinagogas, domicilios particulares en los cuales realizaron detenciones, cementerios hebreos, almacenes, etc. Los ciudadanos corrientes se dejan llevar por el descontrol y la violencia y creyendo que los provocadores son trabajadores normales les apoyan en la revuelta. La violencia contra los judíos dura hasta las horas de la mañana del 10 de noviembre y es conocida como Kristallnacht.
El gobierno nazi moviliza a las mayorías
Como explica Wolfgang Benz en su libro El Tercer Reich, 101 preguntas fundamentales, “esta fue la excusa que se le presentó a Goebbels para un discurso provocador (en el encuentro tradicional de los ‘viejos luchadores’, una reunión conmemorativa del golpe de estado fallido de Hitler en 1923) destinado a excitar la cólera espontánea del pueblo contra los judíos”. Y es que las consecuencias fueron absolutamente devastadoras y pasaron a la historia como uno de los días más negros y salvajes de la persecución en masa contra el pueblo judío. Como apunta Ramón Espanyol Vall en Breve historia del Holocausto, “esta fatídica noche, con el apoyo de la SS, la instigación pública de la propaganda que dirigía Goebbels y el silencio cómplice de la policía, se organizó una rebelión popular que se convirtió en la más sangrienta persecución de los judíos en tiempos de paz”.
12 de noviembre de 1938: los nazis multan a la comunidad judía
El estado nazi impone una multa de mil millones de reichsmarks ($400.000.000) a la comunidad judía de Alemania. Después del pogrom, los judíos son obligados a limpiar y a hacer reparaciones. Se les prohíbe cobrar seguros por los daños. En su lugar, el Estado confisca los pagos que las aseguradoras les deben a los propietarios judíos. Después del pogrom, los judíos son excluidos sistemáticamente de todas las áreas de la vida pública de Alemania.
Durante toda la noche los actos de vandalismo contra la población judía son incesantes; desde Kiel (en el norte de Alemania) hasta Klagenburgo (al sur de Austria), desde Colonia (en el oeste alemán) hasta Allenstein (en Prusia) los miembros del NSDAP y los de la SS, ayudados por soldados y civiles, dejaron en total 1.574 Sinagogas destruidas o incendiadas, centenares de cementerios profanados salvajemente, 29 grandes almacenes de propiedad judía saqueados y destruidos y más de 7.000 pequeños comercios judíos destrozados. Las humillaciones callejeras a judíos también fueron generalizadas, sobre todo en la anexionada Austria, ya que en diversas ciudades se les obligó a limpiar de rodillas las calles mientras eran apaleados públicamente y escuchando las burlonas risas de sus vecinos.
Los asesinatos también fueron una constante durante esta noche. La cifra se acerca al centenar de judíos asesinados a balazos o palizas a manos del NSDAP y la SS. Entre las víctimas mortales de la Kristallnacht se encontraban algunos ciudadanos arios que encontraron la muerte por haber intentado ayudar a judíos o haber sido confundidos con estos. Se produjeron más de 17.000 detenciones de ciudadanos judíos que fueron enviados a diversos campos de concentración alemanes y, posteriormente, la mayoría trasladados a campos de exterminio para ser asesinados inmediatamente.
La Kristallnacht sirvió de detonante para comenzar la reclusión de la población judía en ghettos, la expropiación forzosa de sus bienes y la deportación masiva a campos de exterminio.
Fuentes: United States Holocaust Memorial Museum, Historia National Geographic y Zadoff, Efraim (Ed.), SHOA – Enciclopedia del Holocausto, Yad Vashem y E.D.Z. Nativ Ediciones, Jerusalén 2004. Basado en: Rozett, Robert & Shmuel Spector (Ed.), Encyclopedia of the Holocaust, Yad Vashem and Facts On File, Inc., Jerusalem Publishing House Ltd, 2000.
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