Parashat Miketz: La veneración y la hermandad
Esta parashá consagrará a Iosef como uno de los hombres más importantes de nuestra Tradición, lo convertirá en Iosef HaTzadik.
El faraón soñará con sietes vacas gordas que son devoradas por siete vacas flacas. Ningún mago ni adivino egipcio logra dilucidar el enigma. Hasta que el jefe de los coperos recuerda que había un joven hebreo encarcelado en la mazmorra que tenía habilidades especiales para develar el significado de los sueños. Iosef, invocando y reconociendo la ayuda y el consejo divinos, saldrá tan bien parado de esta situación, que el faraón lo pondrá a cargo del gobierno de todo Egipto.
En ese nuevo rol, se reencontrará con sus hermanos, quienes lo dejaron abandonado en un profundo pozo, de lo que resultaría vendido como esclavo a Egipto; fingieron su muerte y se la anunciaron a su padre Iaacov.
Eran años de “vacas flacas”, de sequía para toda la zona. Gracias a las previsiones que tomara Iosef, Egipto tenía alimentos para resistir tantos años de sequía. Iaacov enviará a sus diez hijos mayores a comprar víveres a Egipto.
Dice la Torá: ‘Vinieron los hijos de Israel (Bnei Israel) para mercar entre los vinientes, pues había hambre en la tierra de Canaan’ (42:5).
Iosef no se dará a conocer a sus hermanos hasta la parashá siguiente, Vaigash. Pero en un momento de tensión con sus hermanos, él les dirá que hagan lo que les dice, más exactamente les dice: “Hagan esto y habrán de vivir — a Elohim yo venero” (42:18).
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Se cuenta que, en un pequeño pueblo en la montaña, las personas, que trabajaban en la cosecha y en la recolección de madera, salían de sus casas con una soga atada a la cintura de un lado, y el otro extremo atado a sus hogares.
De este modo, si se perdían por las inclemencias climáticas, en la nieve, o porque la noche los encontraba lejos, simplemente tenían que ir volviendo guiándose con la cuerda que los unía a sus hogares.
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Siempre nos enseñan que el Minian, la base mínima de diez integrantes de una comunidad, se los aprende comparando a los diez exploradores que mintieron sobre la Tierra Prometida, y llevaron al Pueblo de Israel al castigo divino de deambular cuarenta años por el desierto (Parashat Shlaj Lejá, Libro de Bemidbar). Diez exploradores = diez para el Minian.
Hace poquito vi una fuente, que a pesar de no ser la que marca la tendencia legal, quisiera compartirla con ustedes: el número 10, que marca el mínimo de integrantes para un Minian, para poder realizar todo tipo de Tefilot, que nos permite leer de la Torá y recitar Kadish, según esta opinión talmúdica, podría aprenderse de los diez hermanos de Iosef, que en esta parashá son llamados Bnei Israel, hijos de Israel (Iaacov), por primera vez (Talmud Ierushalmi Meguilá 4:4). Se podría comparar este versículo donde dice ‘Bnei Israel’, con el versículo de Vaikrá que dice ”VeNikdashti be-toj Bnei Israel – y me santificaré dentro de los hijos de Israel, Yo soy Adonai, El que los santifica” (Levítico 22:32).
En ese encuentro de Iosef con sus hermanos, abundan la tensión y la desconfianza. Hasta que, en medio de idas y vueltas, Iosef, sin decirle que él era su hermano, les dice: yo venero a Elohim.
Esa soga, esa guía, atada hace generaciones, permite que pasados algunos eventos, se produzca el reencuentro fraternal.
Quizás ese pueda ser un desafío interesante para esa gran Kehilá que formamos los miembros del Pueblo de Israel, que además de nuestro amor, respeto y apego a la letra, seamos capaces de mantener en alza el espíritu. Nuestro único interés no podrá ser mantenernos refugiados en saber que tenemos un número ‘diez‘ seguro. Tendremos que arriesgarnos a ser hermanos, tendremos que desafiarnos a la hermandad y a la santificación del nombre divino a través de todos nuestros actos.
Como dice el Martín Fierro, los hermanos sean unidos, pues esa es la ley primera.
Que podamos buscar reunirnos en comunidad, en Kehilá, a través de ese hilo conductor que a través de las generaciones nos lleva por los caminos de la Torá y nuestra Tradición.
Que logremos encontrarnos en el amor por el Otro y en la experiencia de lo trascendente.
¡SHABAT SHALOM UMEVORAJ!
¡JANUCA SAMEAJ!
Rabino Meir Szames
Seminario Rabínico Latinoamericano
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