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Negar la ‘verdad histórica’

El 26 de enero de 2018, fue aprobado el proyecto de ley por la cámara baja del Parlamento polaco, el Sejm, conocido como la ‘Ley del Holocausto polaca’, una controvertida norma que proclama que los polacos no tuvieron nada que ver con la persecución de los judíos durante la Shoá y que trataron de salvar al mayor número de ellos durante la Segunda Guerra Mundial.
La ley fue propuesta por el partido ultraconservador y nacionalista del gobierno, Ley y Justicia (PiS), que en un inicio, castigaba con hasta tres años de cárcel el uso de la expresión ‘campos de concentración polacos’ para referirse a los centros de exterminio de judíos situados en el territorio de dicho país bajo la ocupación nazi. La ley considera delito ‘atribuir falsamente los crímenes de la Alemania nazi a Polonia’, y la norma tiene efecto extraterritorial, puede aplicarse a cualquier persona independientemente de las leyes vigentes en el lugar donde se cometa el acto.
Una vez aprobado por el senado, el presidente polaco, Andrej Duda, aprobó la ley el 6 de febrero, invocando el derecho a defender ‘la verdad histórica’, y se mostró sorprendido por la reacción desfavorable que había provocado la ley en algunos países. La primera ministra de entonces, Beata Szydlo, afirmaba que: ‘Cada polaco tiene el deber de defender el buen nombre de Polonia. Al igual que los judíos, también fuimos víctimas’.


Entre los años 1939 y 1945, Polonia sufrió de manera atroz la persecución, la deportación, y los asesinatos en masa de judíos y cristianos. Seis millones de polacos fueron asesinados durante la guerra, de ellos tres millones de judíos fueron exterminados en los campos de Auschwitz Birkenau, Treblinka, Belzec, Sobibor, Chelmno y Majdanek, que se encontraban en territorio polaco, si bien los polacos no tuvieron que ver con su construcción y organización.
Pero la Shoá no se desarrolló solamente en los campos de exterminio; también en los guetos o por la acción de los Einsatzgruppen se asesinó a un millón y medio de judíos. Miles de ciudadanos de los países ocupados colaboraron en el exterminio: denunciando a sus vecinos judíos, participando de las matanzas, o extorsionando a quienes se escondían. Si bien un gran número de polacos se jugaron la vida al tratar de ayudar a los judíos, se considera que más de 200.000 judíos fueron entregados a los nazis por los polacos.
Lo cuestión es espinosa, algunos historiadores, entre ellos el polaco-estadounidense Jan Gross, sostiene que hubo un papel, a veces activo, de los polacos en el asesinato de judíos durante la ocupación nazi. En su libro ‘Vecinos’, Gross relata, que habitantes no judíos del pueblo de Jedwabne, el día 10 de julio de 1941, encerraron en un pajar a sus vecinos judíos, mujeres y niños incluidos, y los quemaron vivos ante la mirada impasible de los ocupantes nazis. Según Gross, hasta 1.600 judíos perecieron calcinados en Jedwabne. De la masacre quedaron con vida siete personas.

La matanza fue parte de una serie de pogromos que se registraron en la misma época y lugar, como los de Wasosz, Stawiski y Radzilow.
El 7 de julio 1941, en Byalostok, 1.000 judíos fueron reunidos en la plaza central y a más de 500 se los quemó vivos. En Vonsosh, se asesinó a cerca de 100 judíos, sin saber hasta hoy la causa. En Kielce, 1946, se asesinó a 46 judíos y mas de 200 resultaron heridos, por acusación de ‘crimen ritual’. Se calcula que en los primeros dos años después de la guerra los polacos mataron a cerca de 1.500 judíos en diferentes ataques contra la presencia judía en el país.
En una entrevista al diario Haaretz, 22 de junio de 2020, el historiador polaco Jan Grabowski, se refierió a su último ensayo sobre el papel que le cupo a la Policía Azul polaca, en colaborar con el asesinato de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. En su libro ‘De guardia. El papel la Policía Azul en el Holocausto’, presenta pruebas de la participación de los cuerpos policiales polacos en la Shoá.

Grabowski explica que la Policía Azul era una fuerza de 18.000 personas, en su mayoría policías de carrera anteriores a la guerra.

La investigación se centra en la Polonia rural, en el mundo del shtetl, las aldeas judías. ‘Allí muchas veces la Policía Azul era la única fuerza del orden, porque los alemanes no estaban presentes’, la forma de control era social y los policías, no los alemanes, se ocupaban de la vigilancia. Los policías conocían perfectamente a los judíos, porque en muchos casos eran sus vecinos. Afirma Grabowski, que ‘tenemos decenas de ejemplos de policías polacos matando a sus compañeros de clase, a sus vecinos, a gente que conocían de toda la vida, los artesanos, los tenderos’. Dice que ‘fueron los mismos policías que luego participaron en la resistencia polaca contra los nazis, pero también en sus matanzas’.

Con la norma vigente, Polonia pretende reescribir la historia y negar que una parte de la sociedad polaca colaboró o fue cómplice de los nazis en el exterminio de los judíos polacos. La ley falsea la historia y es la antesala del negacionismo ya que borra la ‘verdad histórica’.
Uno de los últimos tabúes de la Segunda Guerra Mundial sigue siendo la participación de ciudadanos y cuerpos de seguridad locales de los países ocupados por los nazis en la persecución, deportación y asesinato masivo de judíos. La Shoá no se podría explicar sin la colaboración local. Sin embargo, es un tema sobre el que queda mucho por estudiar porque choca de frente con el relato oficial de numerosos estados, que pretenden ocultar el tema bajo un extenso manto de silencio.

*Yehuda Krell es profesor de Historia Judía graduado en el Instituto Superior de Ciencias Judaicas, Bs. As., y profesor en Educación Judía con especialización en Historia Judía para niveles Medio y Terciario del Ministerio de Educación de la Argentina. Realizó estudios de posgrado en Israel.

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