Rusia, esa Gran Mamushka
Cuando elegí a Rusia como mi tema de tesis, el Dr. Luis Pons, discípulo del recientmente fallecido politólogo Carlos Escudé, quién me apadrinó en la elaboración de la misma, se mostró tan sorprendido como el ministro embajador Agustín Yacon, quién debía aprobar o no mi trabajo, no tanto por el actor estatal abordado, sino el desarrollo y la conclusión, que en cierto modo lo adelanté en su título, “Rusia y la Autocracia, un legado cultural e identitario”, una conclusión que sigo sosteniendo y que el pasado y el presente ruso parece confirmar.
Rusia, el país más extenso del planeta, a pesar que el 80% de sus 145 millones de habitantes pertenecen a la etnia ruski, es un mosaico de pueblos, tártaros, ucranianos, baskires, chuvarios, chechenos y armenios, pese a esto, analizando su pirámide demográfica, es un país envejecido, lo que significa que hay tres factores que lo provocan, uno es la tasa de mortalidad alta, el segundo es la tasa de natalidad baja y el tercero es la migración hacia Europa Occidental, en particular de la franja etaria más joven, en búsqueda de mejores condiciones laborales.
Otro factor a tener en cuenta, si se quiere hacer un correcto análisis de la realidad rusa, es la disparidad de la distribución de su población, ya que algo más del 73% de la misma viven en los centros urbanos, como Moscú, San Petersburgo, Ekaterimburgo, Novosibirsk, Nóvgorod, Kazán o Volgogrado, lo que significa que algo más de un cuarto de la población es rural, un dato no menor al momento de analizar el amplio apoyo en este sector al actual presidente Vladimir Putin.
Por su parte, tanto lo extensión territorial como su distribución demográfica, ha dado lugar a una división administrativa muy particular, que se traduce en 83 unidades, que se elevaría a 85 con las anexiones no reconocidas internacionalmente de Crimea y Sebastopol, repartidas en ocho distritos federales, y esto se debe tener en cuenta en la composición de la Cámara Federal o Cámara Alta, pues cada unidad está representada por dos diputados, uno de los cuales es designado por el Poder Ejecutivo y el otro por los legisladores de la Duma, que según la última reforma constitucional su composición es mixta, 225 por representación proporcional de la lista cerrada de cada partido y otros 225 por simple mayoría en cada distrito, esto obviamente favorece al partido político con más poder, en la actualidad, Rusia Unida, el partido de Putín.
Recordemos que el sistema electivo en Rusia es por sufragio universal y por mayoría que supere el 50% de los votos, y en caso que no se supere este porcentaje, se lleva a cabo una 2da. vuelta entre los dos candidatos más votados, algo que hasta ahora, desde el final del imperio soviético no se ha dado, y que pese a las últimas manifestaciones en contra de Putín, su popularidad, aún cuando ha descendido levemente en relación a las últimas elecciones nacionales que fue del 76% hoy es del 60%.
Ahora, en el panorama político ruso aparece Alexei Navalni, un abogado de 44 años, recibido en una de las principales universidades de Rusia, la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos, que luego se especializó en finanzas en la Universidad de Finanzas del Gobierno Ruso, y cursó una beca en la prestigiosa Universidad de Yale, EE.UU., y políticamente su actividad comienza en un partido político de perfil nacionalista y con cierto tinte xenófobo, el Yabloko, para luego dirigir entre el 2013 y 2018 el Partido del Progreso, aunque en abril del 2015 fue declarado ilegal por el Ministerio de Justicia, y finalmente en la actualidad es la cabeza del partido Rusia del Futuro, el que si bien fue fundado en mayo del 2018, aún no ha sido oficialmente registrado por el Ministerio de Justicia.
Sin dudas, desde que Vladimir Putin llegó al poder a finales del Siglo pasado, es Navalni la principal figura opositora, o quizás sería más certero decir que es la persona detrás de la cual se alinea la oposición al presidente ruso, y lo que explica su ascenso de un 4% al casi el 20% de adhesiones, en especial entre los jóvenes, muchos de ellos que han nacido y crecido en la era Putin.
Pero, ¿ Navalni puede ser considerado como un político o como un activista contrario al régimen?, pues bien, por un lado podría decirse que es lo primero habida cuenta de su campaña política en el 2013, cuando resultó segundo en las elecciones a la alcaidía de Moscú, pero por otro lado, su actuación hasta el momento se ha limitado a denunciar la corrupción y reclamar por una reforma del sistema judicial penal, pero no ha propuesto un programa orgánico, y si bien es de hecho el líder de Rusia del Futuro, el partido no tiene un presidente, sino un Comité Central de siete integrantes, y que de acuerdo al acta fundacional, tiene representación en 60 de las 85 unidades administrativas, sin olvidar que si se ve su trayectoria, desde las primeras apariciones por la Web al día de hoy, sus manifestaciones y posiciones han variado e incluso algunas son contradictorias.
El evento que catalizó su figura ha sido sin dudas, el reciente atentado del que fuera víctima, el envenenamiento con Novichok, un agente neurotóxico, que ya era utilizado por la ex KGB en época soviética para eliminar a quienes eran considerados traidores o enemigos del régimen.
Lo concreto es que el 20 de agosto del año ppdo., la intoxicación llevó a Navalni a que fuera internado primero en el Hospital de Omsk en Siberia y luego, tras un día de deliberaciones entre médicos rusos y los familiares y seguidores de Lavalni, fue trasladado a Berlín, Alemania, donde se lo hospitalizó en el Hospital Charité, y como resultado de los estudios realizados en el Laboratorio Central del Ejercito Alemán, se identificó la sustancia neurotóxica señalada, esto motivó que tanto la canciller Ángela Merkel como otros líderes de la U.E. exigieran al gobierno ruso una amplia investigación, por lo que podemos decir que un incidente que afectaba la política interna de Rusia, se internacionalizó, un factor de presión más que se suma a la crisis en Bielorrusia y a la anexión de facto de Crimea.
Hace dos fines de semana a tras, el 23 de enero, se dio la manifestación opositora más importante en la era Putín, se calcula que los participantes ascendieron a unas 110.
000 personas, que se hicieron escuchar no sólo en Moscú y San Petersburgo, sino en otros centros urbanos de Rusia, donde el foco de las protestas estaban dirigidas a la corrupción, y donde el video que circuló en las redes sociales sobre el supuesto palacio de Putín en Crimea fue el tema casi excluyente de la filmación, aunque en el mismo no se puede dar por probada que sea propiedad del presidente ruso, por el contrario, el multimillonario Arkadi Rotenberg, empresario ruso allegado a Putin, se ha declarado como su dueño y reconoció la inversión de cerca de u$s.1.200 millones en su construcción a orillas del Mar Negro y cuya finalidad es que se convierta en un Spa de Lujo, sin embargo, si bien el presidente ruso pueda quedar fuera de sospecha, también deja al descubierto una realidad, que apenas algo más del 1% de la población rusa posee el 74,5% de la riqueza nacional, una inequidad que si bien desde el 2015 ha descendido aún es considerable en comparación con otros países, y que fue admitido por Elena Grishina, Directora del Laboratorio de Investigación, de la Academia Rusa de Economía y Servicio Estatal.
Estos son los puntos a los que se dirige las denuncias de Lavalni, corrupción y desigual distribución de la riqueza, y que explican su crecimiento en el panorama político ruso, encontrando el apoyo de aquel sector etario joven que ve en la emigración como una oportunidad a mejores estándares de vida, como también el de los tradicionales opositores políticos a Putin, y que el pasado domingo llevaron a nuevas manifestaciones en distintos puntos de Rusia, con el pedido por la liberación de Lavalni, pero también pidiendo mejoras sociales y económicas, y la lucha irrestricta contra la corrupción, y si bien, si nos guiamos por la cantidad de manifestantes en relación a la población total de Rusia, ese número no representa ni 1%, pero si a diferencias de las anteriores protestas que se centraban en Moscú y San Petersburgo, estás se han extendido a otras regiones de Rusia, y donde pese a que el gobierno cuenta con poderosas herramientas de censura por la Internet, igualmente las redes sociales han sido el medio de contacto entre los manifestantes, donde cerca de 5.000 fueron detenidos, incluida la esposa de Navalni, Yulia Navalnaya, liberada horas después.
La pregunta es, ¿cuál es la política que llevará a cabo el zar Vladimir para contrarrestar el efecto Lavalni?, pues bien, en el orden interno, Rusia Unida es el partido mayoritario, por lo tanto no sólo se expresa a través del Poder Legislativo, donde se han propuesto leyes que endurecen las normativas eleccionarias rusas, la de restringir las manifestaciones bajo pretexto de prevenir injerencias exteriores y la depuración de las listas de candidatos en aquellos casos de recibir apoyo externo.
En cuanto al Poder Judicial, desde la Corte Suprema a los tribunales menores y obviamente el Ministerio de Justicia, están cooptados por Rusia Unida, lo que a su vez permite al Ejecutivo a través de sus Fuerzas de Seguridad accionar contra cualquier manifestación opositora al régimen.
Ahora bien, las sanciones impuestas por la U.E. y los EE.UU., más la baja en el precio de crudo, son factores que indudablemente han agudizado la situación económica rusa y los consiguientes efectos negativos en el cuerpo social, por eso Putín, ha advertido que debe cambiar su relación con Occidente, y esto ya lo ha llevado a la práctica, primero con el acuerdo de prolongar el Acuerdo de Desarme Nuclear, y el diálogo entre el presidente Biden y Putin se lo puede definir como cordial y formal, aunque el presidente estadounidense dejó clara su posición en cuanto a la soberanía de Ucrania y las actividades de injerencia cibernética, algo que quedó plasmado en la declaración dada por Washington al respecto, pero que no fue reflejado en el texto publicado por el Kremlin, por otro lado y más allá del caso Lavalni, el presidente ruso ha iniciado conversaciones con la canciller alemana Ángela Merkel para producir en conjunto vacunas contra el Covid 19 en un programa de cooperación amplio, y quizás la frutilla del postre ha sido la declaración de Putin en el Foro de Davos, donde llamó a Europa a superar las diferencias y sellar una alianza con Rusia, y de esta manera dejó atrás a doce años de ausencia del mandatario ruso a las reuniones del Foro Económico Mundial, incluso en su alocución sostuvo en no usar los problemas políticos internos que impidan avanzar hacia un futuro superador que es el objetivo de Rusia pero que no puede ser un planteamiento unilateral y que los enfrentamientos y la no resolución de los problemas llevaron en el Siglo XX a dos conflictos mundiales.
Por otro lado, el viaje del canciller de la U.E. Josep Borrell, pondrá a prueba los dichos de Putin, donde el caso Navalni estará en la agenda, como así también las acciones del gobierno ruso contra los manifestantes, algo que ya hizo la Casa Blanca en relación a la represión del pasado domingo, a lo que el Kremlin respondió que la declaración de Washington era una fragante injerencia en los asuntos internos rusos.
Para ir finalizando mi columna de hoy, y quizás aventurar si el zar Vladimir podrá campear la crisis interna, no sólo la política, sino lo más importante la económica y sus efectos sociales, es necesario tener en cuenta la Historia de Rusia, esa autocracia que ha nacido con el propio estado ruso en el Siglo XV con el primer zar, Iván III, con el poderoso pero no menos sangriento reinado de Iván IV el Terrible, con el esplendor y expansionismo de Pedro el Grande y la zarina Catalina II, con el declive y trágico final de Nicolás II, para suceder al régimen zarista por el bolchevique instaurado tras la revolución de 1917 y Lenín, pasando por el criminal régimen de Stalin y el paulatino deterioro del imperio comunista hasta el final con Gorbachov, tras un período de confusión y desmembramiento de algunas de las ex repúblicas soviéticas, el sucesor de Yeltsin, primer presidente pos soviético, llega Vladimir Putin, quién lleva ya más de 6.600 días en el poder, sólo superado por Stalin, y con él, el renacimiento de la panacea de ser potencia nuevamente, unificada en algo que el comunismo no pudo erradicar en el sentimiento del pueblo ruso, la religión, la Iglesia Ortodoxa Rusa, en una palabra revivir la grandeza de la Patria Madre Rusia, y que ha ido conformando la identidad y la cultura rusa, aunque su costo sea la democracia, algo que los occidentales no es difícil comprender, pero que está en el inconciente del pueblo ruso, tal como lo plantee hace más de dos década al elaborar mi tesis, por lo cual concluyo que habrá que esperar las elecciones legislativas de este año, pero de mantener la mayoría el partido Rusia Unida y mejorando la situación económica con el consiguiente efecto positivo en el campo social, y utilizando la política del desgaste y reafirmando el poder central, la autocracia en Rusia seguirá, sea Putín o quién lo suceda, por que Rusia es, una Gran Mamushka.
*Luis Fuensalida es especialista en asuntos internacionales. Fue Comisario Inspector y Jefe de Departamento Interpol de la Policía Federal Argentina.
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