El año que “rikudeamos” en Pandemia
Por Silvia Chab*
Por Silvia Chab
En esta fecha (24 de marzo) se cumple un año del inicio de la cuarentena impuesta por el gobierno a causa de la Pandemia por todos conocida.
No quiero en esta nota referirme a la medida en sí ni hacer una crítica del manejo de esta situación catastrófica por parte de las autoridades, sino hacer un pequeño balance de los distintos recursos a los que debimos apelar en circunstancias tan desgraciadas y que modificaron toda nuestra rutina habitual.
Esta especie de Tsunami que llegó y arrasó con todo lo que veníamos construyendo a lo largo de nuestra vida nos enfrentó a dos alternativas: cambiar y volver a construir lo que la ola se había llevado o dejarnos arrastrar y perecer.
Felizmente, pasado el primer impacto, fueron apareciendo distintas tablas de salvación para seguir con la metáfora de la inundación, que nos fueron apuntalando, ayudándonos a aferrarnos a una vida que se había vuelto un mar revuelto. Algunos de esos puntales surgían de nuestra propia iniciativa y otros de lo que mucha gente de buena voluntad nos iba ofreciendo.
En primer lugar el invalorable recurso de la tecnología puso más activas que nunca las redes sociales, y así empezamos a conectarnos con nuestra gente querida, la más cercana y luego otra que fuimos conociendo. Nuestros celulares explotaban de llamados de familiares y amigos, así como en el caso de quienes ejercemos alguna actividad profesional, de pacientes y/o clientes en busca de ayuda.
Y nosotros hacíamos lo mismo, buscando ese contacto que aunque virtual, volviera a humanizarnos.
Así fueron apareciendo recomendaciones y ofrecimientos inéditos, tanto de realizar visitas virtuales a museos de distintos lugares del mundo, como invitaciones a conciertos y obras de teatro. Cada uno en función de sus apetitos podía contar con un menú apropiado.
En mi caso, y tal como lo constaté con muchas personas de mi entorno, se me hacía casi imposible concentrarme en una lectura y me resultaba más fácil recibir pasivamente una imagen –película o serie- aunque a veces tampoco podía concentrarme mucho en tramas complejas y entonces elegía alguna completamente simple y banal que no requiriera mucho esfuerzo intelectual para su comprensión. Y desde ya, descartaba todo contenido violento o catastrófico. Me inclinaba por alguna serie que transcurriera en un escenario desconocido y bucólico, romántico y cotidiano. Con muchas temporadas….
La “Grey” rikudera
Quienes como yo formamos parte de lo que se me ocurrió llamar “la Grey Rikudera”, es decir quienes cultivamos desde hace años (si no décadas) la pasión por las danzas populares israelíes (Rikudei Am, o simplemente “rikudim”), vimos abruptamente cercenada una actividad que nos da mucho más que el placer de bailar, nos conecta con nuestras raíces, nos vincula con un aspecto muy valorado de la vida israelí, nos brinda la complacencia de compartir con nuestros pares un espacio de disfrute, y además (y esto dicho por quienes analizan los diversos beneficios de cualquier tipo de danza) nos estimula distintas áreas del cerebro (cabe aclarar que cada baile tiene una coreografía exclusiva y juega un rol especial la memoria motriz) y es un ejercicio aeróbico como pocos. En síntesis, nos hace sentir siempre jóvenes y ágiles, aunque en la realidad vayamos perdiendo estas dotes de a poco.
A todo esto hay que agregar “el tercer tiempo”, es decir, el encuentro social que se produce una vez concluida la actividad: el almuerzo, o simplemente el “cafecito” que compartimos compañeros/as y profesores/as.
En medio de esta tremenda situación mundial, surgió un fenómeno absolutamente inédito que vino a paliar semejante pérdida: profesores y profesoras así como coreógrafos reconocidos de todo el mundo y a los que hasta ese momento sólo conocíamos por su nombre, comenzaron a brindar en forma gratuita clases de rikudim a través de Facebook, en vivo, todos los días, en cualquier horario, dejando sus clases grabadas en videos a los que se podía acceder en cualquier momento…fue como si nos devolvieran parte de la vida que había quedado cuanto menos entre paréntesis por quién sabe cuánto tiempo. Nos devolvieron la alegría, la posibilidad de establecer una mínima rutina dentro del caos en el cual vivíamos, y el placer del “encuentro” a través de nuestros comentarios en vivo, con los profesores y con nuestros compañeros.
Más aún: nos puso en contacto con otros apasionados rikuderos de todo el mundo que compartían esas clases. Y que siguen haciéndolo. También nos obligó a perfeccionar nuestro Inglés (gran falencia nacional argentina!) para poder comunicarnos, ya que sigue siendo el idioma mayoritariamente compartido.
Lamentablemente, no todos pudieron sumarse a esta propuesta por distintos motivos. Hay quienes no lograron superar el obstáculo de no contar con la mano de los compañeros en la ronda. O quienes no cuentan con el espacio suficiente en sus hogares. O quienes no pueden aislarse en su medio familiar durante el tiempo que dura la clase.
Nuestros Morim/Morot
Renglón aparte merecen nuestros Morim/ot de Rikudim. Es poco sabido el esfuerzo que debieron hacer para subir sus transmisiones a Facebook: desde disponer de equipos suficientes y adecuados para una buena transmisión hasta preparar el “escenario” donde bailar. Porque no todos cuentan con un amplio salón en sus casas donde desplegar toda su sapiencia. Y en la mayoría de los casos tuvieron que armar y desarmar livings, correr muebles, adecuar las luces, verificar el sonido, etc.
Vivimos en Sudamérica…me explico?
Y mantener la constancia de una o dos clases semanales, pese al frio y al calor, en medio de una cuarentena que nos exigía esfuerzos que antes no existían (limpiar, lavar, cocinar…) y hacerlo siempre con una sonrisa y transmitiéndonos su entusiasmo, y enseñándonos bailes nuevos para no quedar retrasados (todo el tiempo surgen nuevas composiciones en el mundo que es necesario aprender para no quedar desfazados), eso merece un agradecimiento enorme.
Seguramente cuando volvamos a la “presencialidad” (cuantos términos nuevos aprendimos!), tendremos que rectificar muchas cosas que aprendimos en la virtualidad (si tengo que mirar afuera, a la derecha, o adentro de la ronda).
Pero como dice el refrán: ¿quién nos quita lo bailado?
Un Gracias enorme a Julie Zloto, a Sarita Federico, a Marcelo Marianoff, a Melu Wesler, a Leo, y a todos los que nos siguen regalando vida y alegría en tiempos tan oscuros!
*Psicoanalista.
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