EE.UU. Un problema diplomático muy difícil de resolver con Irán
Por Atilio Molteni-Embajador
Uno de los objetivos del presidente Joe Biden es que Estados Unidos vuelva a participar en el Plan de Acción integral Conjunto (PAIC), acordado con Irán por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania, en julio de 2015, con el objeto de condicionar y tener seguridades acerca del fin pacífico de su plan nuclear.
El PAIC fue el resultado de una negociación diplomática con Irán en varias etapas y presiones económicas durante más de diez años, donde Estados Unidos y sus aliados fueron los principales gestores, con la aquiescencia de Rusia y China.
El entonces presidente Obama, fue quien permitió llegar a un acuerdo cuando aceptó la continuación del enriquecimiento de uranio por Irán bajo salvaguardias muy estrictas, controladas por el OIEA.
Lo consideró como su legado internacional más importante y una pieza central de un proceso de distención orientado a consolidar las fuerzas moderadas en Teherán, representadas por el presidente Hassan Rohuani. Por otro lado, este proceso fue visto con preocupación por Israel, Turquía, Arabia Saudita y algunos países del Golfo, que interpretaron que lesionaba la balanza del poder regional.
En mayo de 2018, Trump denunció unilateralmente el PAIC, afirmando que sus cláusulas no impiden a Irán continuar con el proceso que no tiene por objeto un programa civil de energía sino obtener un arma nuclear, buscando un acuerdo más favorable a los intereses de su país.
Al mismo tiempo, puso en marcha una campaña de “máxima presión”, que incluyó medidas para limitar la capacidad económica de la teocracia islámica y sus relaciones con el mundo mediante sanciones, un refuerzo de su despliegue militar en la región (y acciones cibernéticas) e incrementó sus vínculos con los países sunitas de la región. Constituyó una de las decisiones de Trump más importantes con relación al Medio Oriente, pero que en definitiva fracasaron.
Los demás países participantes del PAIC, incluyendo a Francia, Reino Unido y Alemania, continuaron con su aplicación y criticaron esta decisión estadounidense, sosteniendo que era muy difícil negociar su modificación y se preocuparon por la mayor inestabilidad que provocaría en la región.
Para Rusia y China -siempre atentas a ampliar su influencia y su relación con Irán- el Acuerdo no presenta objeciones y acusaron a Estados Unidos de violarlo haciendo causa común con Teherán, buscando cooperar nuevamente con su Gobierno, que lo siguió observando en forma cada vez más condicionada.
Varios analistas comentan que nunca existió una estrategia efectiva de Trump. Entre otras razones, por no tener en cuenta la importancia que Teherán otorga a sus objetivos geopolíticos desde la Revolución Islámica de 1979 que derrocó al Shah, e impuso la reorientación total de la sociedad y de su Gobierno mediante una ideología religiosa chiita y nacionalista, que lo transformó en un protagonista fundamental de la política regional. Por otro lado, las acciones del entonces Presidente lesionaron al sector iraní moderado, que fue el más interesado en un acuerdo.
Trump estuvo dispuesto a reunirse (en julio de 2018) con el presidente de Irán Rohuani sin condicionamientos, reiterando su adhesión a la diplomacia personal para resolver los conflictos. En este caso, la respuesta de los ayatolas fue negativa, salvo que se levantaran previamente todas las sanciones existentes.
En junio de 2019, cuando se produjo el derribo de un avión no tripulado estadounidense en el Golfo, se organizó una respuesta militar por medio de misiles crucero Tomahawk y aviones contra blancos iraníes, pero Trump decidió detenerla minutos antes de que tuviera lugar, alegando razones humanitarias e inquietud por sus daños colaterales. Posiblemente tuvo también en cuenta su posible incidencia en las elecciones presidenciales de noviembre de 2020, debido a su crítica anterior de las acciones militares de gran envergadura en Afganistán y en Iraq.
Otro acontecimiento que escaló la confrontación fue la eliminación por Estados Unidos de Qassam Soleimani, el mítico comandante de la Fuerza Al-Quds. Fue una acción limitada en enero de 2020, pero pudo provocar un conflicto mayor, cuando tuvieron lugar represalias iraníes.
En consecuencia, sólo existió una escalada de tensiones y provocaciones recíprocas, a los que se sumaron la pandemia y sus efectos económicos en Irán (que han sido muy significativos, y se agregaron a los efectos de las sanciones). Se puede suponer también que Trump buscó un cambio de régimen en ese país, que desde 2003 estuvieron presentes en las políticas estadounidenses, para provocar un levantamiento de la población contra el Gobierno, algo que nunca ocurrió.
En su campaña electoral Biden afirmó que terminaría con la campaña de máxima presión, restablecería la suspensión de las sanciones y pondría nuevamente en funcionamiento al PAIC, condicionado esta propuesta a que Irán vuelva al estricto cumplimiento de sus obligaciones.
Esta condición se debe a que Teherán, tiempo después de la denuncia de Trump, aumentó la cantidad de uranio enriquecido más allá de los límites establecidos en el PAIC, lo que le permitiría tener un arma nuclear en un tiempo estimado de cuatro meses. Este proceso se sumó la instalación de nuevas cascadas de centrífugas de enriquecimiento más sofisticadas en Natanz, cuya relevancia quedó demostrada cuando el 11 de abril sufrió un acto de sabotaje consistente en la pérdida de electricidad de la Planta, que los iraníes atribuyeron a una acción cibernética de Israel.
El objetivo de Biden comenzó a tomar cuerpo cuando la semana pasada se iniciaron en Viena conversaciones entre Irán y representantes de los 4+1: Reino Unido, Francia, Rusia, China, Alemania, presididos por la Unión Europea, con el objeto de acordar un “mapa de ruta” para volver a ejecutar el PAIC.
La delegación estadounidense (a cargo de Robert Malley quien es el enviado especial para Irán y veterano en la gestación del PAIC) no participa directamente, pero es informada de sus desarrollos y de los puntos de vista iraníes por los negociadores europeos.
El marco general de este difícil objetivo consiste en analizar el levantamiento de las sanciones estadounidenses (es un sistema complejo de unas 1600 decisiones legales que comprenden actividades no limitadas a lo nuclear, pero cuyo mantenimiento en el tiempo es negativo), mientras Teherán debería reducir su producción de combustible nuclear y permitir el acceso total a sus instalaciones nucleares a los inspectores del OIEA, para determinar el carácter de las actividades que se desarrollan allí.
Otro factor significativo es el poco el tiempo disponible para alcanzar un acuerdo, pues en junio se celebran elecciones en Teherán, pudiendo ser electo un representante de la línea dura en reemplazo del actual presidente Rouhani y la consolidación de esta tendencia en el Majlis (Congreso), en perjuicio de la línea moderada que en 2015 permitió suscribir el PAIC.
El objetivo de Washington es que las máximas autoridades de Irán (que detentan el poder real, como el Líder Supremo Khamenei, y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, GRI) y no sólo los moderados, acepten la renegociación del Acuerdo, comprendiendo también sus desarrollos misilísticos y el apoyo de los ayatolas a las facciones armadas chiitas en Iraq, Siria, Líbano y Yemen (y también a los sunitas de Hamas en Gaza), así como la actividad militar de sus efectivos Al-Quds -de la GRI-, que no estaban previstos en las negociaciones que llevó adelante el expresidente Obama.
Además, intenta obtener que Irán acepte prorrogar por más tiempo sus compromisos más allá de los plazos establecidos en el PAIC, debido a que algunas cláusulas fundamentales perderán vigencia por el transcurso de los plazos establecidos en el acuerdo, lo cual constituye uno de sus defectos fundamentales.
Incluso de llegarse a un entendimiento con los iraníes, la Administración deberá obtener su aprobación por el Senado donde hay un grupo de sus miembros (en su gran mayoría republicanos) que se oponen al levantamiento de las sanciones, esperando que Teherán acepte limitaciones más estrictas, siendo un enfoque que no parece tener posibilidades de éxito.
Teherán tiene diversos objetivos, pero el más importante es el levantamiento total de las sanciones para facilitar su desarrollo económico que se deterioró en los últimos años y afecta directamente a la población, y que tenga lugar antes de la puesta en práctica de sus propias obligaciones conforme al PAIC. Es decir, existe un problema a resolver con relación a la secuencia de implementación de las obligaciones de las partes. La primera decisión de los negociadores fue constituir dos grupos de trabajo para analizar ambos temas, que comenzaron su trabajo en Viena.
Por Atilio Molteni Embajador para Visión Federal.
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