Roma y Jerusalem: La presencia de Roma en Judea
La conquista de Jerusalén por Pompeyo marcó el comienzo de la dominación romana sobre Judea y el fin del reinado jasmoneo. Judea se hizo vasallo y vigilado por Roma. Se transformó en un dominio menor para el imperio, perdió territorios, entre ellos, Samaría, las ciudades costeras y las de Trasjordania, que se unieron formando la Decápolis. Estas pérdidas acarrearon también un gran deterioro económico.
Con el regreso triunfal de Pompeyo a Roma, y a pesar de haber creado tres nuevas provincias que elevaban considerablemente los ingresos del estado, éste no logró el éxito que esperaba en el Senado; Julio Cesar aprovechó entonces la oportunidad para aliarse con Pompeyo y junto a Craso formaron el primer triunvirato. Como consecuencia de estos cambios, en Judea, grupos favorables a los jasmoneos provocaron tensiones para modificar la situación política. En el 57 a.c. Alejandro, el hijo mayor de Aristóbulo, reclutó un ejército con caballería para oponerse al proyecto romano de reconstruir ciudades helenistas en Judea, pero lo derrotaron los romanos con la ayuda de Antipatro, el edomita padre de Herodes. Como consecuencia de este levantamiento Roma dividió la región en 5 distritos para debilitar aún más su unidad económica y cultural, y facilitar el dominio romano. Así el área de gobierno de Hircano se redujo a Jerusalén y al templo.
Pero Roma no se tranquilizó, mientras Pompeyo se insinuaba como futuro dictador de Roma, Cesar desconoció el intento de su ex aliado provocando una la guerra civil y una lucha por el poder entre ambos. Con la muerte de Pompeyo, asesinado, los dirigentes hebreos Hircano II y Antipatro se cambiaron de bando y apoyaron a Cesar, previamente habían colaborado con él en su lucha contra Pompeyo. Cesar agradeció a los judíos concediéndoles una serie de privilegios: el libre ejercicio de su religión, exención de servicio militar; exención de impuestos en el año sabático. Antipatro fue nombrado gobernador de Judea, y se le permitió fortificar Jerusalén, además aprovechó esta situación para confiarles puestos militares a sus dos hijos, Fasael, estratega de Jerusalén, y Herodes, estratega de Galilea. Herodes, con 25 años, comenzaba así una vertiginosa carrera política.
Herodes era un judío de origen edomita que había demostrado gran fidelidad a Roma como oficial del ejército, tratando de aplacar la rebelión de los judíos en Galilea. Al no poder lograr su objetivo, acudió a Roma en busca de ayuda. Para ese entonces ya Julio Cesar había sido asesinado y los gobernantes Marco Antonio y Octavio (Augusto antes de convertirse en emperador), y con el apoyo del Senado nombraron a Herodes Rey de Judea. Veían en él a un hombre fuerte, capaz de mantener el orden y la tranquilidad en una zona convulsionada, quien cuidaría de las fronteras del reino, y que sería leal y dependiente de Roma.
Los gobernantes romanos consideraban también que si el rey era judío, el pueblo lo aceptaría sin cuestionamientos. Además la idea que primaba en Roma era que es preferible que el gobierno de Judea no fuera una teocracia, como en el pasado, es decir que el poder no estuviera concentrado en una sola persona con las funciones de Rey y de Cohén Gadol (Sumo Sacerdote). Herodes recibió el título de Amigo y aliado del pueblo romano. En este tiempo se casó con Miriam de la casa jasmonea, pensando que el pueblo judío lo iba a recibir con entusiasmo y legitimidad.
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