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Parashat Vaetjanán: ¿Filosofía o profecía?

Uno es el suscitado entre Moisés Maimónides (1135-1204) y el autor de Halajot Guedolot, escrito en la época de los Gueonim, probablemente por R. Shimon Kayyara (siglo VIII), que por primera vez enumeró de manera sistemática los 613 preceptos. El otro fue entre Maimónides y el poeta y pensador Yehuda Haleví (1080-1145). Eran dos discusiones distintas, que tocaban, como veremos, aspectos fundamentales de la fe.

El primero es simplemente lo siguiente: Para Maimónides la primera línea, “Yo soy el Señor vuestro Dios, que los sacó de Egipto, de la tierra de la esclavitud” es un mandamiento positivo: creer en Dios (1). El Halajot Guedolot no lo considera en absoluto como mandamiento. ¿Por qué no?

Najmánides, (1194-1270) en defensa del Halajot Guedolot (2) especula que el autor contó entre los 613 preceptos sólo las leyes específicas que nos indican hacer tal cosa o evitar hacer tal otra. Los preceptos son reglas de comportamiento, no artículos de fe. La fe en la existencia de Dios o la aceptación del reinado de Dios no son en sí preceptos, sino un preludio a la pre-suposición de los preceptos. Cita un pasaje de la Mejlitá: “No tendrás otros dioses aparte de Mí”. ¿Por qué fue dicho? porque dice “Yo soy el Señor vuestro Dios”. Lo explica mediante una parábola. Un rey de carne y hueso entra en una provincia. Sus sirvientes le dicen: “Emite decretos para el pueblo”. Él, sin embargo les dijo: “No. Cuando acepten mi soberanía, emitiré decretos. ¿Puesto que si no aceptan mi mandato, cómo van a obedecer mis decretos?”

Según Najmánides, el Halajot Guedolot debe haber creído que el verso “Yo soy el Señor vuestro Dios que los sacó de Egipto, de la tierra de la esclavitud” no es un mandamiento, sino una declaración que explica por qué los israelitas debían estar ligados al deseo de Dios. Él los rescató, los liberó y los condujo a un lugar seguro. El primer mandamiento del decálogo no es una ley sino la constancia de un hecho, la razón por la cual los israelitas debían aceptar la soberanía de Dios.

Gracias a los descubrimientos arqueológicos que señalé en mi comentario anterior, se sabe ahora que el pacto bíblico tenía la misma estructura literaria que los antiguos tratados políticos del Medio Oriente. Estos tratados siguen generalmente el esquema de las seis etapas de los cuales los primeros tres eran: 1) el preámbulo, que identifica al iniciador del tratado; 2) los antecedentes históricos, que detallan la relación entre las partes; y 3) las estipulaciones, los términos y condiciones del pacto.

Visto en este contexto, el primero de los Diez Mandamientos es una forma muy resumida de 1) y 2). “Yo soy el Señor vuestro Dios” es el preámbulo. “Que los sacó de Egipto, de la tierra de la esclavitud” es la referencia histórica. Los versos que siguen son las estipulaciones, o como nosotros los llamamos, los mandamientos. De esta forma, las Halajot Guedolot como fueron comprendidas por Najmánides eran correctas en ver a este verso como una introducción a los mandamientos y no como un mandamiento en sí. Ese fue el primer desacuerdo.

El segundo fue entre Maimónides y Yehuda Haleví. Para Maimónides, el primer mandamiento es creer en Dios, creador del cielo y la tierra: el principio básico de todos los principios básicos y pilar de todas las ciencias es comprender que hay un Ser Primero que llevó a la creación de todo ser. Si se pudiera suponer que Él no existiera se concluiría que nada podría existir. Sin embargo, si pudiera suponerse que todo ser no existe, Él sólo podría existir…Reconocer esta verdad es un mandamiento positivo, como está dicho: “Yo soy el Señor tu Dios” (Ex. 20: 2, Deut. 5: 7) (3)

Yehuda Haleví estuvo en desacuerdo. Haleví no sólo fue el más grande de los poetas hebreos medievales, sino también el autor de una de las obras maestras de la teología judía, El Kuzari, que está enmarcado como diálogo entre un rabino y el rey de los jázaros. Históricamente este era un pueblo de origen turco, que entre los siglos VII y XI dominó un área considerable entre el Mar Negro y el Mar Caspio, incluyendo el sur de Rusia, el norte del Cáucaso, el este de Ucrania, el oeste de Kazajstán y el noroeste de Uzbekistán.

Muchos mercaderes y refugiados judíos vivían allí. En el año 838 el Rey jázaro Bulan se convirtió al judaísmo, supuestamente después de haber presenciado un debate entre representantes del judaísmo, del cristianismo y de la fe islámica. El autor árabe Dimashqui relata que al haber encontrado los jázaros la fe judía “la halló superior a la propia, y la adoptó”. Jazaria entonces se transformó, tanto espiritual como geográficamente, en una tercera fuerza independiente entre el califato musulmán y el imperio cristiano bizantino. Después de su conversión, el pueblo jázaro utilizó los nombres judíos, escribió y habló en hebreo, se circuncidó, tuvo rabinos y sinagogas. Estudió la Torá y el Talmud, y observó las festividades judías.

El Kuzari es la visión integral del judaísmo según Yehuda Haleví, expresado en el marco de una conversación imaginaria entre el Rey y el rabino que lo llevó a la conversión. En él, Haleví desarrolla un concepto que es diametralmente opuesto a lo que más adelante sería la visión de Maimónides. El judaísmo, para Haleví, no es filosófico sino contra-filosófico. No trata sobre conceptos abstractos sino sobre experiencias concretas: la vivencia de la esclavitud, el sentimiento de liberación, la percepción, por parte del pueblo, de que Dios había escuchado su clamor y los liberó. El Dios de Abraham no es el Dios de Aristóteles. Los profetas no eran filósofos. Los filósofos encontraron a Dios en la física y la metafísica pero los profetas hallaron a Dios en la historia. Esta es la manera en que el rabino de la historia de Halevi manifiesta su fe al rey de los jázaros:

Yo creo en el Dios de Abraham, Itzjak e Israel, que condujo a los hijos de Israel fuera de Egipto con señales y milagros; que los alimentó en el desierto y les dio la tierra, después de haberlos guiado a través del mar y del Jordán de manera milagrosa…(Kuzari I: 11)

Continúa haciendo énfasis en que las palabras iniciales de Dios en la revelación en el Monte Sinaí no fueron “Yo soy el Señor vuestro Dios creador del cielo y de la tierra” sino “Yo soy el Señor vuestro Dios, que los sacó de Egipto, de la tierra de la esclavitud.” (Kuzari I: 25). El pacto que hizo Dios con los israelitas en el Monte Sinaí no estaba enraizado en el pasado antiguo de la creación, sino en el pasado reciente del éxodo.

Qué es lo que está en juego en esta diferencia de opinión entre Maimónides y Yehuda Haleví ? En lo profundo del judaísmo hay una comprensión dual acerca de la naturaleza de Dios y Su relación con el universo. Por un lado, Dios es el creador del universo y el hacedor del ser humano “a Su imagen”. Este aspecto de Dios es universal, accesible a cualquiera, judío o no judío. Aristóteles arribó a esa conclusión a través de la metafísica. Para él, Dios era el “primer motor” que puso en movimiento al universo. Hoy, mucha gente llega a la misma conclusión a través de la ciencia: el universo está demasiado afiatado para que la creación de la vida pueda ser originada por el azar (llamado a veces el principio antrópico). Otros llegaron a la misma conclusión, no a través de la lógica o de la ciencia, sino por la sensación de deslumbramiento y admiración (“No se trata de cómo es el mundo, sino que lo es, eso es lo místico” dijo Wittgenstein). Este aspecto, en la Torá, es llamado Elokim.

Sin embargo, hay un aspecto de Dios bastante diferente que predomina a través de la mayor parte del Tanaj. Este es el Dios que está involucrado en el destino de una familia, de una nación: la de los hijos de Israel. Él intervino en su historia. Hizo con ellos un pacto altamente específico en el Sinaí – para nada parecido al pacto general que hizo con Noaj y toda la humanidad después del Diluvio. El pacto Noájico es simple y básico. No tiene más que siete mandamientos. El del Sinaí por el contrario es muy articulado, cubriendo casi todo aspecto concebible de la vida. Este aspecto de Dios está señalado por el uso del nombre de las cuatro letras que habitualmente sustituímos por la palabra Hashem (4)

Maimónides, el filósofo, puso énfasis en el aspecto universal, metafísico del judaísmo, y en lo eterno e inmutable de la existencia de Dios. Yehuda Haleví, el poeta, estaba más conectado con las particularidades y la dimensión profética del judaísmo: el rol de Dios en el drama histórico del pueblo judío.

Maimónides fue el más grande halajista y filósofo de la Edad Media, pero es difícil no llegar a la conclusión de que, por lo menos en este punto, la Halajot Guedolot y Yehuda Haleví estaban más cercanos al sentido llano del texto. Aún el más grande de los pensadores no siempre tiene razón, y es el motivo por el cual el judaísmo sigue siendo una conversación entre muchas voces, cada una de ellas con su propia perspectiva dentro de las infinitas inflexiones de la palabra Divina.

Traductor: Carlos Betesh
Editor: Ben-Tzion Spitz

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