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Parasha Ekev: ¿Por qué caen las civilizaciones?

“Ten cuidado de no olvidar al Señor tu Dios…Caso contrario, cuando comas y estés satisfecho, cuando construyas bellas casas y estés acomodado, cuando tu ganado y tus rebaños crezcan y tu oro y plata aumente y todo lo que tienes se multiplique, entonces tu corazón estará orgulloso y te olvidarás del Señor tu Dios, que te sacó de Egipto, de la tierra de la esclavitud… Y quizás te digas a ti mismo “Mi poder y la fuerza de mis manos me ha producido esta riqueza.”…Si alguna vez olvidas al Señor tu Dios…yo seré testigo contra ti y seguramente serás destruido. (Deut.8: 11-19)”

Ustedes pensaban, le dijo Moshé a la nueva generación, que los cuarenta años de vagar por el desierto fue el verdadero desafío, que una vez conquistada la tierra y asentados en ella, vuestros problemas estarían resueltos. La verdad es que recién en ese momento comienza el verdadero desafío. Será cuando estén resueltas todas vuestras necesidades físicas – cuando tienen la tierra, soberanía, cosechas abundantes y hogares seguros – en ese momento comenzará tu prueba espiritual.

El verdadero desafío no es la pobreza sino la abundancia, no la falta de seguridad sino la seguridad en sí, no la esclavitud sino la libertad. Moshé, por primera vez en la historia, está insinuando una ley de la historia. Muchos siglos más tarde fue articulada por el gran pensador islámico del siglo XIV Ibn Jaldún (1332-1406), por el filósofo político italiano Giambattista Vico (1668-1744) y más recientemente por el historiador de Harvard, Niall Ferguson. Moshé relata la declinación y caída de las civilizaciones.

Ibn Jaldún sostenía que cuando una civilización florece, sus élites se acostumbran al lujo y al confort, y la totalidad de la gente pierde lo que él llamó asabiyah, la solidaridad social. El pueblo entonces puede ser conquistado por el enemigo, menos civilizado que el anterior, pero más chesivo y decidido.

Vico describió un ciclo parecido: “La gente percibe primero lo necesario, luego lo útil, después lo que produce confort, más adelante lo que le genera placer, sigue la dedicación al lujo y por último enloquece dilapidando sus bienes.”

Bertrand Russell lo describió precisamente en la introducción a su Historia de la filosofía occidental. Russell opinó que las dos grandes épocas de la humanidad se dieron en la antigua Grecia y en la Italia del Renacimiento. Pero fue lo suficientemente honesto como para percibir que los mismos méritos que los hicieron grandes, contenían las semillas de su perdición: Lo que ocurrió en el apogeo de Grecia volvió a ocurrir en el Renacimiento italiano: las restricciones morales tradicionales desaparecieron, porque eran vistas como asociadas a la superstición; la liberación de las trabas transformó a los individuos en entusiastas y creativos, produciendo una rara fluorescencia de genios; pero la anarquía y la perfidia que inevitablemente resultó de la decadencia moral hizo que los italianos terminaran siendo colectivamente impotentes, y cayeron, como los griegos, bajo el dominio de naciones menos civilizadas pero no desprovistas de cohesión social.

Niall Ferguson, en su reciente libro Civilization, sostiene que Occidente llegó a dominar debido a lo que él llamó las seis “aplicaciones matadoras”: competencia, ciencia, democracia, medicina, consumo y la ética protestante del trabajo. Hoy en día está perdiendo credibilidad, y está en peligro de ser sobrepasado por otras.

Todo esto fue expresado por primera vez por Moshé, y forma el argumento central del libro de Debarim. Si ustedes suponen que conquistaron por sí mismos la tierra y la libertad de que disfrutan, señala Moshé, se volverán complacientes. En un capítulo anterior usa gráficamente la palabra venoshantem, “envejecerán” (Deut. 4: 25). Ya no tendrán la energía moral y mental para hacer los sacrificios necesarios en defensa de la libertad.

Crecerán las desigualdades. Los ricos se volverán auto-indulgentes. Los pobres se sentirán excluidos. Habrá divisiones sociales, resentimientos, injusticias. La sociedad perderá cohesión. La gente dejará de sentir la unión del vínculo de responsabilidad colectiva. Privará el individualismo. Declinará la confianza. El capital social se diluirá. Esto, tarde o temprano, ha ocurrido con todas las civilizaciones, aún las más grandes. Para los israelitas – un pequeño pueblo rodeado de grandes imperios – sería particularmente desastroso. Como señala Moshé claramente hacia el final del libro, en la larga serie de maldiciones que recibiría si perdiera su sustento espiritual, Israel se encontraría derrotada y devastada.

Sólo con este marco podemos comprender lo ambicioso del proyecto que propone el libro de Debarim: la creación de una sociedad capaz de derrotar las leyes normales de crecimiento-y-declinación de las civilizaciones. Es una idea asombrosa.

¿Cómo debe hacerse? Que cada persona sostenga y comparta la responsabilidad de la sociedad en su totalidad. Que cada uno conozca la historia de su gente. Que cada individuo estudie y comprenda las leyes que gobiernan a todos. Enseñando a sus hijos para que también ellos sean conocedores y articulados en su identidad.

Regla Nº 1. Nunca olvidar de dónde vienen.

Después, sostener la libertad estableciendo cortes, el imperio de la ley y la implementación de la justicia. Cuidando a los pobres. Asegurando que todos tienen los requerimientos básicos de la dignidad. Incluyendo a los que están solos en las celebraciones. Recordando el pacto diaria, semanal y anualmente en el ritual, renovándolo en asamblea nacional cada siete años. Asegurando que siempre haya profetas que recuerden al pueblo acerca de su destino y que expongan las corrupciones del poder.

Regla Nº 2: Nunca apartarte de tus principios e ideales fundamentales.

Sobre todo reconociendo que hay un poder mayor que el nuestro. Este es el punto en que Moshé más insiste. Las sociedades comienzan a envejecer cuando pierden la fe en lo trascendente. Pierden entonces la fe en un orden moral objetivo y terminan perdiendo la fe en sí mismos.

Regla Nº 3: Una sociedad es tan fuerte como su fe.

Sólo la fe en Dios nos puede llevar a honrar las necesidades de los otros tanto como las propias. Solo la fe en Dios nos puede motivar a actuar en beneficio de un futuro que no viviremos para ver.
Solo la fe en Dios nos puede frenar de actuar mal cuando creemos que ningún ser humano se podrá enterar. Sólo la fe en Dios nos puede dar la humildad que puede derrotar a la arrogancia del éxito y el autoelogio que conduce, como argumentó Paul Kennedy en The Rise and Fall of the Great Powers (El crecimiento y caída de las grandes potencias), a la expansión militar y a la derrota nacional.
La postura de Moshé recibió recientemente la aprobación de una fuente inesperada. En Civilisation, Neill Ferguson citó a un miembro de la Academia China de Ciencias Sociales, parte del equipo que asumió el desafío de descubrir por qué fue que Europa, relegada tras China hasta el siglo XVII, la sobrepasó, creció su preeminencia y dominación.

Al principio, dijo, pensamos que eran sus armas de fuego, mejores que las nuestras. Después ahondamos el tema y pensamos que era por el sistema político. Luego profundizamos aún más y concluímos que era por vuestro sistema económico. Pero en los últimos veinte años nos dimos cuenta de que en realidad era la religión. Fue el fundamento judeo-cristiano de la vida social y cultural europea lo que hizo posible el surgimiento, primero del capitalismo, y luego de la democracia política.

Una sociedad es tan fuerte como su fe, y sólo la fe puede salvar a una sociedad de la declinación y caída. Esa fue una de las más grandes percepciones de Moshé y nunca ha dejado de ser verdad.

Traductor: Carlos Betesh
Editor: Ben-Tzion Spitz

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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