“Vaad Arba Haaratzot”. “Consejo de los Cuatro Países”
El “Vaad Arba Haaratzot†era el producto de un diseño territorial. Las comunidades se agruparon según los territorios a los que pertenecían: el distrito de Podolia, el de Volinia, la Gran Polonia, y el de la Pequeña Polonia. En cada uno de estos cuatro territorios se elegía: el Kahal, los representantes de la Kehilá (comunidad), a los intercesores y a los “daianim†(jueces), quienes iban a participar en las reuniones generales en representación de sus respectivas comunidades y tierras.
En las reuniones que realizaba esta organización piramidal se debía decidir sobre las negociaciones que llevaría a cabo con las autoridades del gobierno polaco, cuidar que hubiera justicia y equidad en la distribución de los impuestos en el país, respetar la autonomía de las kehilot, reglamentar las innovaciones introducidas en la actividad económica, política y social, cuidar el estilo de vida judío con la aprobación de los grandes rabinos, y comunicar a todas las comunidades sobre las nuevas “takanot†(leyes y reglamentos).
Un capítulo central en la vida autónoma lo ocupaba la educación y la cultura. En cada comunidad importante existía una Yeshivá (Academia), en la cual los jóvenes estaban también ocupados en impartir clases a los más jóvenes para introducirlos en el mundo del Talmud. Todo niño judío debía estar escolarizado; existía un sistema de becas y ayuda escolar para huérfanos y ayuda social para las viudas. Se desarrollaban programas de estudio comunes en las escuelas para los niños, quienes además de estudiar recibían sus comidas de la cocina de la comunidad, a cuenta de una caja de beneficencia. Se dictaban cursos de verano para los jóvenes a fin de recuperar jornadas perdidas por diferentes motivos. Esta organización permitía que el número de instituciones educativas aumentara rápidamente, además de convertir a Polonia en una meca de estudio que atraía a los jóvenes de otras latitudes a estudiar en sus instituciones prestigiosas.
La vida cultural adquirió ribetes trascendentales; la difusión de la imprenta, introducida por los judíos de Bohemia, impulsó la difusión de la literatura. Las imprentas hebreas de Italia, Turquía y Polonia, forjaron una cadena que mantenía unida a la nación dispersa. La imprenta permitió que se difundan por todas partes las ideas rabínicas, místicas y filosóficas.
El floreciente judaísmo polaco vio sacudida y conmocionada su existencia espiritual y física en 1648 y 1649 con la rebelión ucraniana dirigida por Bogdan Jmielnitzki. Fueron tiempos trágicos solo sobrepasados en horror e intensidad por la Shoá.
Una de las trágicas consecuencias de esta hecatombe fue la supresión del “Vaad Arba Haaratzotâ€. Para el hombre judío común este hecho significó aprender a vivir sin ninguna protección institucional, perder la autonomía y la organización comunitaria, y tener que preocuparse de manera individual por su supervivencia y seguridad.
El impacto de las matanzas en la vida cotidiana de los judíos destruyó el tejido social, alteró las relaciones internas y su sistema de valores. La confianza y la solidaridad mutua se vieron seriamente dañadas, socavaron la unidad del pueblo y crearon un abismo entre las diferentes clases sociales. Ante esta crisis existencial se hizo necesario que la masa de judíos residentes en el sudeste europeo buscara en su triste realidad una esperanza, una visión del mundo que la reconcilie con la vida y mitigue sus padecimientos. A esta necesidad respondió el “movimiento jasídicoâ€.
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