El camino a Auschwitz y un mensaje inesperado
Desde que era adolescente estaba familiarizado con muchas historias del Holocausto. Mi abuelo sobrevivió los horrores de los campos y sus historias son parte de la narrativa que comparte toda mi familia.
Pero la historia de esta mujer se sentía como algo distinto. Su dolor y su horror estaban entrelazados con el amor, la pérdida, la culpa y la redención, y el epílogo era extraordinario. Muchos años después, cuando me volví documentalista, decidí averiguar si esta mujer seguía viva.
Lo estaba. Klara tenía 92 años y aún vivía en el mismo departamento en Tel Aviv. Tomé un vuelo para verla la siguiente semana y le pedí que me contara la historia que me había relatado mi abuela, en sus propias palabras.
Nos sentamos en su sala, la cámara empezó a grabar y comenzó. Era astuta, graciosa y generosa y, aunque estaba viendo hacia la oscuridad para recordar tiempos difíciles, nunca calló. Cuando terminó parecía estar vaciada; por primera vez se veía tan anciana como su edad sugería.
Me conmovió, incluso me transformó, pero le dije que sentía haberla hecho revivir esas memorias y sentimientos. No sé por qué me perdonó, pero dijo que estaba feliz de que la había ido a ver.
Durante mi vida, el Holocausto ha sido uno de los temas que más han definido a Occidente. Casi tres generaciones después, la mente todavía lucha por encontrarle un sentido a lo que sucedió. Pero hay un mandamiento, un atisbo de respuesta lógica, que todos los que sobrevivieron parecen compartir: nunca hay que olvidar. Como escribió Primo Levi en el prefacio de Si esto es un hombre:
“Pensad que esto ha sucedido.
Os encomiendo estas palabras,
Grabadlas en vuestros corazones:
Al estar en casa, al ir por la calle,
Al acostaros, al levantaros;
Repetídselas a vuestros hijosâ€.
Y la vida sigue.
Quién sabe si las generaciones futuras tendrán la misma percepción del Holocausto y de su papel en la historia. Quizá con los años será solo otro evento en la línea de tiempo tan atropellada de nuestra especie.
Este filme no pretende lidiar con tales preguntas, tan enormes. Lo que sí sé es que somos la última generación que podrá conocer en persona a sobrevivientes del Holocausto y que esa es una responsabilidad tremenda.
Fuente: NY Times
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