Shabat: El universo perfecto de Dios
Por más valiosa que sea esa idea, las leyes de Shabat pintan una imagen muy diferente. Puede que pensemos que relajación es un viaje a la playa, ver una buena película o ir de compras. Sin embargo, ninguna de estas actividades está permitida en Shabat. Por otro lado, uno esperaría que las actividades que requieren mucho esfuerzo estén prohibidas. Sin embargo, técnicamente hablando, uno podría pasar todo Shabat arrastrando muebles pesados de una punta a otra de la casa, pero sin poder encender ni siquiera un fósforo ni prender una luz. En Shabat nos transportamos a pie, a pesar de que hacerlo requiere de un esfuerzo mucho mayor que manejar un auto. Entonces, ¿cuál es el objetivo de las leyes de Shabat y cómo nos recuerdan que Dios trabajó durante seis días y descansó en el séptimo?
La idea es la siguiente. Durante los seis días de la Creación, el mundo estaba incompleto. Dios estaba ocupado en el proceso de moldear y actuar sobre el universo, transformándolo de una forma más primitiva a estados más avanzados; luz y oscuridad, cielo, agua y tierra firme, plantas, vida acuática, vida terrestre y, finalmente, el hombre.
Cuando llegó el primer Shabat, el trabajo de Dios terminó. El mundo estaba perfecto y completo. Dios ya no tenía que realizar cambios en el mundo y mejorarlo. Todo lo que el mundo requería y requeriría alguna vez ya existía y había sido puesto en su lugar. Dios sólo tenía que dejar el universo tal cual estaba, permitiendo que todos sus componentes funcionaran en armonía.
Esta fue la idea del descanso que Dios disfrutó en Shabat (Génesis 2:2). Obviamente no es que Dios todopoderoso estaba cansado y necesitaba descansar de Su trabajo. Lo que ocurrió es que Dios había llevado al mundo a un estado de perfección. Ya no tenía que interferir en él, alterándolo y modificándolo para que mejorara. El trabajo de Dios estaba completo. Su creación podía descansar, es decir, podía existir tal cual estaba, con todos sus componentes conviviendo en paz y armonía.
Este fenómeno es representado cada semana en Shabat. Durante la semana vemos el mundo como algo incompleto. Debemos trabajarlo: limpiar la tierra, cultivar el suelo, construir refugios, plantar, cosechar, cocinar, fabricar… todo esto para hacer que el mundo sea un lugar habitable por el hombre. Al igual que hizo Dios, durante seis días nosotros imprimimos nuestra marca en el mundo, alterándolo desde su estado natural para convertirlo en un contenedor apto para el hombre.
Cuando llega Shabat, Dios nos ordena dejar de intervenir en el mundo. Ya no imponemos nuestro dominio para alterar su estado natural. No podemos construir, quemar, trabajar la tierra… ni siquiera podemos arrancar una flor. Toda acción que altere la tierra incluso en lo más mínimo contradice el espíritu de Shabat. Cesamos de hacer actos de creación y, al hacerlo, atestiguamos que el mundo, tal cual fue creado por Dios, es perfecto.
Cuando Dios completó la Creación y el mundo disfrutó de su primer Shabat, debería haber permanecido eternamente en un estado completo y perfecto; el resultado debería haber sido un Shabat eterno. Sin embargo, con el pecado de Adam, el mundo cayó. El hombre ya no viviría en un mundo perfecto, disfrutando de los frutos del Jardín del Edén, listos para ser comidos sin hacer ningún esfuerzo propio; ahora tendría que trabajar, tendría que conquistar el mundo y comer pan sólo mediante el sudor de su frente.
El mundo volverá a ser perfeccionado en el Final de los días. El hombre volverá a vivir en armonía con el mundo y la naturaleza, dedicando su ser y sus energías exclusivamente a Dios. Ese período es conocido como el iom shekuló Shabat, un tiempo de Shabat eterno, un tiempo que esperamos apasionadamente en la actualidad.
Pero sin embargo, una vez a la semana Dios le permite a Israel saborear una pequeña muestra de ese sublime estado de bendición: el regalo de Shabat. El Talmud escribe que Shabat es un sesentavo del Mundo Venidero (Brajot 57b). En Shabat, el mundo vuelve en una pequeña fracción a su estado de perfección: vuelve a ser un planeta completamente funcional y armonioso que no necesita la intervención de ningún esfuerzo humano. El hombre no tiene que trabajar para mantenerse a sí mismo. El Talmud escribe que los gastos en los que una persona incurre para Shabat son reembolsados por Dios Mismo (Beitzá 16a). El universo de Shabat es capaz de sustentar al hombre sin ningún esfuerzo ni gasto propio. Y en la medida en que Shabat sea importante para nosotros, ese plano de existencia se puede volver nuestra realidad hoy en día.
Pero a pesar de todo esto, hay algo que es aún más curioso sobre Shabat. Por un lado, es el día más sagrado y espiritual de la semana. Y por el otro, es un día físicamente placentero. Nos vestimos bien, comemos bien y celebramos el día con tanto lujo como podemos. ¿Por qué los placeres físicos son apropiados para un día tan espiritual? Además, ¿no nos aleja la dedicación a los placeres físicos de nuestra apreciación de la santidad? ¿Cómo es posible la coexistencia de lo físico y lo espiritual en Shabat?
Para explicar esto debemos introducir un concepto más. Cuanto más perfecto es un objeto en este mundo, más se convierte en un reflejo de Dios. Las creaciones perfectas reflejan y atestiguan sobre la existencia de un Creador perfecto. Más aún, mientras más santidad refleje un objeto físico (o período de tiempo), más alineado con la santidad se volverá, actuando como un canal hacia ella. Por lo tanto, las creaciones completas en el plano físico se cargan también espiritualmente cuando atestiguan sobre la gloriosa obra de Dios. Permiten que las fuerzas espirituales fluyan libremente desde el cielo, infundiendo y energizando al mundo físico con vitalidad espiritual.
Entonces Shabat —un momento en el cual el universo físico es perfecto— es un momento que tiene también un enorme potencial espiritual. Es un día en que el mundo físico y el mundo espiritual se alinean. En Shabat, el mundo no sólo está en armonía consigo mismo, sino que también lo está con Dios.
Como resultado, Shabat es un momento tanto para el disfrute físico como para el disfrute espiritual; es un día en el que las dos clases de vivencias se fusionan en completa armonía y, juntas, mejoran nuestra comprensión de Dios. Puede que durante la semana el lado físico y el lado espiritual de la creación estén en conflicto: cuanto más indulgente sea una persona con lo físico, menos espiritual será. Pero en Shabat, en cambio, se complementan: lo físico y lo espiritual se fusionan en un magnífico todo, sirviendo como reflejo del Dios universal que los creó.
Basado parcialmente en el libro Shabbath – Day of Eternity (Shabat, un día de eternidad), de Rav Aryeh Kaplan, el cual fue publicado por la editorial Artscroll como parte de la antología de Rav Aryeh Kaplan.
Fuente: Aish LAtino
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