El Equilibrista
Algunas profundas lecciones a veces vienen de orígenes bastante improbables. Por ejemplo, uno de los prisioneros anunciaba ser un acróbata de la cuerda.
Rab Mendel no creía en él, porque no podía imaginar que una persona pudiera desperdiciar su tiempo caminando sobre una cuerda y arriesgarse a caerse de cabeza, cuando podría simplemente caminar sobre el suelo como todos. Pero cuando el perverso Stalin murió, y el gobierno alivió un poco la presión sobre los campos, algunos de los internos decidieron celebrar, y el acróbata de la cuerda vio una oportunidad de probar que decía la verdad.
Encontró una larga y gruesa cuerda en algún lugar del campo, la amarró en la pared de un edificio de unos tres metros de altura, la estiró hasta otro edificio a unos quince metros de distancia y la ató a la misma altura. Por un largo rato, se quedó sobre una escalera, estirando, probando y apretando, hasta que finalmente todo quedó listo.
Debajo, se reunió una multitud. El hombre se quitó los zapatos y cautelosamente, pero sin ceremonia, subió por la escalera hasta llegar a la cuerda.
Rab Mendel fue uno de los primeros en acercarse, y contó lo que ocurrió: “Primero él escaló hasta la cuerda, dio algunos pasos, perdió el equilibrio y se cayó. Sin embargo sabía caerse, como un gato. Esperó algunos segundos y subió otra vez, y nuevamente se cayó. Pero finalmente comenzó a caminar, y entonces bailó sobre un pie, después sobre el otro, al ritmo de las palmas de los espectadores.
“Llegó entonces al fin, hizo el retorno, bailó de vuelta hasta el punto de partida, y por fin descendió por la escalera en medio de los aplausos y gritos de los espectadores fascinados.”
“Después de apretar la mano de todos, vino hasta mí y dijo con una sonrisa satisfecha en los labios: -Bien, Rabi, ¿que dices ahora?”
“Le dije que estaba impresionado, pero no podía dejar de preguntarme como lo había hecho. ¿Como podía caminar sobre una cuerda estirada sin caerse? Después de mucha insistencia, él finalmente me reveló su secreto. -Fijo la mirada hacia donde estoy yendo,- – dijo él – -y jamás pienso en la posibilidad de caerme”.
Esperó algunos segundos para que yo digiriera la respuesta, y entonces dijo: “¿Sabe cual es la parte más difícil? ¡Dar la vuelta! Cuando se gira para dar la vuelta, por un segundo se pierde el objetivo de vista. Tarda mucho tiempo para aprender a hacer la vuelta”.
Fuente: Eschabad.org
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