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El judaísmo no pertenece a un museo

Al caminar por las exhibiciones, Maya sintió que los judíos eran un pueblo del pasado. Tomé nota de sus comentarios y añadí el museo al itinerario.

El Museo Judío realmente me pareció precioso e interesante. Mi maestra de historia interna habría pasado allí muchas horas si no fuera por los retorcijones de hambre que comencé a sentir. En la exhibición Cultura y Continuidad, una exhibición permanente en el museo, recordé lo que Maya había dicho. Allí hay arte, interpretaciones modernas de los objetos ceremoniales, entre muchos otros recuerdos de la cultura e historia judía. También hay muchos artefactos religiosos. Hay una pared llena de janukiot y una vitrina de vidrio repleta de rollos de Torá. Hay candelabros, libros de rezo, bandejas para el Seder de Pesaj y raashanim (matracas) de Purim.
Mientras contemplaba la hermosa exhibición de los rollos de Torá, recordé una bella e inolvidable canción “The Place Where I Belong” (el lugar al que pertenezco). La canción narra la perspectiva de un rollo de Torá que fue creado en Kiev. El rollo vivió emotivos eventos del ciclo de la vida, luego fue escondido durante la Segunda Guerra Mundial y finalmente lo encontraron y lo llevaron a un museo. Lo único que el rollo de Torá quiere es regresar a la sinagoga, el lugar al que pertenece.
Al observar los objetos rituales, bellamente iluminados y expuestos en sus vitrinas, no pude evitar sentirme triste. Esos objetos tuvieron una época de gloria, un momento en el cual verdaderamente brillaron. Aunque ahora son apreciados y contemplados por decenas de miles de visitantes al año, ¿realmente pertenecen a un museo? Esos candelabros iluminaron una casa en Shabat. Ese rollo de Torá fue usado para dar testimonio de nuestra historia como pueblo. Esos raashanim de Purim acallaron a los pobres lectores de la Meguilá una y otra vez. La pared llena de janukiot…

Estos no son objetos que deben estar dentro de una vitrina representando a un pueblo antiguo que ya no existe. Era como si pudiera escuchar llorar a cada objeto, pidiendo ser liberado y utilizado en una alegre celebración hoy en día. De cierta forma, esta es la victoria que representa Jánuca.

Jánuca es una época en la cual publicitamos el milagro de nuestra victoria sobre los helenistas. Ellos intentaron matarnos, nosotros sobrevivimos… ¡Encendamos una janukiá! Sin embargo, Jánuca es más que eso. Lo que hace que Jánuca sea especial es que no estábamos luchando solamente contra los helenistas, estábamos luchando contra nosotros mismos. Jánuca fue una guerra civil cultural dentro del pueblo judío. ¿Nos asimilamos o nos diferenciamos? Los macabeos se diferenciaron de la mayoría de los judíos de la época y transmitieron el mensaje de que el judaísmo seguía siendo vitalmente importante y que tenía un valor significativo.

Cada año, desde el 25 de Kislev, millones de hogares se iluminan para transmitir este mensaje. Los griegos y los helenistas son recordados solamente en los libros de historia y en las salas de clases. El pueblo judío es una entidad viva, que late y respira. ¡Sobrevivimos! ¡Seguimos aquí!

Me parece que el Museo Judío es algo imperdible al visitar Nueva York, pero de cierta forma actúa como una continuación de la guerra civil que luchamos en la época de Jánuca. Debemos recordar que no somos un pueblo guardado detrás de un vidrio. No somos un pueblo de rituales arcaicos cuyo tiempo ha pasado. Este era el argumento de los helenistas y de los judíos que los apoyaron. Ellos creían que el estilo de vida griego y lo que este representaba era mejor y más relevante que el estilo de vida judío. Hoy en día, la batalla continúa. En nuestra cultura hay demasiadas cosas que alejan a las personas y les impiden ver la importancia actual del judaísmo y del pueblo judío. Es demasiado común ver personas que relegan el judaísmo al pasado.

Al celebrar Jánuca, piensa en esa pared del museo llena de janukiot que no serán encendidas. Ellas dan testimonio de una parte de nuestra historia, pero no están cumpliendo el propósito para el cual fueron creadas. Esas janukiot fueron creadas con un propósito: para ser encendidas. El propósito al encender una janukiá es decirle al mundo que el pueblo judío y nuestros valores siguen vivos. Una janukiá en un museo, sin encender, implica que somos un pueblo del pasado y que la época en que era necesario encender una janukiá pasó hace tiempo. Esto es absolutamente falso. Después de más de tres mil años, el pueblo judío está aquí, dejando una huella en el mundo actual.

Cuando nuestras ventanas están cálidamente iluminadas con nuestras velas, conectamos un eslabón más en la cadena de la historia. Pero nosotros no somos historia. Cada uno está aquí para cumplir un propósito. La victoria judía en Jánuca hizo que esto fuera posible, declarando la eternidad del pueblo y de los valores judíos, que trascienden el tiempo y el lugar.

Fuente: AIsh Latino

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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