Velas detrás de las rejas
En diciembre de 1978 fue a visitar al Rebe. En su audiencia privada, unos días antes de Janucá, el Rebe preguntó al Rabino Katz que se estaba haciendo por los prisioneros judíos de Sudáfrica. El Rabino le explicó que las condiciones allí eran mucho más duras que las de Nueva York, pero habían logrado que los prisioneros judíos no tuvieran la obligación de trabajar en Rosh HaShaná, Iom Kipur y Pesaj e inclusive que recibieran comida casher bajo supervisión rabínica.
El Rebe entonces preguntó: “¿Y qué pasa en Janucá? ¿Los prisioneros pueden encender las velas? Debemos valorizar la importancia de encender las velas para una persona que se encuentra sola en una celda. Es imposible calcular el calor y la esperanza que producen en un ambiente tan sombrío”.
El Rabino prometió que cuando retornara a Sudáfrica, comenzaría a trabajar en el proyecto para que al año siguiente los reclusos pudieran encender las velas de Janucá. El Rebe no quedó satisfecho y preguntó: “Pero, ¿qué va a pasar este año?”
El Rabino Katz le dijo que por cuanto faltan pocos días para Janucá y él se encontraba en Nueva York, dudaba que fuera posible hacer algo al respecto.
El Rebe le pidió que apenas terminara esta audiencia tomase el teléfono de su oficina exterior y realizara las llamadas que fueran necesarias para solucionar el tema.
El Rabino Katz le recordó que en Sudáfrica eran las 4 de la mañana; el no osaba despertar al general encargado de las cárceles. El Rebe no aceptó la respuesta. Al contrario, argumentó que cuando el general vea que el asunto es tan importante, a punto tal que el Rabino se contacta desde el exterior en medio de la noche, quedaría impresionado y vería la importancia de autorizar a los presos judíos a encender las velas ese mismo año.
Al salir de la oficina del Rebe, uno de los secretarios condujo al Rabino a una pequeña sala. Le mostró los teléfonos y le dijo que se sintiera cómodo.
El Rabino Katz llamó primero a su secretario en Pretoria, a fin de conseguir el número del director religioso de las prisiones, el General Sephton, un pastor de la iglesia reformista holandesa.
En su comunicación con el General, el Rabino le explicó que recién había terminado un encuentro con uno de los líderes del judaísmo mundial, que expresaba su preocupación por los presos judíos de Sudáfrica. Citó palabras del Rebe explicando la importancia del encendido de las velas de Janucá y como esto les traería calor, luz y esperanza.
El general Sephton emocionado, comprendió que el asunto era urgente (era un 24 de diciembre a la madrugada), prometió que apenas llegara a su oficina a la mañana siguiente enviaría un telegrama a todas las prisiones de Ãfrica del Sur autorizando a todos los prisioneros judíos a encender las velas de Janucá.
A la mañana siguiente, cuando el Rebe llegó a la sede de Lubavitch, “770”, el Rabino Katz lo esperaba con ansiedad. Al escuchar que la misión había sido cumplida el Rebe sonrió e invitó al Rabino a su oficina luego de las oraciones de Shajarit.
Ya en privado, el Rebe le comentó que en 49 de los 50 estados norteamericanos, permiten que los presos judíos enciendan las velas de Janucá. Es increíble, dice el Rebe, que solamente aquí, en el estado de Nueva York, los prisioneros no puedan prender sus candelabros. El Rebe le encomendó la tarea de trabajar para que en ese estado también pudieran encender las velas de Janucá ese año. “Diles que deben aprender de Sudáfrica”.
Terminó diciéndole que se contactara con el Rabino J. J. Hecht, quien estaba trabajando bastante en las cárceles neoyorquinas y sabía con quien contactarse.
Cuando el Rabino Katz buscó al Rabino Hecht, éste quedó sorprendido. Era 24 de diciembre, pasado el mediodía, y seguramente nadie en las oficinas gubernamentales estaría trabajando. Pero luego de escuchar al Rabino Katz contando lo sucedido con el Rebe y su llamado al General Sephton en Sudáfrica, el Rabino Hecht se tranquilizó.
Experiencias anteriores confirmaban que si el Rebe encomendaba algo, sus pedidos se cumplían satisfactoriamente, a pesar de que aparentemente no era el momento adecuado para que se realicen.
Después de algunos llamados, el Rabino Hecht localizó al Director del Sistema Correccional del Estado de Nueva York. Le presentó al Rabino Katz quien le contó que en Sudáfrica los presos judíos ese año iban a prender las velas de Janucá y le preguntó sobre la posibilidad de que sucediera lo mismo en su estado. El director accedió al pedido teniendo en cuenta la experiencia del país africano.
“Misión cumplida” le dijo con gran alegría el Rabino Katz al Rebe esa misma tarde.
En una audiencia privada, luego de la plegaria de Minjá, el Rebe le dijo que le gustaría retribuirle por los favores realizados. El Rabino Katz le contestó emocionado que para él había sido un honor, pero ante la insistencia del Rebe le pidió un libro Tania para su hijo.
El Rebe también le dio un presente para el General Sephton, un libro llamado Desafío y un regalo para su esposa, un libro llamado Una Mujer de Fibra.
Una vez en Sudáfrica, el Rabino se contactó con el General y le dijo que traía un regalo personal del Rebe para él. Una hora después, el General estaba sentado en la oficina del Rabino Katz. Cuando este le preguntó el por qué de su prisa en llegar, el General contestó: “Cuando una persona en Nueva York piensa en alguien que vive en otra parte del globo, especialmente personas que cometieron varios delitos, y busca traerles luz y calor, es señal de que es un líder genuino. Si este líder me manda un regalo, ¡quiero recibirlo lo antes posible!”
Fuente: eschabad.org
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