Es hora de hablar claro
Cada época tuvo a sus miserables y activos mercenarios del Judenrat, que entregaron a sus hermanos a sus enemigos. Buscan algún beneficio personal, “salvarse de esa manera”, congraciarse con el poder, o venderse por un simple plato de lentejas. Judíos vergonzantes que en nombre de esa libertad de pensamiento absoluta que promueve nuestra cultura y pueblo, tienen un protagonismo que en otros, les sería imposible.
Pueden ser simples oportunistas o sofisticados y encumbrados comunicadores,formadores de opinión, artistas,religiosos,activistas por los derechos humanos,políticos,cancilleres, familiares de víctimas o como requiera el disfraz y la oportunidad del momento.
Judíos que no tienen escrúpulos, conciencia histórica, responsabilidad colectiva y que están muy dispuestos a servir a sus verdugos. Incluso algunos en su estupidez e inocencia creen hacerlo por la causa del pueblo judío.
Estos Judíos, se llamen como se llamen, bien saben que aunque nos duelan y traicionen, no tendrán un “líder supremo”, organizaciones comunitarias, o un estado Judío, que los sentencie a la muerte. Incluso conocen que pocas veces serán contundentemente descalificados.
¿De dónde proviene esa pulsión de auto-odio? ¿Será del antisemitismo y sus efectos sobre la psiquis de algunos judíos? El dicho popular y tan cierto dice que no hay peor antisemita que el propio judío. No hay que ver en Torquemada una excepción, sino una regla muchas veces repetida. Los ejemplos en la historia son múltiples y permanentes, en todo lugar y circunstancia.
Lo que está claro, es que esta quinta columna, esta astilla de nuestro mismo palo, siempre le ha servido a los antisemitas de turno para encontrar en algún o algunos Judíos la justificación a su odio y mirada torcida de la realidad. “Si lo dicen los propios judíos”.
Uno de los elementos básicos del antisemitismo se encuentra en la pulsión irracional y primitiva del ser humano.
No tiene fundamentos en la lógica de los hechos empíricos. No le interesan los datos de la realidad, acomoda la misma a su necesidad de odio. Lo mismo les ocurre a los “Antisemitas judíos”.
Si así como lo lee, “Antisemitas judíos”.
Se puede tratar de Naturei Karta, un ínfimo grupo de delirantes “místicos religiosos” que deberían estar medicados e internados en un centro psiquiátrico o alguna extraviada ONG de extrema izquierda, más preocupada de los derechos de los enemigos que la de sus hermanos. Pueden en su enfermedad negar la autenticidad y derecho de la existencia del estado de Israel hasta que llegue el mesías o sus enemigos consigan reivindicaciones que ni ellos mismos buscan. Incursionan y “opinan” de manera similar a los peores antisemitas.
Estos pequeños grupos o individuos aislados son capaces de encontrarse y participar “en el nombre de Dios y/o del pueblo judío” con todo antisemita de turno, que los recibe obviamente con todos los honores y brazos abiertos, como sus hermanos en la lucha contra la existencia de ese Estado y pueblo satánico. Paradojas del absurdo judío, ese Estado y pueblo les proveen el ámbito seguro donde desarrollarse y sus soldados o miembros los protegemos cuando los enemigos los atacan.
Seguramente con lo expresado hasta aquí, ud que está atento, podrá encontrar a los miembros del Judenrat de turno. Cuidado, sea sagaz, no se confunda y que no lo confundan, cuando son expuestos como referentes por los que nos odian o desconocen la realidad de nuestra tan compleja identidad. Son una absoluta minoría, una monstruosa y dolorosa deformación. Estos son “nuestros terroristas” que se inmolan en auto-atentados y lo hacen “inocentemente” como buenos Judíos. Siempre hay un judío amigo y bueno para las atrocidades antisemitas.
Así como el Islam debe combatir su monstruo interno y extirpar su absoluta minoría terrorista, los judíos debemos combatir a esta absoluta minoría, que se suma en su auto-odio a los enemigos de nuestro pueblo. Seguramente las estrategias y necesidades en este necesario combate son muy distintas. En nuestro caso, por lo menos debemos comenzar a exponerlos sin miedo a la luz de la verdad. Son pocos y detectables, conocemos su nombres y apellidos, aquí y en todo lugar.
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