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Ataques contra judíos: el reverdecer del antisemitismo y la judeofobia

El incendio que destruyó el supermercado, estalló en las primeras horas de la mañana en el suburbio de Créteil, al sur de París, donde aproximadamente una cuarta parte de la población es judía. Pero los perpetradores no se percataron que el dueño del supermercado era musulmán, y efectuaron pintadas con esvásticas y consignas escritas en idioma árabe en la puerta de su negocio.

Los eventos de vandalismo contra judíos no son nuevos en Francia. Además del ataque al Hyper Cacher, en el que el terrorista musulmán Amedy Coulibaly asesinó a tiros a cuatro personas tras un enfrentamiento que duró varias horas en 2017, una vecina musulmana mató a una mujer judía a la que empujó por una ventana y hubo un robo a una familia judía cuyos integrantes fueron golpeados, retenidos como rehenes y la mujer de la casa, de 64 años, fue violada por dos de los atacantes en otro suburbio de París. “Ustedes son judíos: ¿Dónde está el dinero? ¿Denos su dinero o morirán?”, vociferaban los atacantes.

Sin embargo, estos hechos no son los únicos en una cadena feroz de ataques contra judíos franceses por parte de musulmanes, incluida la masacre de 2012 en la escuela judía de Toulouse, donde 3 niños y un maestro fueron asesinados en el ataque. Los antecedentes de judeofobia en Francia se remontan a 2006, en que unos 20 jóvenes musulmanes participaron en el secuestro, tortura y asesinato de Ilan Halimi, de 23 años. “Tenemos un judío, no creo que lo encuentren vivo”, dijo uno de los atacantes que llamó a la policía.

Pero Francia no está sola. Suecia, cuya población judía nacional es de unas 18.000 personas, está pasando por una desproporcionada actividad judeofoba en los últimos meses. En diciembre, seis hombres jóvenes musulmanes arrojaron cócteles molotov a adolescentes judíos en la sinagoga de Gotemburgo, y durante 2017, dos docenas de bombas incendiarias fueron arrojadas contra el cementerio judío de Malmo.

También en Estocolmo en una protesta contra el reconocimiento del presidente Trump de Jerusalén como la capital de Israel, el New York Times informó que “un orador islámico llamó asesinar judíos a quién calificó de monos y cerdos”, un epíteto común anti-judío entre los antisemitas musulmanes. En tanto en Malmo, según el Times, “los niños en el jardín de infantes judío juegan detrás de vidrios a prueba de balas”.

Sin embargo, esto no es solo por el accionar de los musulmanes. Incluso los principales medios de comunicación de Suecia han atacado a los judíos. En un artículo de junio de 2017 el diario Aftonbladet afirmaba una repudiable frase que ha vuelto a circular con fuerza en la propaganda antisemita y la demonización de Israel: “Los israelíes regularmente secuestran y matan a jóvenes palestinos para traficar sus órganos”, publicó el diario sueco.

En los Países Bajos, las consignas antisemitas proliferaron durante las protestas pro-palestinas y anti Trump -por el tema de Jerusalén- mientras los jóvenes musulmanes ondeaban banderas de ISIS y pedían la muerte de los judíos en La Haya. Sin embargo, el alcalde de la ciudad se negó a denunciarlos e insistió en que “no se habían cruzado las líneas rojas del odio racial”.

Más recientemente, grupos judíos se han enterado de la difícil situación de Inge Prenzlau, sobreviviente del Holocausto holandés de 87 años, quien después de verse obligada por las SS a trabajar -siendo una niña- en la fábrica que le habían incautado a su padre en Amsterdam para evitar que los nazis la asesinaran, al enfermarse gravemente en marzo de 2017, recibe un estipendio mensual de € 140 del gobierno alemán. Alemania no grava este pago; pero el nuevo gobierno holandés le exige que pague impuestos sobre ese ingreso. “Pague”, le dijeron en diciembre pasado. La situación indignó al reconocido autor franco holandés, Leon de Winter, hijo de sobrevivientes del Holocausto, por lo que De Winter publico en su Twitter: “El Rey recibe un salario real libre de impuestos, sin embargo, esta mujer judía de 87 años debe pagar impuestos sobre 140 euros al mes por su compensación a los crímenes nazis y por haber vivido el infierno del gueto”.

También ha habido muchos otros incidentes, por ejemplo, en diciembre, un hombre que portaba una bandera palestina rompió los vidrios de un restaurante kosher en Amsterdam. Y en la víspera de Año Nuevo, varios hombres arrojaron piedras a las ventanas del centro Jabad de Amsterdam.

Hay más, en Viena, en 2016, un joven israelí que alquilaba un pequeño departamento mientras vacacionaba allí, fue amenazado con el desalojo si no quitaba la bandera israelí de su ventana. “Ofende a uno de los vecinos que es musulmán”, dijo el propietario del inmueble.

Aparentemente, esta es una queja común en la capital austriaca. Funcionarios multaron a tres activistas pro-israelíes el mes pasado por agitar una bandera israelí cerca de una manifestación pro-palestina: los cargos establecen que los activistas “produjeron considerables ofensas, angustia y provocaciones entre los manifestantes palestinos”.

El grupo pro-palestino, sin embargo, no fue citado por las ofensas y amenazas de muerte a los judíos de Viena, incluso cuando la bandera palestina fue agitada por los manifestantes gritando en lengua árabe, “Khaybar, Khaybar ya Yahud”, un grito de batalla que recuerda la victoria del siglo VII de los musulmanes sobre los judíos de Khaybar, y que significa esencialmente “Muerte a los judíos”.

En Alemania, el antisemitismo no solo es generalizado, está creciendo exponencialmente entre los jóvenes del país. En un informe periodístico detallado, Josephine Huetlin describe el vasto alcance del odio a los judíos alemanes que va desde los grupos musulmanes hasta las organizaciones de extrema derecha que apoyan al partido político Alternatives fur Deutschland (AfD, Alternativa para Alemania). De hecho, según Huetlin, los políticos de AfD creen que “el Consejo Central de Judíos en Alemania controla secretamente a todo el país”. El mismo sentimiento pro-palestino, anti-israelí y anti judío, también está aumentando en los grupos de extrema izquierda, señala Huetlin.

“La solidaridad con Palestina es moda”. El mensaje anti-israelí y anti-judío es claro, y ello no ocurre solo en Europa, “la demonización de Israel y los judíos suele ser muy rentable para muchos, señalar lo contrario no es, ni rentable ni correcto políticamente”.

Lo cierto es que cada vez más el fenómeno de la judeofobia se aprecia en acelerado crecimiento también en América Latina. Sin embargo, para los medios de prensa latinoamericanos en general, el odio a los judíos es nuevo, minoritario y no debe generar motivo de preocupación. Cuando en realidad, muchas veces es obscena y sumamente peligrosa la negación y ceguera que manifiestan ante el creciente y despreciable fenómeno.

Fuente: Infobae

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