La castración del pensamiento
Hubo marchas y manifestaciones, discursos y pintadas, expresiones a favor y en contra.
Sabemos que una persona que se llame a sí misma “de bien”, difícilmente apoyaría un acto, una idea que deje a otro ser maltratado o sin derecho.
No sería politícamente correcto. O sí?
Pues bien, las pintadas que quedaron cual resabio en algunos de los edificios de nuestra querida Buenos Aires se empeñan en contradecir todo idea de igualdad.
Activistas que dejaron “escraches” con el nombre de una actriz en un intento de ser acusada cual una bruja del medioevo.
Pintadas en donde los partidismos políticos salen a la luz.
Pobreza de ideas, oportunidad desaprovechada y mucho de maltrato sin género y con él.
En un estado de derecho saludable, las instituciones son quienes deberían de dar respuesta a las sin razones. Un estado en donde la locura no se contagie en mecanismos que evidentemente cobran vigencia cada vez que encuentran el campo propicio para reinar.
Sabemos, y sino es bueno que nos enteremos, que los seres humanos cuando nos movemos en masa nos transformamos en lo que ya portamos, o sea, no nos transformamos, somos, seres excitables, volubles, impulsivos, gritamos pidiendo violencia de nuestros líderes y desconocemos toda argumentación lógica.
Lo irracional es lo que nos domina y entonces emerge la tal llamada igualdad más allá de toda diferencia.
Da lo mismo si se es hombre o mujer, joven o viejo, rico o pobre, todos iguales ante el amo supremo de la sin razón.
Por qué en una manifestación unos pocos logran llevar a unos muchos hacia terrenos de discriminación, locura y muchas veces tragedia?
Es que acaso no es posible que el Homo Sapiens pueda desarrollar su Sapiens por sobre su ser animal?
Las respuestas están a la vista. Y la historia nos lo confirma una y otra vez.
Portamos la tragedia y ansiamos el paraíso perdido.
Parecería ser que para algunos un dedo que acusa es más atractivo que una mano que acaricia.
Pues el dedo es fálico, masculino y potente, conquistador, no comprende de razones ni mucho menos de dulzuras.
Esas virtudes pertenecen a lo femenino. No en tanto mujer como género, sino como contenedor, pasivo y por ende vivido por la masa, y en ocasiones fuera de ella, como débil, desvalorizado y entonces admisible de ser degradado.
Pura misoginia, machismo pleno.
El dedo que se pone erecto al señalar, a la vez que señala a otros se señala primero a sí mismo, casi un acto masturbatorio.
Si preguntamos individualmente a los activistas por si están de acuerdo con estas ideas, sabremos que las respuestas serían variadas, muchos ni siquiera se reconocerían en el rol, algunos se tornarían nuevamente efervescentes en sus respuestas; acaso no era una marcha en favor de los derechos indiscutibles para toda mujer?
Por los niveles de violencia, de acusaciones y de gritos pelados de ciertas voceros e incluso de algunos de sus participantes parecería más bien una montón de mujeres jugando a ser hombres violentos. Naturaleza humana en su libertino descontrol.
En este tipo de fenómenos, las ideas opuestas pueden coexistir, incluso tolerarse y hasta evitar el conflicto de lo diferente, a condición de someterse a un líder que porta un ideal de unión y realización, casi siempre ilusorio.
Pobreza en las ideas, pobreza en los reclamos, sumisión y ceguera, desvalorización de toda conquista de lo mejor que tenemos en nuestra evolución y que nos acerca al otro. Ahora la condición es que ese otro diferente se someta a una misma idea, la acate sin chistar, se aplane, se calle, se niegue y se deje llevar.
Algo muy parecido a la muerte.
Esa señora oscura para muchos, liberadora para otros, pero siempre controversial, porque una vez más es ella la que borra las diferencias.
La vida es diversa, colorida, llena de sonidos diferentes, se necesitan dos gametos (células sexuales diferentes de hombres y mujeres) para dar comienzo a un nuevo ser, que trae más variedad al mundo, más color, más vida.
El malestar y a el desafío de sabernos distintos nos hace irracionalmente igualitarios.
Necesitamos señalar al otro como un potencial enemigo para poder constituirnos , ocultando la precariedad que nos caracteriza como seres humanos.
El disenso no está permitido.
El individuo resigna su maravillosa singularidad en función de un todo del que se siente parte. Se aniquila para ser con otros, y en contraposición a otros que tienen como condición la amenaza de subsistencia. El mecanismo de la lógica y el pensamiento se narcotizan o mueren.
En dicho contexto el germen de la locura( en tanto pérdida de toda lógica) permite que ideas ajenas a un reclamo justo se vea contaminado, contagiado, manchado. La barbarie tiene el campo disponible para emerger.
Dice Mark Twain: “Cada vez que te encuentres del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar”.
Para quien pertenece a ese movimiento unificador, ya se han borrado los límites, ahora se siente a sí mismo como un ser todo poderoso a condición de dejarse llevar por la ola de la masificación , ahora es un semi Dios capaz de gobernar el mundo, sin la posibilidad de cuestionar su idea. Es que la suya la única que merece existir. Aunque no se acerque a lo que lo condujo a estar allí. Ese imperativo, esa orden es ahora la ley.
Triste verdad? Al menos eso parece.
Pero tenemos una chance ante tanta nube oscura.
Y esa oportunidad es la capacidad de cuestionar, de disentir, de compasión, de generosidad, de apertura, de democratizar las ideas.
D`os es Uno, en eso estaremos muchos de acuerdo. Más allá de si crees o no. Pero seguro se nos revela de infinitas maneras, con infinitos nombres. Celebrar la oportunidad de no estar de acuerdo pero sin destruir al otro, sin pisotear sus derechos aunque no sean los nuestros, nos hace libres, seres plenos y excepcionales en cada singularidad.
Los invito a que hagamos contacto con la diferencia sin transformarnos en lo que decimos querer combatir, salgamos del campo de batalla y abracemos la vida en el jardín.
Licenciado en psicología Rodrigo Reynoso
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