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Un recorrido por la Nueva York judía

Para empezar, hay una infinidad de sinagogas, todas ellas de las más diversas corrientes, desde las más ortodoxas, pasando por las conservadoras, hasta las reformistas, con congregaciones ashkenazíes o sefaradíes.

Ningún judío neoyorquino debería tener inconvenientes para conseguir alimentos kosher: cualquier supermercado vende este tipo de productos. En época de Pesaj, por ejemplo, hay exhibidas muchas marcas de harina de matza (la común y la de CHOCOLATE), sopa de kneidalaj (advertencia: no es como la de la bobe) y guefilte fish en frasco.

Nueva York también es conocida por sus deliciosos bagels. Para quienes no los conocen, son unos tradicionales sándwiches elaborados con un pan redondo, que tiene un agujero en el medio, a los que se lo suele rellenar con un montón de cosas. Recomendación: salmón ahumado.

No se puede ir a Nueva York sin probar un sándwich de pastrami de Katz. No es barato, pero cada centavo vale la pena. Es realmente enorme. El clásico viene con mostaza y pepinos.

Dejemos la comida por un rato. Es imprescindible ir al sur de Manhattan y visitar el Museo del Holocausto, que tiene piezas conmovedoras para entender qué fue la Shoa. Quizá el espacio más emotivo sea una sala en la que hay dos pantallas con la imagen proyectada de dos sobrevivientes. Si uno presiona un mouse y habla a un micrófono es posible hacerles toda clase de preguntas sobre su historia. Se trata de un proyecto cuyo objetivo es preservar la memoria del Holocausto, para que en el futuro sea posible tener el testimonio de un sobreviviente, por más que éste no esté más físicamente.

El MET y el Museo de Ciencias Naturales son dos museos extraordinarios que exhiben piezas asombrosas: dinosaurios, sarcófagos de faraones egipcios, estatuas griegas, antiguas vasijas romanas y, también, milenarios artefactos judíos.

Pasemos a la parte religiosa. El Ohel del Rebe de Lubavitch, es decir, el cementerio en el que descansan los restos del Rabi Manajem Mendel Shneerson, es un sitio tan solemne como emocionante. No es cerca de Manhattan, pero se puede llegar fácilmente en transporte público. Judíos de todo el mundo, sin importar su nivel de observancia, visitan este lugar ubicado en Queens para pedirle cosas al Rebe. La tradición es escribir una serie de deseos en un papel, cortarlo y depositarlo en su tumba.

El recorrido por la Nueva York judía no estaría completa sin una visita a Williamsburg, el barrio en el que viven los judíos ultraortodoxos. Se trata de varias manzanas repletas de hombres con los tradicionales trajes y sombreros y mujeres con polleras largas. Los negocios tienen carteles con letras hebreas que lo hace a uno sentir como si estuviera en Israel.

Este recorrido no puede terminar sin algo más de entretenimiento y de comer. Por eso, una excelente alternativa es ir al Barclays Center a ver un partido de los Brooklyn Nets, donde además de apreciar un partido de NBA (ojo, que marchan en el puesto 24) se pueden probar los platos de un restaurante kosher ubicado dentro del estadio.

¿Nos quedamos con hambre? Tomémonos un metro (o caminemos, por el puente de Brooklyn) y dirijámonos a Times Square para buscar el local de M&M, donde un tubo gigante con los famosos confites de chocolate distribuidos de tal manera que forman la bandera de Israel, nos estará esperando.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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