Según un medio palestino, Hitler apoyó la creación de un Estado Judío
Hitler en sus comienzos como gobernante de Alemania apoyó decisivamente al sionismo, la expulsión de los judíos alemanes a Palestina y la invención de la entidad sionista.
Existe un conjunto de textos importantes, muy bien documentados, donde se analiza como, sobre la base de ideologías similares sobre etnicidad y nacionalismo, existieron intereses comunes entre el sionismo judío y la Alemania Nacional Socialista.
La base conceptual de esta coincidencia de intereses estuvo en el reconocimiento por ambos de la nación judía y de la raza judía. Así, señala Max Webber, en 1933 la Federación Sionista de Alemania envió una declaración al Congreso del partido Nazi que decía: un renacimiento de la vida nacional como el que ocurre en la vida alemana… debe ocurrir también en el grupo nacional judío.
Sobre la base de un nuevo Estado (nazi) que estableció el principio de la raza, deseamos encuadrar nuestra comunidad en la estructura de conjunto de manera que también para nosotros, en la esfera a nosotros designada, pueda desenvolver una actividad fructífera para la Patria.
El nazismo, por lo menos en el primer período, también vio en el sionismo a un aliado que favorecía sus planes. Tomemos, por ser explícita sobre ésto, la cita que aparecía en 1938 en un artículo del periódico de la SS: El reconocimiento del Judaísmo como una comunidad racial basada en la sangre y no en la religión llevó al gobierno alemán a garantizar sin reservas la separación racial de su comunidad.
El gobierno en sí mismo se encuentra en completo acuerdo con el gran movimiento espiritual dentro del Judaísmo, el llamado sionismo, con su reconocimiento de la solidaridad del Judaísmo alrededor del mundo y su rechazo a todas las nociones de asimilación.
Sobre esta base, Alemania emprende medidas que jugarán ciertamente un papel significante en el futuro, en el manejo del problema judío alrededor del mundo. Apoyo probado también por el hecho de que, tras la subida de Hitler al poder, partidos y sindicatos fueron ilegalizados, pero no así el movimiento sionista que se mantuvo en la legalidad hasta 1938, cinco años después de la llegada del Hitler al poder, y su periódico, la Jüdische Rundschau, salió hasta 1938.
El Tercer Reich también apoyó la creación de una patria judía y, aunque parezca increíble, en la introducción de las leyes raciales de Nuremberg de 1935 proclamadas por el fascismo, se decía que: Si los judíos tuvieran un Estado propio en donde la mayoría de ellos hallaran su hogar, el problema judío ya podría considerarse resuelto a día de hoy, incluso para los propios judíos. Los sionistas fervientes son los que menos se han opuesto a las ideas básicas de las leyes de Nuremberg, pues saben que estas leyes son la única solución válida para el pueblo judío.
Se explica, entonces, por qué durante los años treinta a pesar de que no todos coincidieran en la idea y en las acciones, el Tercer Reich apoyó sustantivamente los objetivos judío-sionistas en la Alemania de Hitler hasta el punto de, como señala Webber, hacer sacrificios en su comercio exterior, dañar las relaciones con Gran Bretaña y encolerizar a los árabes. De hecho, durante los años treinta, ninguna nación hizo más para apoyar sustantivamente los objetivos judío-sionistas que la Alemania de Hitler.
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