El auténtico bloqueo de Gaza
Las manifestaciones junto a la frontera con Israel las están organizando Hamás y otras facciones palestinas en el marco de la Marcha del Retorno, campaña de protesta que se prevé culmine en el Día de la Nakba (“el Día de la Catástrofe”), término empleado por los palestinos para referirse a la creación del Estado de Israel, en 1948.
Los países árabes se opusieron al establecimiento de una patria para el pueblo judío y enviaron sus ejércitos a atacar a Israel, pero perdieron, resultado que quizá debería uno tener en cuenta antes de lanzarse a atacar. Desde entonces, los palestinos y los árabes han estado conmemorando la derrota con protestas contra Israel y expresando su negativa a reconocer su derecho a existir.
Por supuesto, no hay previstas manifestaciones en la raya de Gaza con Egipto para protestar por el cierre continuado del paso fronterizo más conocido de la Franja, el de Rafah.
Los palestinos no se sienten cómodos hablando del bloqueo egipcio. Prefieren hacer la vista gorda ante las severas restricciones para viajar impuestas por El Cairo a los habitantes de Gaza y echar toda la culpa a Israel. Actualmente, los líderes de Hamás no pueden abandonar la Franja sin el permiso de Egipto. Temen sacar los colores a El Cairo, no sea que les prohíba completamente abandonar el territorio.
Los organizadores de la Marcha del Retorno, entre los que hay varios líderes de Hamás, han insistido en las últimas semanas en que el verdadero objetivo de la misma es “lograr el derecho al retorno” de los refugiados palestinos y de varias generaciones de sus descendientes a sus antiguos hogares y pueblos dentro de Israel. Para los palestinos, el derecho al retorno significa que Israel debería permitir a millones de palestinos trasladarse a su territorio, exigencia que ningún Gobierno israelí podría aceptar jamás, ya que significaría convertir a los judíos en una minoría dentro de su propio país.
Así pues, la Marcha del Retorno es difícilmente reflejo de una “crisis humanitaria” en Gaza. De hecho, es una campaña diseñada para poner la cuestión de los refugiados en el centro del escenario y hacer saber al mundo que los palestinos no se rendirán hasta que consigan lo que llaman su “derecho al retorno”.
La Marcha del Retorno, como dijo el dirigente de Hamás Ismail Haniyeh hace unos días, marca el comienzo de una nueva intifada, o revuelta, palestina contra Israel. Como han dicho claramente Haniyeh y otros organizadores de la campaña, de lo que se trata es de desbaratar el aún no revelado plan del presidente estadounidense, Donald Trump, para la paz en Oriente Medio. Los palestinos afirman que el plan tiene el objetivo primordial de “liquidar” la causa palestina y sus derechos nacionales.
Algunos palestinos han sostenido que la Marcha del Retorno también se propone acabar con el bloqueo impuesto a la Franja desde su toma violenta por parte de Hamás, el verano de 2007.
A pesar del bloqueo, Israel ha mantenido abiertos sus pasos fronterizos, salvo en los momentos en que Hamás y otras organizaciones armadas han perpetrado atentados contra israelíes. Incluso entonces, Israel los cierra sólo unas pocas horas o días. Los pasos fronterizos civiles y comerciales también han estado abiertos a algunos palestinos y ciudadanos extranjeros que entran y salen de la Franja casi a diario.
Todas las miradas están puestas sobre la frontera entre Gaza e Israel, pero ¿qué pasa con la frontera entre Gaza y Egipto?
El paso de Rafah es el único punto abierto entre Gaza y Egipto y el resto del mundo árabe. Ese ahí donde se está produciendo el verdadero sufrimiento de los palestinos. Ha estado cerrado la mayor parte del tiempo en la última década, lo que ha agravado las penalidades de los dos millones de palestinos de la Franja. Los egipcios suelen alegar “motivos de seguridad” como principal causa del cierre. Según fuentes de seguridad egipcias, en los últimos años ha habido cada vez más indicios de cooperación entre Hamás y algunas organizaciones terroristas yihadistas activas en el Sinaí.
En Gaza se podría vivir en condiciones si los egipcios abriesen la terminal de Rafah para que el mundo entrara y ayudara a sus habitantes.
La preocupación de Israel es el contrabando marítimo de armas con destino Gaza. Este es el motivo por el que mantiene un bloqueo naval sobre el enclave. En el pasado, Irán y Hezbolá han introducido armamento en la Franja por esa vía.
Muchos de los problemas de Gaza se podrían resolver si las autoridades egipcias permitieran a los palestinos abandonar la Franja para cursar estudios, recibir tratamiento médico o buscar trabajo.
Nadie está pidiendo a los egipcios que absorban a gazatíes y les concedan la ciudadanía. Ni que les den trabajo y ayuda médica y humanitaria. Ni que pongan en peligro su seguridad abriendo la terminal de Rafah.
De todos modos, la mayoría de los palestinos no quiere quedarse en Egipto. Para ellos, Rafah es sólo un lugar de tránsito hacia otros países.
Es cierto, los egipcios tienen sus propias preocupaciones de seguridad, habida cuenta sobre todo del aumento de la presencia de organizaciones terroristas islamistas en el Sinaí, donde están librando una campaña de atentados contra soldados y civiles. Ahora bien, el bloqueo egipcio a la Franja empezó mucho antes del surgimiento de esas organizaciones terroristas.
Las autoridades egipcias mantienen cerrado el paso fronterizo de Rafah desde 2009, con muy contadas excepciones. Ese año se abrió sólo 35 días. En 2014 fue un poco mejor: 125 días. En 2015 estuvo abierto sólo 32 días, y sólo 41 en 2016. El año pasado, 2017, fue el peor: los egipcios abrieron la terminal sólo 29 días.
El bloqueo egipcio sobre la Franja no obedece principalmente a criterios de seguridad. Simplemente, los egipcios no quieren hacerse cargo de los gazatíes. El Cairo ve a los palestinos como a gente que “causa problemas” y “desagradecida”, y simplemente no quiere ayudarlos. En esto, los egipcios no son diferentes de los demás países árabes.
Y es que los árabes han tenido malas experiencias con los palestinos. A principios de la década de 1970, Jordania expulsó a la OLP mediante una sangrienta ofensiva conocida por los palestinos como Septiembre Negro: miles de palestinos fueron asesinados o heridos cuando el Ejército jordano lanzó una inmensa campaña militar para impedir a la OLP crear en su país un Estado dentro del Estado.
Los libaneses sufrieron una experiencia similar con la OLP mientras ésta tuvo su sede en Beirut, en los años 70 y los primeros 80. También allí la OLP intentó crear un Estado dentro del Estado, y representó una grave amenaza a la soberanía libanesa.
Ningún país árabe quiere sufrir las experiencias jordana y libanesa. Por eso la mayoría quiere imponer duras restricciones de movimiento a los palestinos, incluso someterlos a leyes discriminatorias y de apartheid.
Los países árabes consideran a los palestinos un importante quebradero de cabeza y unos desagradecidos, especialmente tras el apoyo de la OLP a la invasión de Kuwait por Sadam Husein en 1990. El emirato era uno de los países árabes que solía dar a los palestinos millones de dólares en ayudas económicas. Sin embargo, cuando cayó en manos de Sadam, los palestinos fueron los primeros en salir a las calles a celebrarlo y apoyar al dictador iraquí.
Si los palestinos de Gaza escenificaran sus protestas cerca de la frontera con Egipto para exigir el fin del bloqueo, tendría todo el sentido. Pero tienen sus buenas razones para no hacerlo. Saben muy bien que cualquier intento de asaltar la frontera tendría enfrente al Ejército egipcio.
Una cosa es poner en peligro la vida de un soldado israelí lanzándole piedras o bombas de petróleo y otra totalmente distinta atacar a soldados egipcios. Los egipcios arrasarían toda la Franja y probablemente derrocarían al régimen de Hamás.
El Cairo ha hecho oídos sordos a las repetidas peticiones palestinas para la apertura del paso de Rafah.
Recientemente, las Fuerzas Islámicas y Nacionales (FIN), que engloban a facciones palestinas de la Franja, pidió al presidente egipcio, Abdelfatah al Sisi, que abriera el paso para permitir a los gazatíes recibir tratamiento médico en los hospitales egipcios y árabes. De nuevo, aparentemente por “motivos de seguridad”, su petición fue completamente ignorada. Emad al Aga, miembro de las FIN, dijo que había contactos intensivos con las autoridades egipcias para la apertura de la frontera por “motivos humanitarios”.
Las informaciones sobre los padecimientos de los gazatíes en Rafah copan los medios palestinos, pero son ignoradas casi por completo por los grandes medios occidentales. Los periodistas occidentales son muy conscientes del cierre de la frontera egipcia, pero mientras no tenga nada que ver con Israel, no les interesa lo más mínimo.
Miles de palestinos se dirigen a Rafah siempre que corre el rumor de su apertura. Algunos esperan allí durante días, durmiendo a la intemperie. Algunos tienen que pagar sobornos a Hamás y a los funcionarios egipcios para conseguir el permiso de salida de la Franja. Una página de Facebook llamada El interminable sufrimiento en el paso fronterizo de Rafah muestra decenas de ejemplos de las humillaciones que viven allí los gazatíes.
Como la mayoría de países árabes, a Egipto no le importan nada los palestinos, especialmente los que viven en Gaza. Para los países árabes, los palestinos son problema sólo de Israel. Pero Egipto está mandando a los gazatíes a las puertas de Israel para culparlo de la crisis humanitaria que se vive en la Franja, cuando es el propio Egipto el responsable del bloqueo del enclave.
La hipocresía árabe y egipcia alcanza nuevas cotas mientras sus periodistas hacen reportajes que hacen las veces de caja de resonancia para las fake news sobre la Marcha del Retorno y para las condenas a Israel por el cierre de su frontera con Gaza. ¿Cuándo se condenará en los grandes medios de comunicación el verdadero bloqueo de la Franja, el egipcio?
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