Israel-Argentina: el amistoso que no fue y la ignorancia supina
Entre los más disparatados comentarios que escuché uno decía que “no se podía jugar en un clima de 40 grados donde se te derriten hasta las ojotas” (dicho por un reputado periodista deportivo).
Desde mi modesto punto de vista, y dando crédito a que el disparador de la suspensión del partido fue el “miedo” a ser víctima de un sangriento atentado, antes-durante-o después del encuentro por parte del actual número uno del fútbol, Leo Messi, no veo cómo alguien podría hacerse cargo de exigirle a otro que se exponga a una amenaza y menos de convencerlo de que son paparruchadas.
Cuanto más alto se llega en una escala, sea social, deportiva, política o cualquier otra, mayor es la exposición de aquel que ocupa los primeros rankings. Claro está que por lo general -y más en el caso del fútbol- no puede escapar a la comprensión de la figura top que en un mundo de valores tan trastocados como el actual, ganar toneladas de dinero va de la mano con un riesgo igual de creciente.
Recordemos los casos de secuestro sufridos por familiares de futbolistas famosos en nuestro país.
¿Tendría entonces que aceptar aquel que llega tan alto que el éxito tiene un precio?
Tal vez.
Más allá de las razones y de las especulaciones hechas en torno a cuáles fueron los “verdaderos” motivos que llevaron a programar ese fallido encuentro – si fue una imposición de Trump a Macri; si fue para repetir la cábala de pasar por Jerusalem para salir campeones; etc.- el hecho es que se había firmado un contrato que no se cumplió. Y que no sólo no se cumplió sino que -al menos hasta lo que se informa hoy- ya se había cobrado y no se pensaba devolver el dinero.
Una estafa. Un verdadero mamarracho digno del indigno estilo corruptoso que nos han dejado décadas de gobiernos indignos y corruptos. Una forma más en la lista de la banalización de la palabra; aún de la que ha sido plasmada en un contrato.
Ninguno de los comentarios periodísticos que escuché en estos días hizo alusión, por ejemplo, a la tremenda decepción que deben haber sufrido aquellos que en Israel agotaron las entradas al partido en menos que canta un gallo, y que supongo que en gran parte son argentinos que viven allí tal vez hace décadas pero que siguen vistiendo su corazoncito con la camiseta de Argentina siguiendo todos los acontecimientos que ocurren en su tierra natal; ni qué decir si el acontecimiento que iban a vivir involucraba al Gran Seleccionado Argentino! Fuera de bromas, conozco casos de argentinos-israelíes que buscaban desesperados conseguir una entrada apelando a todos los recursos a su alcance.
Es casi sorpendente ver cómo después de tantos años de vivir en Israel, los argentinos siguen las alternativas de los cuadros de sus amores: Boca o River y discuten entre ellos como lo hacían cuando los “bosteros” le ganaban a las “gallinas”, o viceversa.
Pero algo que me impresionó en medio de todo el blablableo mediático de estos días, no fueron los comentarios maliciosos de ese periodismo que goza destrozando con las noticias a Israel y para los que nunca existe ninguna noticia favorable que provenga de dicho estado (a eso ya estamos acostumbrados). Lo que más me preocupó es la ignorancia supina de la gran mayoría de los periodistas “neutrales”, incluso si son bien intencionados. Salvando muy honrosas excepciones, como es el caso de Miguel Wiñazky o de Willy Kohan, el resto, sean periodistas deportivos o analistas políticos, confunden datos, opinan de temas que desconocen y a veces lanzan “verdades” que son verdaderas perogrulladas.
Pongo ejemplos: “Hamas es el partido de Hezbollá”. O (¿cómo van a jugar en Jerusalem..) “si todavía no se sabe si va a ser la capital de Israel”. Y el más desopilante y descabellado: “jugar en Jerusalem hoy es como si Argentina jugara contra Inglaterra en las Malvinas”(¿???). Dicho por un prestigioso periodista.
Si no fuera por lo desconcertante de semejante desconocimiento de la historia y la realidad de lo que acontece en Medio Oriente, en particular entre Israel y los palestinos, en quienes supuestamente sostienen una línea de opinión respetada, esos comentarios serían motivo de risa. Pero lo grave es que transmiten esa ignorancia a sus miles de oyentes o lectores. Que a su vez definen posiciones.
Muchas veces en este espacio, junto con otros colegas, hemos subrayado la necesidad de hacer “hasbará” (esclarecimiento). Sabemos que no hay peor sordo que el que no quiere oir.
Pero no estaría mal que alguien más que estos modestos colaboradores buscaran la forma de que los ignorantes al menos sepan de lo que hablan.
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